¿Por qué hay tantas joyas migrantes en museos de Estados Unidos (y también en Europa, Asia y otras partes del mundo)? No es una pregunta sencilla de responder. En esta serie de 20 artículos -en alusión al emblemático número maya- usamos el término “migrantes” para evocar que están lejos de la tierra donde fueron extraídas, científicamente o no, en diversidad de circunstancias de diversos sitios mayas.
Les llamamos “migrantes“, con cariño y fascinación, como una figura literaria para equiparar su riqueza cultural con la del talento humano guatemalteco que también salió del país por falta de condiciones ideales para su desarrollo.
Como un afortunado puente para la identidad multicultural guatemaltecas, muchas de estas piezas mayas han sido y son estudiadas, analizadas, a menudo restauradas y protegidas en condiciones museísticas de primer mundo. Figuran en colecciones e incluso en exhibiciones permanentes en ciudades de toda la Unión Americana, en donde deslumbran a público de muchos países…incluyendo a los propios guatemaltecos que deseen llegar a admirarlas.
¿Pero cómo llegaron allí?
Hay incontables joyas mayas migrantes porque en el siglo XIX y XX fueron extraídas de Guatemala y otros países de la región de Mesoamérica a causa de la falta de legislación protectora, por admiración, curiosidad o legítimo interés arqueológico. Sin embargo también hubo trasiegos por codicia, en un contexto de ausencia del Estado que se ha ido subsanando, pero que incluso al día de hoy prevalece en regiones como las Tierras Bajas de Petén.
“Los hallazgos de ciudades mayas ocultas por siglos en las selvas de Mesoamérica, despiertan la curiosidad de “incansables viajeros y exploradores europeos y estadounidenses que se levaron piezas con destino a los museos de sus países”, señaló el arqueólogo Miguel S. Valencia, en 1987, en una ponencia del Primer Simposio de Investigaciones Arqueológicas.
Valencia señala que desde el siglo XIX y hasta la década de 1960 “el saqueo se limitó a proveer a museos y colecciones privadas extranjeras de obras de arte, consideradas como tales, sin conceder mayor importancia a su valor como documento histórico y no tanto por fines de lucro, sino para enriquecer colecciones sobre países y pueblos exóticos”.
En efecto, vasijas mayas, dinteles, estelas, platos, y otros objetos extraídos de sitios arqueológicos guatemaltecos, llegaron a museos y a colecciones privadas de muchos países. “Estos objetos fueron considerados más como curiosidades exóticas que como fuentes de conocimiento histórico, y su recolección se justificaba bajo la lógica de “salvaguardarlos”, acotó Valencia en el interesante y visionario documento Anotaciones sobre depredación arqueológica en Guatemala.
“Desde entonces, el saqueo se institucionalizó progresivamente”, prosigue el experto. Entre las décadas de 1960 y 1980, se produjo una nueva ola de saqueos impulsada por la creciente demanda de arte precolombino en el mercado internacional, especialmente en EE. UU., donde se organizaban numerosas exhibiciones.
El conflicto armado interno en Guatemala (1960.1996) también influyó, ya que provocó la salida o expulsión de arqueólogos de los sitios donde hacían investigación seria. Esto dejó ciudades prehispánicas vulnerables al asedio de los “huecheros” (saqueadores locales), quienes extraían objetos de jade, cerámica policroma y otros bienes de gran valor.
Pero la mayor pérdida era la información del contexto de la pieza: ubicación exacta, profundidad, distribución de los objetos. Por eso muchas piezas mayas, incluso en museos, solo suponen el dato de proveniencia de Guatemala o de Mesoamérica. En otros casos sí existen bitácoras y registros de investigación.
En Guatemala se emitió en 1947 el decreto 425, mediante el cual se declara “que todos los monumentos, objetos arqueológicos, históricos y artísticos del país son considerados parte del tesoro cultural de la nación y están bajo la salvaguardia y protección del Estado”.
Pero esto no bastó para frenar la salida de piezas, algunas de las cuales han aparecido incluso en subastas y han sido reclamadas por el gobierno Guatemalteco. También se fundó el Instituto de Antropología e Historia, IDAEH, con la misión de resguardar este tesoro. Lamentablemente la falta de recursos ha pesado en contra de esta misión. Aún así, muchos arqueológos guatemaltecos y de diversas nacionalidades prosiguen denodados esfuerzos por develar esta riqueza material e histórica.
En noviembre de 1991, Estados Unidos decretó una prohibición total a la importanción de cualquier objeto arqueológico maya proveniente de Guatemala, para frenar el trasiego de piezas. En 1997 el gobierno guatemalteoc emitió la Ley para la Protección del Patrimonio Cultural de la Nación (Decreto 26-97), la cual prohibe tajantemente cualquier exportación de bienes arqueológicos y solo permite su salida temporal bajo estricta supervisión y con fines científicos, de conservación o para exhibiciones internacionales previamente autorizadas.
Este marco legal intenta frenar el flujo ilícito de piezas arqueológicas al extranjero, aunque el saqueo y el comercio ilegal continúan siendo desafíos persistentes. Según un análisis de la revista Insight Crime, los objetos obtenidos con este saqueo son transportados ilegalmente por rutas agrícolas y militares hacia países vecinos como México y Belice, para posteriormente ser vendidos en el mercado negro internacional.
Finalmente, aunque en Guatemala existen espacios como el Museo Nacional de Arqueología, es necesario desde hace muchos años la construcción de un museo maya moderno que no solo sea de resguardo de Joyas Mayas sino un atractivo turístico y un referente cultural mundial de la civilización maya, que sigue maravillando con sus creaciones, expresiones y monumentos.
En todo caso, esta serie Joyas Mayas Migrantes no se presenta con un propósito de de generar polémica sino como una propuesta para valorar la inmensa belleza, valor estético, histórico, antropológico y místico de estos testimonios de la gran civilización maya, que sigue hablando a través de ellas.
¿Hay muchas más en otros museos? Por supuesto. Se presenta aquí tan solo una muestra simbólica de ese mosaico maravilloso, gracias al permiso obtenido de dichas instituciones para reproducir sus imágenes y contenidos.
Es un punto de partida para quien desee seguir buscando en los sitios virutales de museos estadounidenses; y también para el migrante guatemalteco que se anime a ver un vestigio ancestral de su propia historia, frente a frente, a miles de kilómetros de su Guatemala.
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