En estos tiempos se debe aprender a tener una crianza para la resiliencia climática, con ello se debe educar a los niños para un futuro sostenible.
En un mundo cada vez más afectado por el cambio climático, enseñar a los niños sobre sostenibilidad, conservación y preparación ante desastres naturales se convierte en una prioridad urgente para las familias y comunidades.
Los fenómenos climáticos extremos, como huracanes, incendios forestales, sequías y tormentas, ya no son eventos aislados. Son parte de una nueva realidad que afecta a millones de personas en todo el mundo. En este contexto, surge una necesidad clave: educar a las futuras generaciones para que no solo comprendan los retos del clima, sino que también desarrollen habilidades para adaptarse, resistir y actuar con conciencia. Es lo que muchos llaman crianza para la resiliencia climática.
Esta forma de crianza no se trata únicamente de inculcar hábitos “verdes”, sino de formar niños y niñas capaces de enfrentar un entorno cambiante con herramientas prácticas y emocionales. Según expertos en sostenibilidad y pedagogía, comenzar desde casa es el primer paso.
Sostenibilidad desde pequeños
Una de las bases de la resiliencia climática es enseñar a los niños sobre sostenibilidad: cómo sus acciones afectan al planeta y cómo pueden tomar decisiones responsables. “Desde apagar la luz al salir de una habitación hasta entender por qué es mejor usar una botella reutilizable, cada pequeño gesto cuenta”, afirma Ana Marroquín, educadora ambiental.
Los juegos, los cuentos y las experiencias cotidianas son grandes aliados. Enseñar con el ejemplo es aún más poderoso. “Si los niños ven a sus padres reciclar, caminar más en lugar de usar el auto y cuidar el agua, aprenden naturalmente que esos comportamientos son valiosos”, agrega Marroquín.

Cultivar para comprender la tierra
El cultivo de alimentos es otra herramienta poderosa en la crianza resiliente. No hace falta tener un gran terreno. Un pequeño huerto en casa, en macetas o cajas, permite a los niños entender de dónde viene la comida, cuánto esfuerzo requiere y por qué es importante cuidar la tierra.
“Cuando un niño ve cómo una semilla se convierte en alimento, nace un respeto profundo por la naturaleza”, comenta Julio Estrada, agricultor urbano que ha trabajado con escuelas en comunidades rurales y urbanas. “Además, es una forma de prepararlos para el autoabastecimiento si alguna vez se enfrentan a una crisis alimentaria”.
Conservar para asegurar el futuro
La conservación de recursos naturales, como el agua, la energía y los bosques, es parte fundamental de esta educación. Mostrar a los niños cómo evitar el desperdicio, enseñarles sobre la biodiversidad de su entorno y llevarlos a parques o reservas naturales les permite conectar con el planeta de manera emocional y consciente.

Preparación para lo inesperado
La resiliencia climática también implica enseñar a los niños a prepararse para eventos extremos, sin caer en el miedo. Saber qué hacer en caso de un terremoto, una tormenta o una evacuación puede darles confianza y reducir su ansiedad.
“Los simulacros, los kits de emergencia, saber a quién llamar o dónde reunirse son temas que deben tratarse en casa con claridad y calma”, explica María López, psicóloga infantil. “La clave es informar sin alarmar, empoderar sin angustiar”.
Una tarea de todos
Criar para la resiliencia climática no es tarea exclusiva de padres y madres. Las escuelas, los gobiernos locales y las organizaciones comunitarias también juegan un rol crucial al integrar estos temas en sus programas, generar espacios verdes y fomentar la participación infantil.
“Estamos hablando de construir una generación que no solo sobreviva al cambio climático, sino que lo enfrente con soluciones”, concluye López.
En un mundo donde la incertidumbre climática es parte del día a día, educar con conciencia ambiental es más que una elección: es una necesidad. Criar con resiliencia es regalar a los niños la capacidad de adaptarse, cuidar y transformar el mundo que heredarán.
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