"¿Qué estoy haciendo por Guatemala?" es la pregunta que llevó a Silvia Orantes, coach y motivadora originaria de Jalapa, a establecer la fundación Vida y Luz, en Dallas, Texas para apoyar a la niñez. Y esta es su historia.
Silvia Orantes, coach y motivadora guatemalteca radicada en Dallas, Texas desde hace más de dos décadas, decidió que 2025 sería el año en que su larga trayectoria de servicio tomaría un rumbo directo de ayuda a Guatemala: en septiembre pasado se estableció la Fundación Binacional Vida y Luz, una organización creada desde Dallas, Texas, para apoyar a instituciones guatemaltecas que trabajan con niñez y juventud en situación vulnerable. Pero ya antes de septiembre había comenzado a trabajar. Cuenta con colaboradores y benefactores en Canadá, California, Houston, Carolina del Norte y Stamford, Connecticut.
En menos de 100 días de funcionamiento, ya estaban colaborando con tres orfanatos —en Jalapa, Mixco y Sumpango, Sacatepéquez—, apoyando la compra de un busito para transportar escolares en áreas rurales y acompañando a familias y niños que necesitan mentoría. “Anhelaba tanto ponerle todo el corazón a Guatemala y a su mayor tesoro: la niñez y juventud que busca labrarse un futuro”, expresa Silvia Orantes, originaria de Jalapa, donde aprendió el don de servicio desde niña.
Llamado sembrado en una aldea de Jalapa
En una aldea jalapaneca donde aprendió el significado del servicio observando a su mamá, quien llevaba alimentos y ayuda. “Desde los cuatro años tuve un llamado fuerte a misiones”, recuerda. A su casa llegaban misioneros de Costa Rica, México, Puerto Rico y la capital con alimentos, leche, vacunas y educación cristiana para repartir entre las familias en pobreza. Silvia veía a su madre servirles el desayuno, escucharlos, acompañarlos. “De ahi viene mi ADN, mi identidad de servicio”, dice con humildad.
Ese impulso no la abandonó cuando migró a California a los 16 años. Pasó nostalgia pero su capacidad de resiliencia se activó rápido: estudió inglés, buscó una iglesia donde pudiera apoyar a los niños. “No vi lo negativo; me enfoqué en lo hermoso de compartir y conectar”. En una actividad comunitaria conoció a quien hoy es su esposo, con quien se casó cuatro meses después.
Anima talentos incluso antes de nacer
Desde niña, Silvia Orantes reunía a los pequeños de la comunidad y les repetía mensajes que escuchaba de los pastores de su iglesia. Después les obsequiaba un dulce. “Creo que desde pequeña traigo ese don de mentoria”, dice. Con los años se preparó de forma formal: cursos de seis meses, certificaciones, estudios para trabajar con familias y matrimonios, hasta una maestría completa en 2022. “No es un trabajo, es un servicio”.
Una de las labores que desempeña Silvia es dar estimulación temprana a bebés prematuros. “Desarrollamos sus sentidos con música, colores, tacto y ejercicios. Les hablo como peresonas que son y los animo: Soy una porrista del talento que traen”, dice con convicción. “Creo que toda persona trae un propósito en la vida y ayudar a descubrirlo también es una misión”.
Ese “aliento” de vida también lo provee a adultos. “He descubierto talentos en personas que no sabían que los tenían. Todos venimos con una misión; pero a veces necesitamos un empujón”, afirma con una sonrisa.
Un ideal entre dos países, sin fronteras
Vida y Luz arrancó con fuerza: un equipo de 27 personas en Estados Unidos y Guatemala, con colaboradores en Canadá, California, Houston, Carolina del Norte y Stanford, y proyectos que avanzan con rapidez.
En Jalapa apoyan al hogar Madre Anna Vitiello, que cuida de 110 niñas rescatadas de pobreza a las que se brinda educación, nutrición y orientación. En Sumpango, Sacatepéquez contribuyeron a la compra de un vehículo para que las monjas puedan recoger niños en aldeas de difícil acceso. En Mixco preparan nuevos programas educativos mediante “Futuro Brillante”, la iniciativa que busca llevar herramientas de propósito y formación integral a comunidades vulnerables.
Silvia, además, ofrece mentoría a familias de Guatemala y otros países, como niños con autismo en Zacatecas, México. “Mi servicio siempre ha sido para donde se ocupe, pero ahora queremos enfocarlo en nuestro país”, afirma.
Caerse, levantarse y agradecer
Silvia también ha conocido momentos difíciles y eso es lo admirable: ha sabido levantarse y seguir. “Hubo un tiempo en que dije: ya no quiero saber nada. Me desmotivé. Fue un tropezón del cual aprendí mucho a identificarme con el pesar de las personas”. Eso ocurrió durante una enfermedad emocional que atravesó su hija. Silvia sintió agotada, impotente y cuestionó su camino.
Pero encontró fuerza en lo más básico: respirar, ver a sus seres queridos, agradecer lo que tenía. “Agradecer tiene un poder tremendo. De ahí se generan las fuerzas para seguir”. Y así volvió con más fuerza y convicción.
“Estoy convencida de que los errores no existen, ni las casualidades: “Son métodos de aprender a hacer mejor las cosas, que Dios nos otorga”.
Solidaridad entre hermanos sin fronteras













