Ser migrante es ruptura, vuelo, salida, llegada, descubrimiento, esfuerzo, memoria lejana: eso y más dice el poema Emigrar, de la escritora guatemalteca Valia Zipfel, escrito en mayo 2025 y compartido con motivo del Día Internacional del Migrante.
Valia Zipfel es una migrante guatemalteca de éxito en Los Angeles. Pero ese éxito está hecho de adversidades, angustias, incertidumbres y también nuevos caminos. Comunicadora, escritora y coach, Valiz Zipfel lleva la poesía en el ADN. Escribió este poema EMIGRAR, en mayo 2025 y lo comparte con los lectores de SoyMigrante.com con motivo del Día Internacional del Migrante.
Cualquier parecido con otras realidades, no es casualidad, es empatía, es hermandad y luz.

Emigrar, por Valia Zipfel
Emigrar
es morir en vida
para volver a nacer.
Es dejar atrás a quien fuiste,
sin la fuerza que te daba tu tierra,
sin las costumbres
que daban sentido a tus raíces,
sin tu acento y sus modismos,
sin tu gente y sus matices,
tratando de no perderte en espejismos.
Es colgar los recuerdos
como fotos viejas en la memoria,
que te recuerdan tu verdad
para aferrarte a quien sos
y no olvidar tu historia.
Nadie elige exiliarse por capricho ni placer,
nadie deja todo por un sueño sin sentido,
por ambición vacía o por el ego subido.
Se parte, se deja lo conocido
para proteger,
para defender,
para no perder,
a veces un ideal,
o para no dejar de creer,
para resistir
o mantenerte con vida.
Porque para muchos
no se trata de dinero,
pues muy bien sabemos
que lo material es pasajero.
Se emigra para romper cadenas,
irte de donde fuiste callado,
de donde fuiste ignorado,
de donde aprendiste a tener miedo,
para sanar esa herida
de enterrar lo que nunca dijiste
pero te sigue doliendo.
Emigrar es cambiar de piel,
desgarrarse el alma,
pedir a gritos un nuevo inicio,
un poco de calma.
Es entregarse a la soledad
que cada noche te acompaña.
Es existir en un lugar
donde nadie te conoce en realidad,
ni te espera, ni te nombra,
ni te alienta, ni le importás.
Es ver la misma luna
en paisajes tan distintos
y saber que, aunque de lejos, ella alumbra
también a tus seres queridos.
Para algunos, emigrar es cobardía,
locura quizás;
para otros, es osadía
y tal vez un poco más.
Mas dejar todo lo que tanto se ama
no es más que un acto feroz de valentía.
Es renunciar a lo fácil.
Es resistencia.
Es soportar la violencia
de quien no te acepta,
y la frialdad de quien, como vos,
cruzó fronteras pero lo olvidó,
se vistió con otro acento,
cambió su apellido, su aspecto
y eliminó su pasado
en un país adoptado
como si ser de donde es
fuera un pecado.
Emigrar duele y a veces
abre más profundas las heridas,
esas que viniste a sanar,
aun sabiendo que en un segundo
todo podría cambiar.
Pero como migrante
también se llega a ser fuerte,
a ver las cosas de frente,
a esperar lo mejor,
a no dejarte vencer
aunque no pare de llover.
Porque no sos solo lo que duele.
Sos la prueba de que renacer sí se puede
y de que tu linaje es de hierro,
porque no te rendís,
porque, a pesar de las peores tormentas,
vos simplemente seguís.
Aunque camines con el luto del adiós,
cargás también la gloria en los pies.
Porque emigrar es caer y levantarse,
es reconstruirse sin manual ni red,
es ser puente donde antes hubo muro,
es hablar con la voz rota y aún así tener fe.
Nadie habla del reto
que representa emigrar;
nadie comparte cuando falta el aliento
o cuando la toalla se quiere tirar.
La procesión va por dentro
y, aunque sin reconocimiento,
sos un héroe en realidad
que lidera su propia vida,
pues encontró una manera
para poder avanzar,
encontrando fortaleza en una oración,
recuperando tu sonrisa con una canción
que te conecta a tu tierra
y revive la fuerza de tu decisión.
No escuches al que juzga desde lejos,
ni a quien, habiendo cruzado primero,
ahora esconde sus raíces por miedo… o ego.
No olvides que quien olvida su tierra
también olvida su reflejo.
Y vos no, no olvidás:
seguís en pie, defendiendo tus ideales,
construyendo un sueño a la vez.
Aunque tiemble tu alma, no retrocedés.
Aunque el mundo no te entienda, vos no cedés.
Aunque a veces todo pese, vos procedés.
A vos, que cargás con el duelo de la distancia
y con el deber de la constancia;
que madrugás sin promesas
y has vivido quizás en el olvido;
que mandás amor en remesas
nacidas en el sudor de tu frente
y en lo profundo de tu corazón;
que luchás sin testigos,
pero por una razón;
A VOS HERMANO MIGRANTE
yo quiero decirte hoy
que muchos reconocemos tu inmenso valor,
pues no viniste a esta tierra a esconderte
ni tampoco a robar:
viniste a renacer
y, sin cansancio, a trabajar,
a forjarte un mejor futuro
con honradez y honestidad.
Y si alguna vez
el miedo te susurra que ya no podés,
que nunca se te olvide
que hay un Dios que todo lo ve,
que recogé tus lágrimas como oro,
porque Él te abre camino
donde solo ves pared.
Él no te llevó tan lejos para verte caer.
Te llevó tan lejos para que pudieras saber
que incluso en tierra ajena,
cuando es Él quien te planta,
siempre vas a florecer.
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