Cori se graduó de diversificado y luego emigró a Estados Unidos. Llegó a Houston, en donde comenzó a trabajar en limpieza y cocina de restaurantes. Le tocaban turnos de 10 de la noche a 6 de la mañana.
En 2000 se trasladó al estado de Alabama, porque había mejores oportunidades de remuneración. Sin embargo, cuando nació su hija mayor, Joslyn (tiene dos hijas) la migrante guatemalteca se preocupó por estar más tiempo con ella y el empleo no se lo permitía.
«Mi mamá me dijo, pon tu negocio, estás en el país de las oportunidades, yo te ayudo. Y así comencé una venta de joyas y de ropa típica. En Totonicapán ella tiene un pequeño taller de tejido, en donde se confeccionan muchas de las prendas, me las manda y yo las vendo aquí». La venta de joyería se llama San Miguel Arcángel y se puede ver en su perfil de Facebook.
Al comentarle que al distribuir productos textiles guatemaltecos en EE.UU. está generando plazas de oportunidades en su propia tierra, Cori se sorprende y sonríe. Su sencillez es grande. «Gracias a Dios nos ha ido bien, hemos tenido aceptación y migrantes de Guatemala y otros países nos buscan. Yo comencé distribuyendo solo por redes sociales y eso se retomó en la pandemia, pero participamos en los «flea market» (mercados de pulgas) como este de la Placita Díaz, y en diversas ferias culturales y eventos».