La vida del migrante tiene aspiraciones y trabajos, dificultades y momentos en que se clama al cielo o se ayuda a alguien más. Esta Semana Santa puede ser para descubrir a Dios y ayudar a los demás a encontrarlo.
Por Guillermo Delgado, fraile dominico, espcial para SoyMigrante.com
En esta Semana Santa deseamos que todo lo bueno acontezca en la vida de nuestros connacionales guatemaltecos y centroamericanos que trabajan muy duro, fuera del terruño querido. Deseamos que el cielo se abra sobre ellos, para que allá donde se encuentren les abunde la paz.
Les recomiendo que no dejen de acercarse a los espacios de silencia y meditación que usualmente pasa en los templos. Estos son espacios únicos. Ya tienen bastante con el arduo trabajo como para no merecer estos tiempos de solaz.
A la luz de la pasión del Señor consideren el sacrificio y el dolor; junto a ello el cuidado de la vida interior.
El cuidado de la salud física
Cuando el dolor ya no es soportable las alternativas se acortan. Pero cuando somos insoportables para los otros, a los otros se les acortan las alternativas. Esa hora puede ser crucial.
Si tenemos salud demos salud. Es el mejor regalo que podemos dar. Para que cuando venga el dolor, no haya explosiones que impacten en los indefensos. Convirtiendo a los amigos y familiares en víctimas y nosotros en victimarios culpables.
Los terapeutas de la salud dicen que el mejor antídoto para contrarrestar los problemas de salud es la prevención. Eso es: cuidarse, cuidar a los otros, vigilar que nada extraño cerque los espacios que diariamente usamos.
El cuidado de la salud espiritual
El cuidado de la vida espiritual conecta con el terapeuta de la salud, sólo que la salud espiritual se lleva a otro nivel: Este es el interior.
Cuidar la vida interior es hacer flexible y moldeable la vida, de tal modo que la vida se acople a los momentos felices como a los momentos terribles.
Cuidar la vida interior nos hace fuertes. Tan fuertes, que la tempestad no nos derriba. Nos mueve eso sí; en cambio hace de nuestra alma, algo parecido a lo que ocurre con un arbusto que al ser movido por los vientos fuertes ensancha su tronco y se convierte en árbol robusto.
Sus ramas se mueven, pero no se quiebran: sueltan sus hojas, pero nunca su tronco leñoso. Así es la vida interior.