En el corazón de Brooklyn, Nueva York, existe una tienda con alma y corazón guatemalteco: Variedades Juanita, fundada hace siete años por la migrante guatemalteca Juanita Xuruc y su familia. Con esfuerzo, creatividad y un profundo amor por sus raíces mayas, ofrecen textiles tradicionales, prendas, y productos de la nostalgia, incluyendo ingredientes artesanales como chile cobanero y pepitoria.
La más reciente innovación de Variedades Juanita son las bandas para graduados: estolas con símbolos guatemaltecos, pensadas para egresados de High School de familias chapinas. “Pido los diseños a Guatemala, allá las confeccionan y me las envían”, explica Juanita, revelando que, además de su emprendimiento en EE. UU., también genera oportunidades laborales en su país de origen. Esta es su historia.
Desde su llegada a Estados Unidos hace 20 años, Juanita trabajó en diversos empleos. A pesar de la distancia con su natal Totonicapán, extrañaba las prendas de la indumentaria tradicional k’iche’. Pero conseguirlas no era fácil. “Yo quería tener mi traje típico completo. Mandé a comprarlo a Guatemala. Entonces dije: ¿por qué no van a pedir más? Para que nuestras paisanas tengan aquí de dónde elegir, toquen la tela, se lo prueben. Y así empezó Variedades Juanita: primero en el apartamento, y hace siete años ya con local, con todos los permisos”, cuenta.
No faltaron los desafíos. “La primera encomienda que mandamos a traer, se perdió. Mucha mercancía no la dejaron pasar”, relata. “Lo primero que llegó fue calzado típico, un traje y un suéter. Ya sabiendo más sobre los permisos, organizamos mejor los pedidos”, agrega.
Las primeras ventas fueron a través de redes sociales, donde anunciaban los productos con fotografías y detalles sobre tallas y materiales. “La reacción fue de alegría, porque los paisanos empezaron a llegar, no solo por los textiles, sino también por otros productos: pepitoria, chile cobanero, harina de pinol. Se terminaba rápido y volvía a pedir. La gente me decía: ‘Quiero que me llames primero cuando venga el próximo pedido’”.
“A la par de la tienda física continuamos con las ventas en línea y enviamos trajes, accesorios y artesanía a varias ciudades de Estados Unidos”, cuenta.
Juanita cuenta con el apoyo incondicional de su mamá, en Totonicapán, quien consigue los proveedores y prepara las encomiendas. “Así es como logramos tener también frijoles, habas, piloyes. La gente se sorprende y se siente feliz de poder tener un sabor de nuestra tierra. Ese picante le da el toque al pescadito, al huevito, a los frijolitos”, expresa con entusiasmo.
La ropa es confeccionada en talleres de Totonicapán. “El corte es elaborado en telar. Vamos pidiendo colores y diseños para que nos los hagan. Una vez hecho el corte, se hace la blusa para que combine bien”. “No importa el color de las prendas. La facilidad de tener el producto aquí ya era motivo suficiente para comprar”, añade.
Juanita creció en Totonicapán hasta los 18 años, cuando emigró a Estados Unidos en busca de oportunidades. Hoy, nunca faltan los pedidos ni las innovaciones en su tienda. “Un hermano mío se graduó de High School en Texas y quería una banda con símbolos de Guatemala. Entonces pensé: hay muchos hijos de paisanos que también quieren lucir el orgullo de su cultura. Así surgieron los diseños de estolas con el quetzal, la monja blanca y otros símbolos guatemaltecos. Damos ideas, y es un diseñador de Toto quien las plasma”, explica.
El ejemplo de emprendimiento de Juanita ha inspirado a otras connacionales. “Cuando empecé, no había ninguna tienda de trajes típicos en Brooklyn. Ahora hay varias, y me pongo feliz porque hay presencia guatemalteca, y con ello se muestra nuestra cultura”.
El sueño de Juanita sigue creciendo: “Me gustaría poder un día crear un mall de Guatemala: un centro comercial donde haya una sección de trajes típicos, un área de restaurante, y también productos como café, chocolate, accesorios y decoraciones”.
“Bueno, primero es pedirle a Dios, y después perder el miedo. A veces dejamos pasar demasiado tiempo solo pensando, sin actuar. Si tenemos una meta, una idea de emprendimiento, debemos tirarnos al agua, y en el camino se van resolviendo las dificultades”.
“Cuando empezamos a pensar en el local, con la ayuda de mi esposo, el mayor temor era: ¿cómo vamos a pagar esa renta cada mes? ¿cómo vamos a mantener el surtido de la tienda? Pero cada una de esas preguntas tenía una respuesta, pero era necesario comenzar para lograrlo, actuar para tener resultados”.
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