Mario Cabrera integra el equipo directivo de una de las 20 mayores farmacéuticas del mundo y está convencido de que puede haber más hispanos en altos puestos ejecutivos en EE.UU.
“En el camino se arreglan las maletas”, era el consejo que Mario Cabrera recibía de su padre cuando se avistaba una decisión grande, un cambio, una ruptura de la rutina para mejorar. “Así me enseñó a lanzarme, a atreverme, a confiar en mis capacidades para tomar una oportunidad y lo demás es aprendizaje”, expone el migrante guatemalteco que hoy por hoy dirige la división estadounidense de productos para mascotas de la farmacéutica alemana Boehringer-Ingelheim, una de las 20 más grandes del mundo.
"De todo se aprende, siempre"
Mario se marchó a Estados Unidos para estudiar una maestría; se había graduado de la escuela de agronomía Zamorano, de Honduras. “Mi papá me dijo: ya te pagué tu licenciatura, hasta ahí te puedo ayudar. Entonces busqué una oportunidad. Estudié en Kansas State y cuando estaba por terminar la maestría en administración y negocios, vine a Guatemala a buscar empleo. Era el año 1994. Lamentablemente no encontré buenas ofertas y no pagaban bien. Mejor regresé a Estados Unidos”.
Mario fue contratado por una empresa llamada Farmland, dedicada a productos para agroindustria. Él era agrónomo pero a la vez especializado en negocios. “Nos encanta tu perfil, necesitamos alguien que hable español para abrir nuestra oficina en Ciudad de México”, me dijeron . «Y así me fui dos años a vivir en México».
“Sí fue un empleo paro también una escuela. De todo se aprende, siempre. Con ellos aprendí sobre hidrocarburos, grasas, combustibles, por el tipo de productos que vendían. . También tenían una línea de concentrados para mascotas y animales de corral. Fabricaban embutidos. Cada vez debía conocer los productos, su fabricación, para poder vender mejor. Aprendí de todo. ‘En el camino se arreglan las maletas’, pensé”.
Los valores del éxito están en la raíz
«Quise regresar a EE.UU y empecé a trabajar a la petrolera Shell Pennzoil. “¿Cómo es que un mercadólogo sabe tanto de aceites y combustibles?, me decían. Tiempo después entré a trabajar en Sara Lee, en la industria de alimentos procesados. ¿Cómo es qué sabés tanto de embutidos?, me preguntaron.
Y luego estuve en Colgate Palmolive y Nestlé, en el área de mascotas. ¿Y cómo es que sabes tanto de nutrientes para animales? Pienso que todos podemos aprender tanto de lo que hacemos y aunque a veces uno se pregunte ¿para qué me va a servir esto?… la misma vida te responde más adelante”. (En el camino se arreglan las maletas).
“Mi papá era de Chiquimula, mi mamá era de la capital. Él era evangélico, piloto aviador; ella era católica, ama de casa y nos criamos en lo católico. Estudié en el liceo Javier, con los jesuitas, que te enseñan mucho del servicio, del sentido de responsabilidad. La diferencia de religiones nunca fue motivo de conflicto en casa: al contrario, se complementaron. Al final mi papá te enseñaba que se debe trabajar fuerte y que siempre se aprende de todo. Mi mamá decía que uno debía ser siempre servicial, ayudar a otros a aprender, a servir”.
"A los guatemaltecos nos cuesta aceptar lo mucho que valemos"
A lo largo de 30 años de carrera, Mario considera que son esos valores los que han guiado su desempeño personal y profesional. “Los hispanos tenemos esa calidez, compartimos ese sentido de solidaridad y de sentimiento que puede ser tan valioso en las empresas. Por eso participo en un programa de National Hispanic que impulsa el desarrollo de jóvenes liderazgos latinos en la industria. Sería excelente ver a más guatemaltecos en este nivel”.
Específicamente de los guatemaltecos dice: “Somos talentosos, somos trabajadores, tenemos ingenio, creatividad, ideas, alegría. Pero a menudo nos cuesta aceptar lo mucho que valemos. No nos podemos creer más que nadie, pero tampoco menos que nadie”, explica.
Esa manera de pensar le lleva a integrar equipos de éxito con altas metas, justo lo que destaca en él Boehringer Ingelheim como uno de sus altos ejecutivos.
“Mis raíces me abrieron camino en Estados Unidos. El respeto, trabajo fuerte, apertura al aprendizaje, humildad y a la vez la búsqueda constante de mejora que me enseñaron mis padres, son los que siguen marcando mi camino en la industria de Estados Unidos”, concluye.
El viaje continúa y las maletas (de experiencias, aprendizajes, redes de trabajo, proyectos, alegrías, desafíos…) se siguen acomodando.