Símbolos mundiales del noviembre guatemalteco: unión de leyendas y artesanía con papel de china; de viento y trabajo en equipo. Los barriletes gigantes de Guatemala tienen poderoso simbolismo.
Cada 1 y 2 de noviembre, los pueblos de Sumpango y Santiago Sacatepéquez, en el departamento de Sacatepéquez, se llenan de color, papel, bambú y viento. Desde el siglo XIX —y según registros orales, desde mucho antes—, los habitantes elaboran barriletes gigantes como parte de la conmemoración del Día de Todos los Santos y de los Fieles Difuntos, tradición declarada por la UNESCO en 2020 como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad.
Más que una obra artesanal o un festival, el barrilete es un lenguaje simbólico que comunica la espiritualidad, la memoria colectiva y la identidad de un pueblo. Pero además ya han sobrepasado las fronteras patrias.
Y ese poder simbólico se puede atribuir a diez significados esenciales que encierra esta práctica ancestral y viva:
1. Puente entre el mundo de los vivos y los muertos
El vuelo del barrilete simboliza la comunicación con los antepasados. Según la tradición, el viento transporta los mensajes escritos en el papel hacia el cielo, estableciendo un lazo espiritual con los difuntos que regresan en noviembre.
2. Homenaje y acompañamiento a las almas
Los barriletes se elevan en los cementerios para honrar a los difuntos y acompañarlos en su visita. Su presencia llena de color y música el campo santo, convirtiendo el duelo en celebración.
3. Símbolo de identidad y cohesión comunitaria
Cada grupo de jóvenes y adultos se une durante meses para construir su barrilete, en un proceso que refuerza los lazos intergeneracionales y el orgullo por las raíces kaqchikeles de Sumpango y Santiago.
4. Lenguaje visual y político
En las últimas décadas, los barriletes se han transformado en murales de papel que denuncian la migración forzada, la violencia, la destrucción ambiental o el racismo. A través del arte, los pueblos expresan sus esperanzas y demandas sociales.
5. Obra artística efímera
Su elaboración combina ingeniería, estética y simbolismo. Algunos alcanzan más de 20 metros de diámetro y requieren de meses de trabajo, ensamblando bambú, papel de seda y cuerda, en un arte que desaparece con el viento.
6. Símbolo de resistencia cultural indígena
Mantener viva esta tradición es una forma de resistencia frente a la colonización cultural. El barrilete reafirma la cosmovisión maya-kaqchikel y su comprensión espiritual del mundo.
7. Oración al viento y vínculo cósmico
Para la espiritualidad maya, el viento representa energía vital. Elevar un barrilete es ofrecer una plegaria al universo, una forma de armonizar a la comunidad con las fuerzas naturales y los ancestros.
8. Escuela viva de saberes comunitarios
El proceso de construcción transmite valores, técnicas y conocimientos entre generaciones. Los niños aprenden no solo a volar un barrilete, sino también a construir comunidad y memoria.
9. Afirmación de paz y esperanza
Originalmente, los barriletes servían para ahuyentar los malos espíritus y proteger a los pueblos. Hoy, conservan ese sentido: elevarlos es pedir equilibrio, armonía y paz para los vivos y los muertos.
10. Símbolo transnacional de la identidad guatemalteca
En los últimos años, migrantes guatemaltecos en Estados Unidos han comenzado a recrear esta tradición en ciudades como Los Ángeles, Rhode Island y Nueva York.
Allí, los barriletes —más pequeños pero igualmente coloridos— se elevan en parques y comunidades migrantes para honrar a los familiares fallecidos en Guatemala, o a los que murieron en el camino migratorio.
En esos actos ceremoniales masivos, el barrilete vuelve a ser puente entre dos mundos: une el cielo y la tierra, pero también Guatemala y el norte, recordando que la memoria y la identidad viajan con el viento: no es solo un espectáculo, es el círculo del tiempo sobre el cielo.
Para finalizar unos datos breves
Los primeros registros escritos sobre los barriletes datan del siglo XIX, aunque su raíz podría ser prehispánica, vinculada con ceremonias agrícolas y rituales funerarios.
El festival de Sumpango se celebra formalmente desde 1899, y el de Santiago Sacatepéquez desde 1898, según documentos locales.
En 2020, la UNESCO inscribió la tradición como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad, reconociendo su valor artístico, social y espiritual.
En el extranjero, los barriletes migrantes se han convertido en un símbolo de nostalgia, resiliencia y conexión espiritual de las comunidades guatemaltecas dispersas por el mundo.
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