Rony Mejía regresó a vivir a Estanzuela después de tres décadas en USA, pero su pueblo nunca salió de su corazón. Como migrante apoyó causas benéficas y ahora sigue floreciendo, construyendo y aportando en su tierra.
Durante 30 años, Rony Alirio Mejía soñó con volver a casa. Su vida en Chicago fue larga, productiva y llena de aprendizajes, pero su corazón —como el de tantos migrantes— nunca dejó de latir por Estanzuela, Zacapa. -Se marchó por la precariedad económica y la falta de oportunidades.
“Viví 30 años en la ciudad de Chicago, pero siempre supe que regresaría. Era un ciclo que tenía que cerrar”, recuerda con serenidad. En 2025 cumple seis años de haber vuelto a su tierra natal, decidido no solo a vivir, sino también a construir futuro.
Superación para la excelencia y el servicio
En la Unión Americana, Rony fue un hombre de trabajo constante. Llegó en 1989, en tiempos difíciles, con una mezcla de incertidumbre y esperanza. “Fue muy duro. El idioma, la cultura, el ritmo de vida… todo era distinto. Allá hay más desarrollo, pero también más soledad. Aquí hay menos recursos, pero más hermandad”, dice.
En Chicago trabajó dos décadas en una empresa de bombas hidráulicas —“fabricábamos equipos capaces de mover el agua de un edificio de cien pisos”— y también tuvo la oportunidad de servir en el Consulado de Guatemala, desde donde impulsó proyectos comunitarios y culturales.
Su compromiso con la comunidad guatemalteca fue profundo y constante. Fundó y participó en organizaciones como CERC (Comité Estanzueleco Residentes en Chicago), Luces (Latinos Unidos Chicago Estanzuela) y Diáspora Guatemala USA, además de fundr la emblemática Marimba Ixchel, integrada por hijos de migrantes que llevaron los sones del país a escuelas, museos y conciertos.
“La marimba fue nuestra bandera. Tocábamos para decir que Guatemala seguía y sigue viva en nosotros los migrantes”, recuerda.
Altruismo sin interés
Pero su espíritu de servicio no se quedó en la nostalgia. Desde el norte, Rony gestionaba becas, sillas de ruedas, ropa y equipos auditivos para escuelas y familias necesitadas.
“Entre varios paisanos ayudamos cuanto pudimos a Estanzuela. A veces con lo poco que se lograba reunir, pero con cariño. Mandábamos fondos para becas a favor de estudiantes talentosos, computadoras, ayudas para bomberos, hasta andadores y muletas para convalescientes o personas con discapacidad, también en tiempos de desastres enviábamos donativos”, cuenta.
No lo hacían para lucir ni para presumir, aclara, sino con el único fin de servir. Para él, el trabajo comunitario era parte de su identidad: “Soy técnico en desarrollo de comunidades. Llevo en la sangre el deseo de servir.”
Regresar para florecer y generar oportunidades
Esa misma vocación fue la que, con el paso de los años, lo hizo mirar cada vez con más fuerza hacia su amada Estanzuela. “Sentí que era necesario venir a darle algo a la comunidad. Teníamos las tierras, el recurso, la experiencia y los conocimientos y quise ayudar a aliviar la preocupación de vivienda que tiene tanta gente.”
Así nació su proyecto de desarrollo urbanístico en Estanzuela, una apuesta por generar empleo de calidad y ofrecer lotificaciones residenciales con todos los servicios y cumpliendo especificaciones de calidad: agua, luz, drenaje, calles adoquinadas y áreas verdes. “Vine con la mentalidad de hacer las cosas bien, con licencias, con orden, como se hace allá en Estados Unidos”.
Su primer desarrollo, Torre Mejía 1, superó todas las expectativas. “Fue un tremendo éxito. Ver a las familias llegar, construir, soñar, es mi mayor recompensa.” Hoy vive en una de esas urbanizaciones, rodeado del paisaje que lo vio nacer y del impulso que él mismo ayudó a reavivar en su pueblo. “Estanzuela es un municipio pujante, lleno de trabajo y de gente buena. Aquí me siento realizado.”
Sigue escribiendo una historia de generosidad
Rony también ha mantenido viva su faceta de escritor. Ha publicado cuentos y ganado premios literarios locales. “Tengo un libro que se llama Momentos y palabras, y otro en camino: Domus 7 y otros cuentos. Escribir es otra forma de construir, pero desde el alma.”
Esa convicción por las letras florece a través de su contínuo apoyo. “Ahorita tengo seis niños becados. Se van a graduar dos este año. Les damos una ayuda mensual y también materiales didácticos. Son 150 quetzales al mes, que tal vez no es mucho, pero para ellos significa la posibilidad de seguir aprendiendo.”
A esa iniciativa la llamó Estanzuelarse, un juego de palabras que también refleja su filosofía: un programa de responsabilidad social comunitaria inspirado en su tierra. Su satisfacción más grande ha sido ver frutos: jóvenes que estudiaron gracias a las becas ahora trabajan, incluso uno de ellos como ejecutivo bancario en la capital.
“Eso es lo más lindo: ver que los muchachos progresan, que las niñas ya no tienen que dejar la escuela para ir al campo. Que la vida les da una segunda oportunidad.”
También sigue aprendiendo, todos los días
Pero no solo ayuda a que los niños y jóvenes estudien, él mismo se puso a estudiar en la universidad. Estando aún en Estados Unidos comenzó la carrera de Licenciatura en Gestión y Administración Pública, con un programa en linea de la Universidad Mariano Gálvez. Se graduó y con ello su compromiso de servicio sigue en expansión.
Rony Mejía es un ejemplo de cómo los sueños migran, pero también regresan. De cómo el conocimiento adquirido en el extranjero puede transformarse en desarrollo local. “Mis sueños los cumplo a diario, dice con una sonrisa. “No vine a descansar. Vine a construir. Vine a devolver. Y eso, para mí, es el verdadero éxito.”
Guatemaltecos nunca se olvida de sus ideales













