El robo del Niño Dios es una práctica tradicional guatemalteca que combina espiritualidad, cultura popular y convivencia comunitaria. ¿Qué tanto sabes de ella?
La Navidad se acerca y con ello el “robo del Niño Dios”, como se le conoce a una de las antiguas tradiciones guatemaltecas. Aunque actualmente es menos común, esta tradición tiene raíces profundas en el país, especialmente en regiones del occidente como Totonicapán y San Juan Comalapa.
Durante las festividades de Navidad, una persona o grupo “roba” la figura del Niño Jesús de un nacimiento, generalmente durante una visita el 25 de diciembre. Este acto no tiene fines maliciosos; quien toma la figura se compromete a devolverla posteriormente, organizando una fiesta en su honor. Este evento incluye música, comidas típicas como tamales y atol, y, en ocasiones, procesiones que simbolizan el retorno de la figura a su hogar.
La entrega solía realizarse en días específicos, como el domingo previo al primer viernes de Cuaresma, lo que marcaba el fin de la celebración. En algunos casos, la devolución ocurría hasta un año después, transformando la actividad en un evento de comunidad y celebración extendida.
Aunque no existe un registro claro sobre el inicio del robo del Niño Dios, se sugiere que pudo haber surgido durante la época colonial. Algunos relacionan la tradición con el pasaje bíblico en el que Jesús es encontrado en el templo después de haber estado “perdido” por tres días según pasaje bíblico de San Lucas.
Otros indican que la práctica ganó popularidad tras la Reforma Liberal de 1871, cuando la religión popular tomó más protagonismo en ausencia de órdenes religiosas
Esta tradición ha ido desapareciendo con el tiempo debido a varios factores, como el cambio en las costumbres religiosas, la influencia de otras culturas, y, lamentablemente, el aumento de la violencia que ha generado desconfianza entre comunidades. En la actualidad, el “robo” se realiza entre amigos y familiares de confianza, manteniendo el espíritu festivo pero en menor escala.
Aunque ya no es tan común, esta tradición sigue viva en algunas comunidades y continúa siendo un ejemplo fascinante de las expresiones culturales de Guatemala.