Por amor a su familia dejó un próspero empleo en Guatemala para poder reunirse ella y sus hijos con su esposo, radicado en Estados Unidos.
Por Alejandro Barahona*
Susana Madrigales de Montenegro, reside en Chicago, Illinois desde hace 25 años, es esposa de Jorge Montenegro con quien se casó en el año 1994 y con quien procreó a sus dos hijos, Douglas de 27 años y Eunice de 25 años.
Susana antes de migrar a Estados Unidos, trabajó en una prestigiosa empresa de suministros eléctricos durante una década. Llegó a ser subjeba del departamento de créditos y cobros. Su decisión de migrar se debió a que su esposo ya era residente de EE.UU., desde antes de casarse, por lo que luego de una reunión familiar que tuvieron en ese país, tomaron la determinación de que ella viajara y se instalara con él y así empezar una nueva etapa de vida.
“El dejar mis raíces, mi familia, amigos y cultura, fue un cambio drástico y muy difícil para mí, me costó años poder acostumbrarme a otro sistema de vida y a veces en ciertas épocas es difícil superar la separación de mis seres queridos”, cuenta Susana.
El idioma fue el primer obstáculo a enfrentar, sobre todo porque se le dificultó cultivar amistades al no saber comunicarse, sin embargo, decidió estudiar inglés y computación, lo cual le ayudó no solo socialmente sino para empezar a laborar.
Su primer trabajo en Chicago, ciudad donde se radicaron, fue en una fábrica que elaboraba sombreros de lujo, cuya técnica aprendió. Posteriormente pasó a áreas administrativas de oficina. Posteriormente comenzó a laborar enuna organización que apoyaba a familias de todo el mundo y a veces le tocaba cuidar a los niños migrantes de dicha entidad.
El sueño de algo propio
En mayo del año 2003, deciden con su esposo emprender su propia empresa. “Tomamos la decisión de iniciar nuestro propio negocio, porque mi esposo siempre soñó ser un trabajador independiente y como tenía su licencia de chofer de transporte pesado y yo tenía conocimiento administrativo, nos aventuramos a probar suerte”, dice.
Su negocio consiste en prestar servicios de transporte pesado, en específico trasladar materiales de construcción. No fue fácil, sobre todo por los requisitos legales, sin embargo, esta búsqueda de información les llevó a convertirse en experta en legislación de transporte, incluyendo requisitos de seguridad e impuestos que debían cubrir. Fueron contactando a las oficinas gubernamentales para cumplir con las exigencias legales.
No utilizaron ninguna asesoría profesional. Aún así lograron tener los permisos en dos meses. Dos décadas después prestan sus servicios a compañías de los estados de Illinois, Indiana, Iowa, Michigan, Missouri, Ohio, Minnesota y Wisconsin. Susana y Douglas efectúan cotizaciones, firman acuerdos de trabajo y empiezan con nuevos clientes. Douglas es el piloto y Susana se encarga de la facturación y cobros.
“Nuestro negocio tiene mucha demanda puesto que los materiales de construcción están siempre a la orden del día, logramos mantener nuestros clientes por las buenas referencias de nuestros servicios además de que somos puntuales y responsables”.
Cumplen con todos sus compromisos por convicción de calidad: “no tenemos jefes inmediatos y no estamos sujetos a horarios ni restricciones, y toda la familia puede contribuir”, dice Susana.
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La nostalgia por el país, efecto de la migración
Susana comenta que lo que más extraña de Guatemala es su familia, la comida típica, sus paisajes, naturaleza, el clima, los mercados; aunque tiene la oportunidad de viajar frecuentemente, la distancia siempre pasa factura.
“Definitivamente creo que los sueños se pueden alcanzar con determinación, esfuerzo, disciplina y trabajo, mi experiencia de vivir fuera de Guatemala ha sido buena, Estados Unidos me ha abierto oportunidades de progresar, aunque tuve que vivir al principio algunos años de soledad. Si pudiera regresar el tiempo, volvería a dejar Guatemala, porque he aprendido que en este país hay más desarrollo económico, más justicia, se respetan los derechos humanos y hasta los de los animales; hay más igualdad, pero eso no significa que nunca voy a dejar de extrañar y añorar una tarde de café en familia en mi Guatemala”, relata Susana.
En sus planes no está regresar a vivir a Guatemala, porque sus dos hijos han crecido en Estados Unidos y están acostumbrados a su cultura, a su método de vida y al darse cuenta de la diferencia de salarios, comparados a los de nuestro país, serían menos remunerados. “Por lo tanto, el irme significaría separarme de ellos y no quiero sufrir una segunda separación, además los veinticinco años que tengo viviendo acá me han hecho acostumbrarme a otro sistema de vida”, explica.
*Estudiante de Ciencias de la Comunicación, Universidad Rafael Landívar. Guatemala.