A los seis años, Arnoldo Estrada ya podía tocar marimba, pero como no alcanzaba el teclado, siempre le ponían un banquito de madera para poder percutir las teclas de una marimba en el barrio San Gaspar de la Ciudad de Guatemala.
Su abuelo Vicente, quien había tocado con los legendarios hermanos Hurtado de Quetzaltenango —de los primeros que hicieron giras de marimba en Estados Unidos a principios del siglo XX— le enseñó los primeros acordes. A los nueve años, Arnoldo ya tocaba con la marimba Xelajú junto a sus tíos.
Hoy, con 73 años y más de cuatro décadas de residencia en Chicago, Arnoldo sigue interpretando con pasión los clásicos que hacen vibrar a la comunidad guatemalteca en Estados Unidos: “Siempre nos piden Ferrocarril de los Altos, Luna de Xelajú, Noche de luna entre ruinas, Tristezas quetzaltecas… Y el cariño del público se siente, me emociona”, dice con humildad. “Estoy aquí para complacerles. Cualquier melodía que quieran, si la tengo en mi repertorio, se las interpreto feliz.”
Esta es la historia de Arnoldo Estrada, un pionero impulsor de la marimba en Chicago.
Arnoldo estudió en el Conservatorio Nacional de Música de Guatemala; es saxofonista también. Integró varias marimbas, entre ellas, Murmullo de la Selva, la marimba del maestro Cupertino Soberanis, la de la Fuerza Aérea Guatemalteca y dirigió la de la línea aérea Aviateca. Integró por ocho años la Marimba Orquesta Gallito, con la cual hizo varias giras a Estados Unidos. Pero en 1975 decidió quedarse en ese país: “Saqué el último compromiso que fue en Los Ángeles, y de ahí tomé el vuelo para acá, para Chicago, para comenzar un proyecto”, recuerda.
Poco a poco empezó a forjar su camino. Primero, con grupos pequeños. Luego, fundó la orquesta La Rebelión, conjunto que formó con músicos guatemaltecos y con el que acompañó a artistas como Bienvenido Granda y Daniel Santos en clubes nocturnos. “Ahí fue donde yo comencé a darme a conocer como maestro musical. Y ahí comenzó mi trayectoria.”
La marimba, sin embargo, siempre lo acompañó. Con esfuerzo y pasión, fundó dos marimbas orquestas y dos marimbas femeninas en Chicago. “Formé grupos de marimba con niñas y jóvenes, las cuales se fueron disolviendo porque, debido a sus estudios y sus carreras, se tenían que retirar”, cuenta el maestro.
“Una de ellas se llamó Perla Chapina”. Otra de las que más recuerda fue la marimba Oxicajá, formada gracias al apoyo de mujeres migrantes. “La colonia guatemalteca apoyó para traer una marimba guatemalteca de hormigo, pues entonces era difícil transportar una hasta USA. Se usaban otras marimbas de fábrica, pero no suenan igual”, cuenta.
Años después surgió Ixchel, otra agrupación femenina que, como su antecesora, difundió el folclore guatemalteco en espacios culturales de Chicago. “Dimos conciertos para público de todas las nacionalidades. Y les encantaba la marimba”.
Una y otra vez, Arnoldo instruyó a niñas, niños y jóvenes en el arte de la marimba. “Los papás guatemaltecos con niños y niñas me decían que les enseñara. Empezábamos con sones, luego con otros ritmos. A mí me encantan los 6×8. Luego crecían, se iban y venían otros más a aprender. Me encanta enseñar la marimba. En museos nos daban mucho espacio para presentarnos”, cuenta emocionado.
Con todo y su maestría, experiencia y arte, Arnoldo Estrada trabajó en diversas industrias como todo migrante guatemalteco. “Trabajé en fábricas. Una de ellas era una procesadora de metal donde se hacían ventiladores de hierro. Me levantaba tempranito para irme a la factoría. Al finalizar la jornada, si había presentación, entonces me iba a tocar con la orquesta o la marimba”, relata.
En la fábrica de ventiladores no ganaba mal, pero se retiró de ella tras una experiencia ajena. Así lo relata. “En esa fábrica se trabajaba con láminas de metal a las que había que hacerles cortes y agujeros con máquinas de golpe a presión. Un día, un trabajador que estaba en una máquina de esas tuvo un accidente: la máquina le cayó en los dedos y se los lesionó gravemente. Yo pensé: ‘Si eso me pasa a mí, ¿cómo voy a tocar la marimba?’. Y al poco tiempo renuncié para buscar otro trabajo”.
Don Arnoldo continúa enseñando y tocando. Su marimba sigue llevando el nombre Xelajú, en honor a sus raíces, a sus abuelos. “No quiero perder ese nombre porque es de familia.” Y ahora, son sus nietos quienes comienzan a tocar. “Yo, contento de enseñarles, de dejar mi legado… Ojalá que sigan.”, exclama.
Para cada presentación, Arnoldo transporta sus instrumentos, bocinas, micrófonos. “Tengo una gran esposa que me ayuda y me apoya en todo”. La música, la marimba y el amor por su cultura lo mantienen en pie. “El reconocimiento es bueno recibirlo en vida, porque ya cuando uno muere, ese reconocimiento ya no vale lo mismo. En 2024 recibió un homenaje por su trayectoria, el cual lleva en el alma”.
Un último recuerdo que refleja el amor de toda la vida de Arnoldo Estrada por la marimba: “En una ocasión, cuando tenía ocho años, me tocó ir a tocar con la marimba de mi abuelo, pero a los que cargaron el instrumento en el camión se les olvidó echar el banquito en el que yo me paraba. No había quien me sustituyera. Así que durante todo el concierto, un señor me cargó y me sostuvo mientras yo tocaba”.
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