La felicidad no depende del ADN, ni de las posesiones ni siquiera de la ubicación en donde se encuentre, por ejemplo, un migrante. La neurociencia ha comprobado grandes principios que están al alcance de toda persona.
Felicidad y bienestar no son lo mismo
«La Felicidad es diferente al bienestar, pero generalmente lo confundimos. Ya tengo la casa, ya tengo el carro, ya tengo el apartamento, gano bien mi salario. Y tienes que tener cuidado si eso lo estás confundiendo con la felicidad. Todos esos bienes que vienen de fuera son bienestar. La felicidad se genera de dentro hacia fuera», expone Yessid Barrera, experto en coaching de personas y negociación, colombiano radicado en Guatemala.
Barrera recibe constantes consultas acerca de la posibilidad de ser feliz, pero para no especular, propone buscar «qué ha dicho la ciencia sobre la felicidad», debido a que algunas personas dicen que «le llegó tarde la felicidad» o que «la vida va trayendo tarde cosas que se creían necesarias para vivir feliz» y así entonces «nos acostumbramos a vivir en un déficit»: creer que siempre falta algo más y a eso se atribuye el no ser «completamente feliz».
¿Qué determina el estado de felicidad?
Barrera cita el ejemplo del ejercicio, siempre beneficioso si se le sabe aprovechar. El ejercicio tiene dos vías, una corporal y otra, que val al cerebro. Pero a veces, en ese proceso, se generan otras expectativas: de hcaer ejercicio normal se desea ir a una triatlón para quemar toda la energía y ya después se ansía una medalla, luego ganar el primer lugar. Y aunque se hace ejercicio, ya sin esos logros no se siente felicidad. «Hay que tener cuidado con esos déficit», dice Barrera.
También recuerda a Martin Selkman, considerado un filósofo de la felicidad, al referirse a que en nuestro cerebro hay muchos «programas», instalados allí por las experiencias personales, creencias, miedos.
Pregunta: ¿Qué programas tienes para saber si eres feliz o no? y ¿Qué has hecho desde tu mente para poder modificar los programas que te pueden hacer mejor persona? ¿Solo reaccionamos o tenemos un área que nos permite tomar mejores decisiones?
Analizando eso, Barrera plantea este análisis: «Muchos de nosotros no podemos estar en ese mundo de felicidad, de tranquilidad, de paz porque andamos en miedo».
El órgano del cuerpo a cargo del miedo es la amígdala y cuando está activa se come el hipocampo. Entonces quedamos atrapados en la amígdala y la amígdala que es la emocional se come al hipocampo (estructura cerebral que permite aprender y memorizar). «¿Y por qué decimos que se come el hipocampo? Porque ahí están las memorias y hay una cantidad de enfermedades que se originan a partir de miedos que no son reales», afirma el experto.
«Pensamos en ese perro que hace 25 años me persiguió y me mordió. Ahora lo veo en la oficina, lo veo en un jefe, lo veo en una pareja y entonces pensamos que el «perro» nos ataca por todas partes». Ello da como resultado que esos miedos el cerebro los asocia, nos atrapa, nos liquida y genera neurotransmisores como el cortisol, que nos liquidan.
¿Cómo evitar caer en esa situación?
Barrera dice: «Todos tenemos un área cerebral llamada hipotálamo», la cualcontrola la frecuencia cardíaca, hambre, estados de ánimo, sueño, sed. Nos da la lectura, es nuestro escáner interior de ¿cómo me siento? ¿qué estoy viendo? ¿cómo percibo el mundo? Y según eso, la hipófisis o amígdala genera químicos en respuesta a eso que percibo: ansiedad, miedo, tranqulidad.
Todos podemos elegir qué hormonas enviamos a la sangre. «Deberíamos de generar hormonas neurotransmisoras que nos ayuden a ser felices como dopamina, que es un motivador, aquella posibilidad de retardar la recompensa y nos ayuda a mantener un esfuerzo.
Existe otra hormona: la oxitocina. «Esta se genera al acercarse a la gente, mirarla, abrazarla: nos genera energía, vitalidad, integración».
También está la cerotonina, «lo que nos motiva, nos mantiene positivos, nos hace más alegres en la vida».
En conclusión «tenemos tantos neurotransmisores y tanta posibilidad de hacer mejor nuestra vida usando la ciencia de la felicidad que la gran pregunta es :
¿CÓMO QUIERES VIVIR?
Si aún resistes: dos conceptos finales en busca de la felicidad
Primero un concepto breve, las palabras. Es necesario analizar qué palabras usamos, «qué nos decimos a nosotros mismos y qué debemos decirnos para convertirnos en aquello que queremos, aquí y ahora».
El segundo concepto, eminentemente científico pero un poco más extenso: cuando las células se reproducen, se dividen. La bióloga Elizabeth Blackburn descubrió que en cada división hay un cierto desgaste: en cada cromosoma que van dentro de la célula, en cada punta hay un telómero. El telómero marca la división y también el crecimiento de la nueva célula, pero en cada división el telómero se va desgastando. Por eso crecemos pero a la vez vamos envejeciendo. ¿Como retrasar ese envejecimiento?
La doctora Blackburn descubrió algo maravilloso, explica Yessid Barrera: la telomerasa, una especie de «aceite» que se le pone a ese telómero y ayuda a reducir el desgaste.
¿Y cómo generamos telomerasa? Se produce con la alegría, con la resolución de conflictos, con cada proyecto que terminamos, con deporte.
Eso quiere decir que «todos podemos convertir la felicidad en un hábito, nosotros podemos esculpir nuestro cerebro a través de repeticiones que nos hacen seres más felices».
«Y la felicidad comienza expresando gratitud: da gracias por lo que ocurre, por el sol, la luna, la noche, la lluvia, por la gente que hace algo por ti, quien te atiende. Sé optimista u animate a ver lo que algunos no pueden ver. Agradece por el logro de levantarte, despertarte, aprende a abrazar. Eso es la felicidad».
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Yesid Barrera Santos es experto en coaching, escritor y conferencista internacional, colombiano radicado en Guatemala. Administrador de empresas por la Universidad Externado de Colombia; posgrado en conciliación y resolución de conflictos, Universidad del Valle, Cali, Colombia y doctorado en ciencias políticas y sociología, por la Universidad Pontificia de Salamanca. Autor de libros como La Puerta, El Poder de las Ideas y Atrévete.