Guatemalan Maya Center en Florida apoya a niños, nacidos en USA, que quedaron solos por la deportación de sus padres a Guatemala. Es una de las realidades más duras de la política contra migrantes.
Alejandro, Beatriz, Lissette, Antonio: son algunos de los rostros más recientes de una tragedia silenciosa que crece en Estados Unidos: niños ciudadanos estadounidenses que deben abandonar el país donde han nacido, crecido, estudiado, para reunirse en Guatemala con sus padres deportados.
El 9 de octubre, cuatro menores volaron desde Miami hacia la Ciudad de Guatemala, donde los esperaban sus madres después de meses de separación forzada por las redadas migratorias del gobierno estadounidense.
El apoyo para esta reunificación fue aportado por el Guatemalan Maya Center, una organización sin fines de lucro con sede en Lake Worth Beach, Florida, que ha acompañado a decenas de familias guatemaltecas e indígenas afectadas por la política de deportaciones.
Beatriz llegó y ya no estaba su mamá
En una tarde de Agosto, Beatriz regresó de la escuela a su casa y su mamá no estaba allí. Beatriz esperó y esperó, pero su mamá nunca apareció, relata la periodista Valentina Palm en una nota de The Palm Beach Post. Un vecino vió, de noche, que la niña estaba sola y avisó al Guatemalan Maya Center. La madre de Beatriz había sido detenida por agentes migratorios.
La niña tuvo que ir de casa en casa durante los siguientes dos meses hasta que un medio hermano la tuvo a su cuidado. La niña fue enviada como refugiada a Guatemala, para reunirse con su mamá, que había sido deportada. “Aunque va a un país completamente ajeno, para ella el hogar es donde está su mamá”, relató Blanco.
Historias de separación
Alejandro, de 12 años, fue el mayor de siete hermanos que quedaron solos cuando sus padres fueron detenidos y deportados. Nacido en Guatemala pero criado en Palm Beach County, había encontrado en la banda escolar un refugio y un símbolo de pertenencia. Le ilusionaba tocar la trompeta.
Por ello, antes de partir hacia Guatemala, un sacerdote le regaló otro instrumento, para que siguiera tocando en su nuevo hogar. “Fue devastador —dijo Mariana Blanco, directora del Guatemalan Maya Center—. Sabía que al llegar a Guatemala tendría que dejar los estudios y comenzar a trabajar”.
El propio centro relató así el caso:
“Recibimos una de esas llamadas que nunca queremos recibir: siete hermanos, todos menores de 12 años, se habían quedado solos. Sus padres salieron a comprar un desayuno especial y nunca regresaron. Habían sido detenidos por ICE. Inmediatamente comenzamos a trabajar para reunir a la familia. Coordinamos documentos con el consulado, recaudamos fondos para los boletos y encontramos acompañantes que viajaran con ellos. Gracias a nuestras alianzas y donantes, cubrimos más de 2,000 dólares en gastos”, publicó el Guatemalan Maya Center.
A días del vuelo, el niño mayor —Alejandro— rompió en llanto al saber que debía dejar atrás su escuela, sus amigos y su recién estrenado lugar en la banda musical. “Buscamos por todos lados hasta que el padre Frank encontró una trompeta para que se llevara un pedacito de su hogar a Guatemala”, agregó la organización.
Para Lissette, de 10 años, y su hermano Antonio, de 6, el reencuentro significó también una despedida. Su padre, Mauricio, los ayudó a vestirse y peinó a Lissette por última vez. En el aeropuerto, entre abrazos y lágrimas, la niña comprendió que vería a su mamá pero dejaría atrás a su padre, quien no podía hacerse cargo de ellos, pero seguiría trabajando para enviarles apoyo económico a Guatemala. “Cuando los niños entendieron que su papá no los acompañaría, fue un momento desgarrador”, escribió el centro en sus redes.
El apoyo del Guatemalan Maya Center
Fundado hace más de tres décadas por el sacerdote Frank O’Loughlin, el Guatemalan Maya Center nació para servir a la comunidad indígena guatemalteca que llegó a Florida escapando del conflicto armado en su país. Hoy, bajo la dirección de Mariana Blanco, la organización brinda asistencia en vivienda, salud, educación y defensa de los derechos humanos de los migrantes.
En los últimos meses, su trabajo se ha enfocado en responder a las consecuencias humanitarias del aumento de deportaciones que dejan a menores sin uno o ambos padres. Solo en octubre, el centro ayudó a reunir a seis niños estadounidenses con sus madres deportadas.
“Lo que el gobierno está haciendo es reprobable —dijo Blanco—. Están deteniendo a personas que llevaban años siguiendo sus casos legales y dejan a sus hijos completamente vulnerables”.
El abogado Óscar de la Guardia, quien viajó con los menores a Guatemala para asegurar su debida entrega a familiares, afirmó que “estos niños se están convirtiendo en refugiados al revés, forzados a abandonar el único hogar que han conocido”.
Las familias reunificadas viven ahora en comunidades rurales de Guatemala, muchas de ellas de origen maya, donde los recursos y las oportunidades educativas son limitados. “Regresan a lugares donde la escuela no siempre es una opción”, advirtió Blanco. “Esto no debería estar ocurriendo”.
Con cada vuelo que organiza, el Guatemalan Maya Center recuerda la paradoja de niños estadounidenses obligados a dejar su país natal para mantener unida a su familia. Su misión, dicen, seguirá siendo que esos reencuentros no signifiquen el fin de un futuro, sino la posibilidad de reconstruirlo.
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