La presencia de los volcanes de Agua y Fuego marca el paisaje guatemalteco de una manera única e impresionante. Los nombres de dos elementos opuestos entre sí lo dice todo.

Desde las referencias prehispánicas tenían hombres opuestos en antiguo mayak kaqchikel: Hun Ajpú,  el de “Agua” y  Chi Kak, el de Fuego. El primero es recordado por la destrucción de la segunda capital de Guatemala, la noche del 10 al 11 de septiembre de 1541. El franciscano fray Alonso Ponce  relataba sobre el Río Guacalate: «A este río vino a dar el agua de la laguna del volcán que reventó y por allí fue a parar al Mar del Sur…». Por su parte, el franciscano Francisco Vázquez en su obra se refiere al actual volcán de Agua y a la correntada que bajó de sus faldas, proporcionando su nombre antiguo y etimología: “… con que en otro tiempo anegó la ciudad el  volcán  llamado de los naturales Hunahpú.
Tiene la figura de un cono, vestido hasta la cumbre de árboles siempre verdes Tiene al norte la Antigua Guatemala, tercera capital de Guatemala y al oriente el de Fuego,  que hasta la fecha sigue activo.
Por su cercanía a la ciudad colonial suele asumirse que es fácil escalar este cono, pero los montañistas expertos lo consideran de categoría de mediana dificultad: es decir, no apto para principiantes y mucho menos para quienes nunca han subido un volcán. “En todo caso se necesita siempre de un guía local o de un escalador que conozca la zona pues hay personas y grupos que a veces se extravían”, explica Luis Galindo, guía de montañas.

El gigante inquieto

El volcán de Fuego ha tenido múltiples períodos de actividad a lo largo de los siglos.  Es por eso que su figura ha cambiado muchas veces. Por ejemplo, según datos del Instituto Nacional de Sismología, Vulcanología, Meteorología e Hidrología, Insivumeh, hacia 1932 tenía una figura aguda, que se derrumbó al impulso de la emisión de gases, lava y cenizas, calculándose que su altura observada y medida después de esta erupción, descendió cerca de 80 metros.

De hecho, entonces se formó un enorme cauce de varios kilómetros de extensión y visible desde lejos. A esta formación se le conoce como Barranca Honda, a la cual  han llegado y permanecido en estado ardiente, por mucho tiempo, las lavas del volcán. 

Su más fuerte y mortífera erupción reciente ocurrió el 3 de junio de 2018, cuando una fuerte nube piroclástica y un flujo de lava incandescente sepultó la aldea San Miguel Los Lotes. No obstante, desde entonces se mantienen explosiones de moderadas a fuertes, por lo cual las visitas turísticas son periódicamente restringidas para resguardar la seguridad de los montañistas.

“Es usual verlo desde la llamada “horqueta”, un relleno natural entre el volcán de Acatenango, inactivo y el de Fuego, pero siempre hay que tener todas las precauciones y la ayuda de un guía experto”, agrega Galindo.