Originario de Mazatenango, Suchitepéquez e hijo de sastre, Jorge Tello lleva lleva casi 4 décadas de elaborar trajes de charro para artistas de música regional en Los Angeles: un arte emblemático por el cual incluso le han llamado "el guatemalteco más mexicano".
Talento guatemalteco sin fronteras
“Mi papá era sastre y desde pequeño me enseñó el oficio”, relata Jorge Tello, migrante guatemalteco, originario de Mazatenango, radicado en Los Angeles desde mediados de la década 1980.
“Papá no hacía trajes completos, sino pantalones, pero un amigo de él me ofreció enseñarme a hacer sacos”. En aquel momento, Jorge nunca imaginaba que aquella sería la base de un talento que le haría florecer tan lejos y con un arte tan específico, tan emblemático y tan mexicano.
La Casa del Mariachi se llama su taller y además muchos le conocen como El Maestro, aunque él con humildad dice que solo es un hombre trabajador, dedicado a su oficil y respetuoso de un símbolo cultural internacional mexicano, pero que todo se lo debe a su ser guatemalteco.
El migrante guatemalteco ha confeccionado trajes a muchos cantantes de música regional mexicano, pero también a intérpretes de otros géneros como el tenor Plácido Domingo, el guitarrista Carlos Santana. “El gusto por el arte del traje charro abarca también a cantantes de rock que vienen encargar piezas para su uso personal o en conciertos”. Además ha hecho indumentaria para películas.
Es tanto su prestigio y conocimiento de este emblemático traje que también le han llamado “el guatemalteco más mexicano”.
Mazateco de corazón
“Soy guatemalteco, puro mazateco. Mi mamá era ama de casa. Todavía vive y vine a visitarla a Guatemala. Mi papá era sastre. REcuerde que antes cuando uno quería un pantalón lo más usual era ir donde el sastre a encargarle uno. Ser sastre era un trabajo muy demandado y estable. Eso cambió porque hoy muchos pantalones de vestir se compran ya hechos”.
Los consejos de su padre siguen en su memoria y en sus manos: “Me decía que todo había que hacerlo bien. Desde la orilla del ruedo para que no se deshilachara, luego pegar bien los botones, hacer rectos los hojales, tomar bien las medidas, cortar bien”, relata. “Y a veces me decía: fíjate bien, con una palmada”.
Un diálogo que marcó rumbo
Al llegar a Los Angeles, Jorge empezzó a trabajar en un taller de sastrería. “Lo primero que me tocó hacer fueron piezas de sacos: hacía las bolsas, colocaba la entretela, esos elementos que no se ven. Pero el dueño vio lo que hacía y me dijo: ¡Trabajas bien! (Sí, eran las raíces fuertes de la enseñanza paciente y con el ejemplo de su papá en Guatemala).
“Entonces me dio un saco completito para que lo terminara y lo hice. Ah, está muy bien tu trabajo, me dice. Y lo que me emocionó de verdad fue que un día un señor americano llegó a preguntarle al maestro: ¿quién hizo este traje? No se me olvida. Me felicitó y me regaló 10 dólares de propina, era mucho en aquel entonces”.
Después de unos tres meses surgió una oportunidad en un taller trajes de charro, aunque en el área de confecci´no básica.
Julio Vásquez, el dueño del taller le hizo una pregunta a Jorge. La respuesta dio el giro definitivo al camino que iba a tomar. Ese valor, ese atrevimiento, esa seguridad es la enseñanza más valiosa de la vida de Jorge Tello (dicho sea por quien entrevista).
– Oye Jorge ¿crees que puedes hacer este diseño?
– Sí, lo puedo hacer
– ¿Pero cómo si nunca lo has hecho?
– Pero ya ví como se hace.
– ¿Será que puedes?
– Hazme la prueba, dame la oportunidad y te demuestro lo que puedo hacer.
Y el resto es historia…
"¡Gracias a Dios!"
Jorge, sentado en casa de su hermana en la zona 18 de Guatemala, a donde vino a visitar a su mamá (de 92 años) cuenta: “Aprendí al ojo y al ojo nada más. El traje charro es un arte muy minucioso y siempre diferente. Hay que hacer muchos diseños y estilos de diseños, las grecas son esos adornos que van de lado. Son diseños inspirados en lo azteca y luego viene la botonadura que puede ser de plata cuando el traje es de gala. Hay grados de elegancia”.
Hay trajes que pueden llegar a costar 5 mil dólares, por los materiales que se utiliza. “El artista trae una inspiración, ideas de detalles y con eso yo le sumo otras para crear un diseño original, siempre original”, cuenta.
Cuando Jorge ve a un artista mexicano cantando con un traje suyo siempre se emociona. “ESe traje se hizo allá con tanto cariño, con pasión. A veces se me salen las lágrimas al ver hasta donde he llegado. En realidad, Gracias a Dios”.
El más guatemalteco sastre del traje charro mexicano
Jorge considera que em su sangre corre el espíritu de trabajo del chapín. “Tengo el valor de haber aprendido este trabajo de mi padre. Tengo el valor de personas como Luis Rojas, Antonio Rojas y Julio Vásquez. Y tengo el valor de ser guatemalteco que no le huye a ningún trabajo, a todo le entramos”.
En su taller ya hay más manos guatemaltecas y enseñar su arte es lo que más satisfacción le da. Jorge está evaluando la posibilidad de retirarse para darle paso a una nueva generación y poder venir a visitar más seguido a su mamá.
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