La misión de servicio de la abogada migratoria guatemalteca Ana Gabriela Urízar nació a partir de su experiencia: llegó a USA a los 14 años y se propuso defender la dignidad de los hispanos que, como ella, han cruzado fronteras buscando un futuro mejor. La actual situación solo refuerza sus valores. Y esta es su historia.
“Se han hecho cosas que jamás se habían hecho, que jamás hubiéramos pensado: por ejemplo, poner en deportación a una madre que no tenga antecedentes penales y a punto de cumplir los requisitos para tramitar su residencia” exclama la abogada migratoria Ana Gabriela Urízar, originaria de Guatemala, acerca del panorama actual de los migrantes en Estados Unidos.
Nació en San Francisco Zapotitlán, Suchitepéquez. Su mamá, Flor Contreras, migró cuando Ana Gabriela y su hermana eran niñas. Quedaron al cuidado de otras personas, hasta que Flor pudo llevarlas con ella a Nueva York. Ana Gabriela encontró una ruta de aprendizaje y crecimiento, primero con la carrera de Relaciones Internacionales y después Derecho, pero también trabajó e hizo voluntariado con organizaciones migrantes. Así nació su visión de servicio.
La labor de Ana Gabriela ha sido reconocida por la asociacón Legado Latino; la revista Negocios Now la eligió como como una de las 40 personas menores de 40 años más influyentes del área triestatal; pero también fue designada una de las 25 mujeres hispanas más influyentes de EE.UU en 2025.
Pero el mayor reconocimiento para ella siempre es defender la dignidad de cada migrante a quien apoya en un proceso legal. Y esta es la conversación sobre su historia y trabajo.

¿Cuánto tiempo llevas ejerciendo como abogada de inmigración?
Me gradué como abogada en 2017, así que llevo ocho años ya como abogada de inmigración, aunque en total tengo casi diez años de experiencia trabajando en el tema. Es una carrera muy exigente, pero también gratificante, especialmente cuando ves que una familia logra regularizar su situación o que una madre consigue la residencia para estar con sus hijos.
¿Cómo ha cambiado el panorama migratorio en los últimos años?
El cambio ha sido muy fuerte en los últimos, diría, seis meses. Lo hemos visto todos los abogados de inmigración. Se han hecho cosas que jamás habían ocurrido… que son inéditas, sin precedentes, que jamás hubiéramos pensado. Por ejemplo, poner en deportación a una madre que no tenga antecedentes penales, que tenga un récord limpio, nítido y que ya está en camino de ajustar sus papeles y buscar la residencia permanente.
Es algo terrible para los inmigrantes. Están aterrorizados. Lo vemos en la calle: ya no salen, no van a la escuela, no van al trabajo. Aunque tengan un récord nítido, están trabajando, son miembros productivos de la comunidad y tienen un proceso migratorio en curso, tienen miedo.
Como abogada, antes de este año yo podía decirles a las personas: “No tenga miedo, usted no tiene récord criminal, la ley lo ampara”. Pero en este momento no me siento cómoda de decir esas palabras. Y eso me duele mucho.

Hablemos de tus raíces. ¿Dónde naciste y cómo fue tu llegada a EE. UU.?
Nací en Mazatenango y me crié en San Francisco Zapotitlán. Recuerdo con cariño los mangos de la propiedad de mis abuelos, los juegos con mis primas, el Chocomilk de la feria. Pero mi niñez fue dura. Mi mamá migró cuando yo tenía 5 años y me crié sin ella, de casa en casa. A los 14 años, cuando al fin le dieron la residencia, nos mandó a traer.
La llegada a Estados Unidos fue un shock. No hablábamos inglés, sufrimos bullying en la escuela, y nos encontramos con una mamá a quien teníamos años sin ver, que era dura y exigente. Pero era por nuestro bien. Nos metió a clases de inglés todos los días, trabajábamos cuidando niños, pero nuestro deber principal era estudiar. Ella siempre nos decía: “Si quieren vivir como sus jefes, tienen que estudiar y trabajar el doble”. Y ese mensaje se nos quedó grabado.
¿Qué te motivó a estudiar Derecho?
El racismo. Así, directo. En Guatemala, si alguien me hablaba de “raza”, pensaba que eso era cosa de perros. Pero al llegar a EE.UU. sentí en carne propia el desprecio por ser latina, por hablar español, por ser migrante. Ver eso me encendió. Me dije: “Esto no puede ser normal, esto no es justo. Tengo que hacer algo”.
A los 16 años me uní a una organización que ayudaba a latinos con sus trámites de ciudadanía. Enseñaba a personas mayores a prepararse para el examen. Muchos eran profesionales en sus países y ahora trabajaban en limpieza o construcción. Verlos convertirse en ciudadanos fue transformador.
Supe entonces que defender los derechos de los migrantes era mi camino.

¿Cómo fue tu preparación académica en EE.UU.?
Ana Gabriela Urízar: Sabía que estudiar Derecho requería mucho dominio del inglés, así que elegí Relaciones Internacionales como licenciatura, para aprender a leer y escribir inglés a profundidad. Luego hice la maestría en Derecho. Fueron siete años de mucho sacrificio, pero también de crecimiento personal. Y lo hice trabajando, como muchas y muchos inmigrantes: estudiando de día y cuidando niños o limpiando por las noches.
¿Qué tipo de casos atiendes actualmente?
De todo tipo, pero me estoy enfocando mucho en casos de abuso laboral y en educar a la comunidad. La gente no sabe que si ha sido explotada laboralmente puede calificar para una visa. Me llegan historias donde a personas les quitan el pasaporte, no les pagan lo justo o los hacen trabajar 18 horas al día. Eso es tráfico humano. Y muchos no denuncian por miedo.
Les explico que documentar esos abusos puede abrir una vía migratoria. También acompaño muchos casos de asilo, de personas que han huido por tortura, violencia o persecución. Lo más impactante es ver cómo, después de una consulta donde los escuchas con respeto, te dicen: “Gracias por tratarme con dignidad”.
Eso me rompe y me fortalece al mismo tiempo.

¿Hay algún caso que te haya marcado especialmente?
Los niños. Siempre los niños. Me parte el alma ver casos de niños de 12 o 13 años que caminan desde Guatemala, que cruzan la frontera solos, que han sufrido abusos.
Como madre de dos niñas pequeñas, eso me toca profundamente. Ningún niño debería pasar por eso. La niñez es para crecer, para jugar, para estudiar. No para huir.
Has recibido premios muy importantes. ¿Qué significan para ti?
Mucho. El primero fue del Latino Legal Westchester, por mis talleres y jornadas informativas a migrantes. El segundo, de Negocios Now, como una de las 40 personas menores de 40 más influyentes del área triestatal (New York, New Jersey y Connecticut). Fue un honor estar al lado de CEOs y grandes ejecutivos. Pero el mayor honor es servir a migrantes guatemaltecos e hispanos para que puedan tener la oportunidad de vivir, desarrollarse y crecer en Estados Unidos.
Y el más reciente fue ser seleccionada entre las 25 mujeres hispanas más influyentes de Estados Unidos. Escribiré un capítulo para un libro que será presentado en Times Square y que viajará por consulados. Estará en la Biblioteca del Congreso. Representar a Guatemala en ese espacio es un orgullo enorme.
¿Cuál es tu sueño más grande?
Vivir en un país donde todas las personas sean tratadas con dignidad, sin importar su origen, su color, su idioma. Que los migrantes puedan vivir sin miedo. Y quiero seguir creciendo para ser esa voz que informa, que educa, que abre caminos para los demás. Ese es mi sueño y mi compromiso.
¿Qué consejos le das a un migrante que hoy vive con miedo?
Primero: infórmese. El conocimiento es poder. Los consulados, como el de Guatemala en Nueva York, ofrecen consultas gratuitas con abogados de inmigración. Yo participo en ellas.
Segundo: busquen organizaciones sin fines de lucro, muchas tienen abogados excelentes que les podemos ayudar. Tercero: conozcan sus derechos. Si llega ICE a su casa, no tienen que abrir la puerta sin una orden judicial firmada con nombre y dirección exactos. Tienen derecho a guardar silencio y a pedir hablar con un abogado. Con o sin papeles, tienen derechos constitucionales.
¡Gracias Ana Gabriela! Tu trabajo y tu historia inspiran muy positivamente
Ana Gabriela Urízar: Gracias a ustedes por este espacio. Para mí esto no es solo trabajo. Es mi pasión, lo que me levanta cada día. Defender a mi gente, educar, cambiar vidas: eso es lo que me mueve.

Conocer tus derechos es vital
