El duelo a la distancia en algunas ocasiones es más duro que el duelo presente, puesto que las familias están separadas por la migración.
Para muchos migrantes, la distancia no solo se mide en kilómetros, sino en los momentos que se pierden con sus seres queridos. La enfermedad de un padre o una madre se convierte en una herida profunda cuando no se puede estar presente.
Sin documentos migratorios, acompañar a un familiar a una consulta médica o sostener su mano durante la quimioterapia es, simplemente, imposible.
El caso de Mariana: entre el miedo y la esperanza
Mariana López, una guatemalteca que migró a Estados Unidos hace siete años, recibió una llamada que le cambió la vida. Su madre había sido diagnosticada con cáncer. “Me sentí paralizada. Lo primero que pensé fue que no volvería a verla”, recuerda entre lágrimas. No tenía papeles. No podía salir del país sin arriesgarlo todo, y regresar tampoco era opción.
Desde Nueva Jersey, donde vive, Mariana organizaba todo lo posible a distancia: mandaba dinero, coordinaba citas médicas, hablaba con doctores por videollamadas, pero sentía que no era suficiente. “Escuchar su voz cansada, verla sin energía, sin poder abrazarla… eso fue lo más difícil”.
Contra todo pronóstico, meses después logró una solución temporal. Por medio de una gestión familiar, su madre obtuvo una visa de turista y pudo visitarla por unas semanas. “Fueron los días más valiosos de mi vida. Paseamos, cocinamos juntas y, aunque sabíamos que el tiempo era corto, lo hicimos eterno”.

Amor que cruza fronteras
Como Mariana, muchos migrantes buscan formas de compensar la distancia. José Ramírez, también guatemalteco, vivió algo similar cuando su madre enfermó. Él tampoco podía viajar, pero decidió enviar dinero para que ella pudiera hacer lo que más le gustaba. “Le dije que fuera donde quisiera. Al mar, a las montañas, a las ferias. Que no se preocupara por el dinero, que se regalara alegría”.
José confiesa que nunca logró verla en persona de nuevo, pero se aferra a las fotos que le enviaba su madre en esos paseos. “Al menos sé que fue feliz sus últimos meses. Eso me consuela”.

El consejo del psicólogo: encontrar consuelo en medio del dolor

El reto de estar lejos
El dolor, la culpa, la impotencia se mezclan, pero también la fortaleza, la entrega y el amor incondicional. Historias como la de Mariana y José muestran que, a pesar de los obstáculos, siempre hay formas de estar presentes.
Porque el amor —aunque cruzado por fronteras— no tiene visa ni papeles. Solo voluntad.
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