Migrante, madre y emprendedora Vanessa Medina construyó futuro a partir de sus memorias de cocina en su natal San Manuel Chaparrón, Jalapa. Su restaurante Mrs. Taco encanta con sabor multicultural en Minnesota.
Las enchiladas chapinas, el chile en escabeche, los taquitos tostados con su salsita y los frijoles volteados invitan a pensar que estamos en una plaza de Antigua Guatemala o a un mercado de Jalapa. Pero estamos en Mrs. Taco, el restaurante de la emprendedora guatemalteca Vanessa Medina, en Minnesota: ella convirtió la comida de casa en refugio, sustento y crecimiento.
Nada de esto fue planeado. Mucho menos idealizado. Mrs. Taco nació cuando la vida se cerró por todos lados y la cocina apareció como el único lugar seguro. “Los chiles rellenos me salvaron la vida”, exclama Vanessa, al referirse a que durante la pandemia, cuando se quedó sin trabajo, fue ese antojito chapín el que le proveyó de sustento. Y esta es su historia.
Una crisis personal le marca el camino a la cocina
Vanessa nació en San Manuel Chaparrón, Jalapa, y creció entre agricultura, ordeño de vacas y una familia acostumbrada a madrugar. “Crecí ordeñando vacas”, recuerda. Estudió secretariado y a los 19 años emigró a Estados Unidos. Por supuesto, el primer golpe de realidad, fue el idioma. “El idioma fue uno de los principales obstáculos el primer año. Nada de lo que aprendí de inglés funcionaba. No entendí nada y tuve que empezar de cero, a comprender, hablar y seguir avanzando”.
Su primer trabajo fue en la cocina de Red Lobster, una cadena de mariscos donde empezó “vistiendo platos”, asegurándose de que todo luciera prefecto. “En Guatemala nuestra cultura es ir a la escuela, para luego ver en qué trabajas”, explica. Pero en Minnesota la cocina se volvió escuela, ingreso y aprendizaje. Durante casi dos décadas, su vida laboral estuvo ligada a restaurantes y hoteles. “Mi carrera acá ha sido la hospitalidad”.
Pero un punto de quiebre llegó en 2019. Un divorcio la dejó sola frente a una realidad implacable: dos hijas, una entrando a la universidad y otra aún niña, una casa que pagar, cuentas que no daban tregua. “Problema tras problema. Trabajaba jornadas largas, iba sosteniendo el hogar, pero a la vez sentía que estaba perdiendo algo irrecuperable: el tiempo con mis hijas y para mí ser mamá es la carrera más importante de mi vida”, dice sin dudar.
Chiles rellenos al rescate, en plena pandemia
Para colmo, llegó la pandemia. El covid cerró trabajos, apagó ingresos y la dejó en una encrucijada. “Yo era la única entrada económica para mi familia. No sabía qué iba a hacer”. En ese encierro, la cocina fue su refugio, aunque al inicio, muy hermético. “La forma en que yo me desestreso es cocinando y limpiando. Cocinaba de todo.”, confiesa. Era una manera de ordenar el caos. (En psicoanálisis, la comida suele significar amor y afecto).
Vanessa cocinaba todos los días, pero solo comían algo y lo guardaban. “Cocinaba demasiado y fue mi hija mayor quien un día me dijo. Mamá, el refrigerador está lleno de comida guardada. ¿Quién se la va a comer? ¿Por qué no la vendes?” (¿Venderla?, pensó Vanessa) (¿Por qué no?)
Un antojo tradicional guatemalteco fue el inicio de una reinvención personal. “A mí los chiles rellenos me salvaron la vida en el 2020”, afirma sin dramatismo. Una vecina salvadoreña, Ana, fue clave: la animó, la acompañó, madrugó con ella. Compraban al mayoreo, cocinaban desde las cinco de la mañana y después entregaban los pedidos. Vanessa no lo esperaba, pero la respuesta fue una luz. “Cuando vi que la gente volvía a pedir comida y decían que les había encantado, pensé: sí va a funcionar”.
“Yo no me considero chef, soy cocinera: porque cocino las recetas que hacía mi abuelita y mi mamá allá en San Manuel Chaparrón, Jalapa. Son platillos populares guatemaltecos, que yo llevaba en la memoria pero que nunca había visto coma una ruta para salir adelante. Hasta que lo necesité”.
En 2022, Vanessa abrió su propio local: “Sabía que la comida guatemalteca era casi desconocida en Minnesota. Nadie sabía qué era una garnacha o un chuchito” (ni un taco tostado, ni frijoles volteados, ni chiles rellenos ni chile en escabeche) recuerda. Pero el nombre fue estratégico: Mrs. Taco. El taco atraía. Guatemala se descubría adentro con su sabor múltiple.
Mrs. Taco: fascinante fusión de culturas y sabores
Hoy, Mrs. Taco ofrece comida guatemalteca, mexicana, salvadoreña y recientemente, hondureña. “Nunca faltan los tamales chapines, la yuca con chicharrón”, cuenta Vanessa, quien disfruta de contar historias a los comensales. Historias de su pueblo, de la vida en los pueblos de Guatemala. “No solo vendemos comida, vendemos cultura, memorias, amor, horas, energía”, dice. Para ella es importante que la gente sepa que Guatemala existe y brilla.
El éxito no es fácil. Vanessa trabaja jornadas que empiezan a las cuatro de la mañana y terminan pasada la medianoche. “Yo empecé con doble cero en mi cuenta”, aclara. “Mi abuela Elena era panadera y siempre decía que todo se debía preparar con calidad. Y mi mamá me decía: hacé todo bien, si vas a barrer, hacelo mejor que nadie”: pasado se hace presente y porvenir. ¿Y qué es el éxito? “El éxito es saber que lo que transmitís lo están recibiendo: cuando un cliente sonríe al probar un plato”.
“Yo no me baso en recetas, la cocina es sazón, cálculo, instinto, herencia, memoria”, Y en Mrs. Taco, cada enchilada, cada chile en escabeche, confirma que a veces la cocina más sencilla, la de casa, puede ser el lugar exacto donde una migrante conecta con un mundo sin fronteras.
Tesoro cultural guatemalteco en Minnesota
