Artista guatemalteco Josué Morales Urbina residente en New York, sorprende con sus instalaciones elaboradas a partir de materiales muy simples pero que se convierten en reto a la imaginación.
Nacido en Ciudad de Guatemala y radicado en Nueva York, Josué Morales Urbina es un artista de instalación que ha hecho del desarraigo un territorio creativo. Su obra indaga en el “desplazamiento transcultural”, la “impermanencia de la memoria” y la “búsqueda de pertenencia”.
Estos temas que emergen de su experiencia como “third culture kid”: alguien que creció entre dos culturas y que se ve influenciado por ambas, como si estuviera entre dos fronteras en un territorio neutral: “Mi práctica artística es mi hogar… y creo arte para construir un lugar para mí mismo”, dijo en una entrevista.
Morales Urbina utiliza materiales efímeros —como café, miel, pan, cáscaras de mandarina o pajillas— para construir mundos sensoriales y poéticos. “Pienso en el material junto a mis recuerdos de infancia”, explica. “El arte de instalación me atrae por la alquimia y las coincidencias que ocurren durante el proceso; es maleable, impredecible, y me permite activar no solo la vista, sino también el olfato, el tacto y el sonido”.
Esa relación táctil y a la vez multisensorial con la materia proviene de su niñez en Guatemala. “Mi abuelo era arquitecto y me llevaba a las obras; me fascinaba tocar los materiales, sentirlos. Una vez casi pierdo el dedo meñique al cortar una lámina de metal”, recuerda entre risas.
También evoca a su madre, feliz entre los ingredientes de su cocina: “Su cocina era un laboratorio; de ella aprendí el gozo de transformar las cosas comunes”.
El artista guatemalteco convierte esos objetos cotidianos —pajillas, pan blanco, café, hula hoops reciclados— en protagonistas de sus instalaciones. “Hay poesía en los materiales ordinarios… Son parte de la vida doméstica y de la identidad de quienes venimos de comunidades (migrantes) minoritarias”, señala. “Nosotros queremos vernos grandes, visibles; lo mismo hacen los materiales que uso: dicen ¡Mírame, existo!”.
En obras como Meliflua (2023) o Ikigai (2024), Morales Urbina aborda la tensión entre lo natural y lo artificial, entre la memoria y la modernidad. La primera parte de su inspiración proviene de un panal de miel de su infancia; la segunda, del aroma de la “manzana rosa”, una fruta guatemalteca cuyo olor “parece una rosa, pero es una fruta”.
Para el guatemalteco Josué Morales Urbina cada instalación es una exploración de la “fragilidad del recuerdo y la belleza de lo efímero”. Añade: “El arte de instalación debe desaparecer y volver a existir —dice—. Como la memoria, se disuelve, pero deja huella”.
Con residencias en Skowhegan, Vermont Studio Center y el Textile Arts Center de Brooklyn, su trayectoria fue reconocida con el Jersey City Arts Council Fellowship 2024 y en este octubre 2025 finalizó una exposición de sus instalaciones.
En cada pieza, Josué Morales Urbina crea un espacio donde lo sensorial se encuentra con lo emocional: una casa hecha de memoria, materia y luz.
Creatividad artística guatemalteca sin límite













