“Voy a ser bien honesto. Al venir uno acá a Estados Unidos, tiene que aprender todo de nuevo. Volví a empezar desde cero, lavando platos. Me recorrí todas las posiciones de los restaurantes de diversas nacionalidades. También me ha gustado mucho la música, el rock guatemalteco. Soy de los veteranos de los años 1990, seguidor de Bohemia Suburbana. Y así hemos experimentado con la música y con la comida”, cuenta el migrante guatemalteco.
“El shuko guatemalteco es un concepto ampliamente conocido. Pero me pregunté ¿qué otra vuelta, qué otros sabores? Esa búsqueda fue algo que comenzó casi desde que vine a Estados Unidos.
Yo trabajaba en la cocina de un restaurante. Ví salchichas, ví panes. Yo era un lavaplatos así que no me daban permiso de cocinar. Pero tenía muchísimas ganas de un «shuko». Así que conseguí el repollo ahi en la cocina, lo partí y lo cocí. Conseguí aguacate, le eché mostaza, mayonesa, picante y preparé un pan parecido. Les dí a probar a todos y les encantó”, relata.