La historia de Griselda parece una película: en 1984 llegó a Arizona donde se topó con un ángel guardián. Trabajó en el desierto de Sonora y después fue a Las Vegas, donde fundó El Buen Sabor, el único restaurante chapín en la ciudad
“Yo creo que mi sueño es mi restaurante. Porque aunque mi salud ya no es la misma sigo trabajando igual. Cada día es un regalo. Trabajar me anima”, expresa Griselda Cifuentes, migrante guatemalteca, emprendedora, originaria de San Marcos, de donde emigró por una razón poderosa: “Yo tenía un señor que era muy mujeriego. Entonces yo dije, no voy a soportar eso. Me voy, dije. Y allá voy”, cuenta, sentada en una mesa de El Buen Sabor, en el 1593 de Eastern Avenue, Las Vegas Nevada.
Griselda es amable, sonriente y con esa expresión de paz de quien ha trabajado duro. El Buen Sabor, que no es solo un negocio: es el corazón, la síntesis y la sazón que integra su vida migrante y su origen marquense.
Después de 20 años sigue siendo el único restaurante guatemalteco en Las Vegas, sirviendo platillos chapines con el sazón que aprendió de su mamá, Celia Figueroa, en el municipio de El Tumbador, San Marcos.
Y de pronto un ángel guardián
Griselda llegó sola a Estados Unidos a los 24 años. Primero estuvo en Arizona. “No tenía familia ni amistades, no conocía a nadie, no sabía inglés”.
Y de pronto, en la incertidumbre de esos primeros días en una ciudad a 4 mil kilómetros de su patria, ocurrió lo que hemos escuchado en tantas historias migrantes. Apareció un “Angel Guardián”. Por casualidad se puso a platicar con una muchacha mexicana. Teresa Dueñas, su nombre. Le contó su historia. “Entablamos una conversación y me dijo: me cae muy bien para mi amiga. Y me llevó a su casa, me presentó con sus hijos. Me dio un lugar para vivir. Sin pagar, sin interés, sin exigir nada.”
Al poco tiempo, Griselda consiguió trabajo como empleada doméstica interna en una casa: “Laboraba día y noche. Haciendo de todo: limpieza, cocina, atender a una familia.”.
Después laboró en mantenimiento en una instalación en el desierto de Sonora. “Allí sí es el infierno. Temperaturas de 134 grados. Vivía regándome agua en el cuerpo. Estuve poco tiempo allí. No aguanté mucho”.
Trabajando en un gran hotel
Griselda se trasladó a Las Vegas, Nevada. Entró a trabajar en limpieza de habitaciones en el hotel Imperial Palace. “A uno le asignan cierta cantidad de habitaciones y tiene que limpiar bien, arreglar bien en un tiempo límite. Si alguien no los terminaba, lo corrían. Era un trabajo duro”. Pero se quedó allí durante 15 años, formó una familia.
Finalmente dejó ese empleo porque el dolor de un pie le hizo imposible continuar. “Se camina muchísimo, todos los días, por todas las habitaciones. Me tuve que hacer una cirugía”, cuenta.
Y durante la convalescencia nació una oportunidad: crear su propio restaurante. “Mi hija dijo: Mamá pongamos un restaurante. Usted sabe cocinar muy bien y aquí no hay comida guatemalteca. Podría funcionar”.
Pero no se crea que fue tan sencillo. No tenían dinero para ese proyecto, pero tampoco podía volver a su trabajo anterior. Tomó la decisión de apostar todo a aquel proyecto (Total, estaba en Las Vegas, pensé mientras la entrevistaba).
El gran sueño de su restaurante lleva dos décadas
“Vendimos la casa y con ese dinero comenzó nuestro restaurante.” Griselda confiesa que logró venderla a buen precio. Y después pudieron adquirir otra cuando los precios cayeron por la burbuja económica de 2008. Y así nació El Buen Sabor, literalmente. Primero se llamó El Buen Gusto, pero tuvieron que cambiarlo.
“El Buen Sabor siempre está aquí, la amabilidad es la misma: y sigo aplicando la sazón guatemalteca aprendida de mi mamá y con mucho orgullo por nuestros platillos. Somos el único restaurante guatemalteco en Las Vegas”.
El primer menú era sencillo: carne asada, bistec, pollo. “Nos fue muy bien.” Un día se le ocurrió poner un anuncio en Telemundo. “Cuando puse el primer anuncio, esto se me llenó.No alcanzaba la comida y tuvimos que preparar más”.
Desayunos, almuerzos y cenas chapinas en Las Vegas
Hoy el menú abarca más de 90 platillos, entre los que destacan: revolcado, pepián, chuchitos, garnachas, chiles rellenos, longanizas, tamales de chipilín, atol de elote y refrescos naturales de tamarindo o mora.
Y si hay algo que Griselda nunca pierde, es su energía y su chispa. “A mí me encanta el negocio. También me ha gustado hablar ante el público. Admite con humor que su inglés no es perfecto: “Me encanta el inglés, pero nunca tuve chance de ir a una escuela. Eso sí: si me enojan, también les contesto en inglés.”
Uno de los grandes atractivos de El Buen Sabor son los desayunos chapines: “Les encanta a los americanos, también a personas de otras nacionalidades. Vienen acá porque les encantan los frijoles volteados, con crema, queso, plátano frito, y si gustan un pedazo de carne adobada o asada, con buen café”. También hay algunos platillos salvadoreños y tacos mexicanos, para complacer a todos los gustos.
Griselda Cifuentes inspira exclamaciones de alegría y nostalgia en sus comensales, pero su historia despierta admiración por su valentía, trabajo y amor por Guatemala. Su restaurante no es solo un sueño: es una realidad saborea la memoria de una patria siempre presente en el corazón.
El sabor guatemalteco no tiene fronteras
