Originario de Coatepeque, Quetzaltenango, Walter Villatorio abrió, a fuerza de canciones, un camino que le lleva lejos. Cantante, compositor, cineasta y migrante, su vida podría parecer el emocionante guión de una serie de TV
El Mariachi Migrante Guatemalteco
Incontables conciertos, grabaciones y 23 películas forman parte del trabajo musical, creativo y cinematográfico del migrante guatemalteco Walter Villatoro, radicado en San Diego desde hace más de 30 años. Sus producciones son de temas policiales, violencia delictiva y contextos de campo, grabadas en localidades de Guatemala en las cuales nunca sobra un héroe, a menudo interpretado por Walter.
Pero el cine no llegó primero. La música ranchera fue su primera ilusión, vocación y trabajo: lo cual le dura hasta la fecha. Aunque está lejos ha compuesto canciones dedicadas a sucesos alegres o tristes, de Guatemala.
Así también a través de su fanpage de Facebook efectúa transmisiones para dialogar con sus más de 347 mil seguidores. Su historia tiene tantos matices sorprendentes que te la contamos como si fuesen sinopsis de capítulos de una producción transmitida por streaming.
Introduccion. Una voz cantante en San Diego
Walter canta en escenarios, en festejos, en teatros, clubes, restaurantes y también en línea. Es un don que aprendió de su padre. “Me han dicho que mi voz tiene un timbre especial, pero yo lo que más agradezco es el cariño de tanta gente”, exclama agradecido. “Mi gran alegría fue que aún pude llevar a mi madrecita a verme en varias presentaciones. Ella murió hace seis años.
Ahora se encuentra en la preparación de su nueva película. En 2022 presentó Pueblo Enfurecido, la cinta número 23 de su carrera, acerca de una comunidad que padece el azote de una banda de extorsionistas. “Creo que nos fue muy bien con ella. Casi todas mis películas las ha recibido muy bien el público popular”, dice.
Capítulo 1. Sin papá en Las Palmas
Al igual que muchos migrantes guatemaltecos, la pobreza marcó su infancia.
Walter nació en el caserío Monterrey, aldea Las Palmas, Coatepeque, Quetzaltenango. Su padre es trabajador de la finca La Florida. “Crecí en una niñez sufrida, llena de limitaciones. La mayor parte del tiempo no tenía zapatos, porque nos compraban un par cada año, por Navidad, pero ya sabe usted como es un niño, inquieto. A medio año ya andaba descalzo o con caites.
A veces sus padres iban a comprar alguna mercancía a Tapachula para revenderla en el mercado local. “Mi papá murió cuando yo tenía 11 años. La situación de mi familia se hizo aún más precaria. Mi mamá trabajó muy duro por nosotros”.
Capítulo 2. Un mariachi en la playa
Walter solía cantar en actos escolares. Pero por la pobreza tuvo que dejar la escuela. Soñaba con ser un cantante de mariachi, salir en la televisión. “A los 14 años un amigo de mis padres, que vivía en Tapachula, me recomendó para ir a trabajar a un pequeño bar, propiedad de un primo, en Puerto Madero. Me dieron la dirección, las instrucciones y llegué. Tenía un pequeño rancho en la playa”.
Sin embargo, los primeros días no fueron para cantar, sino para atender el bar de bebidas, llevar las cuentas de gastos y mercancías. Hasta que un día, él propio Walter fue a decirle a unos clientes, guitarra en mano. ¿Quieren que les cante unas canciones? Y desde entonces cada noche no le faltaban unos pesos ganados con su música. “Mira este chamaco cómo canta bien!, decían. Y Tenía anotadas en una hoja de papel las canciones que me sabía, pero poco a poco fui aprendiendo más”.
Capítulo 3. Con Coatepeque en el corazón
“Al hacer cuentas con el dueño del bar, sobraba dinero. Eso me lo gané yo, cantando”, cuenta Walter. Como a los tres meses regresó a Coatepeque a visitar a su mamá y entregarle parte de lo ganado. Un tío le preguntó de dónde había sacado tanto dinero.
Lo cuestiona. “¿De verdad te lo ganaste cantando rancheras?”
Sí. “Entonces sigue adelante, siempre con cuidado”. Walter recordaba cuando su papá a veces cantaba en las noches o en días de fiesta. “Creo que de allí traigo la voz y la pasión por la música”, relata Walter Villatoro sobre un momento decisivo en su vida.
Capítulo 4. Cada vez más lejos
“Fui y vine varias veces de Puerto Madero a Coatepeque. Pero decidí que quería ir más lejos. Me fui a Coatzacoalcos, Veracruz. Canté con un mariachi, luego me regreasaba a guatemala y de vuelta a México. Cada vez iba más arriba, después a Cordoba, Guadalajara y así hasta que llegué a Tijuana. Los mariachis siempre me agarraban aprecio porque yo era muy joven y a los clientes les gustaba mi voz. Cada vez que iba a regresar a Guatemala me decían que no me fuera. Temían que ya no volviera ja ja”.
Capítulo 5. Al otro lado de la frontera
“Tenía unos 16 años cuando unos gringos me dijeron que me podían cruzar el paso migratorio de Estados Unidos como si fuera su hijo. antes no era todo tan estricto como ahora. Me hablaron desde que yo iba en el bus, pero poquito antes de cruzar, me dio desconfianza y me les desaparecí entre la gente. Me escondí en un puesto del mercado y allí también estaba una muchacha escondiéndose de la policía mexicana. Ya tiempo después, yo mismo crucé el arenal hacia San Diego.”
Capítulo 6. Perlas, sueños y mamá
Con su voz y su guitarra Walter empezó a ganarse la vida en San Diego California a inicios de la década 1990. Luego lo invitaron a Los Angeles, pero no le gustó la vida allí. Regresó a San Diego, en donde llegó a integrar su primer mariachi “Perlas de San Diego”. “La vida del mariachi es bonita, te diviertes, te conocen, cantas con el corazón, vas a lugares que no te imaginas. Yo me he recorrido muchas ciudades de Estados Unidos, con mariachi o como solista. Gracias a Dios pude llevar a mi madrecita a que me viera cantar. Ella murió en 2017, pero estaba orgullosa de mí y yo agradecido por haberla tenido”.
Varias de sus películas hacen alusión a pasajes de su vida, vivencias de juventud y también sucesos noticiosos relacionados con violencia. Puede verlas gratuitamente en Youtube y en Facebook Watch
- Pueblo Enfurecido
- Buscando a mi papá
- Inocentes tras las rejas
- Tragedia en Guatemala
- Víctimas de tratantes
- La mordida del semáforo rojo
- La muerte anda en el norte
En la década 1990, Walter compró una cámara de viodeocasete, con la que empezó a hacer películas caseras que solía proyector para diversión de sus amigos y vecinos. En el año 2002 se mete de lleno en la producción de su primera película, que terminó siendo la segunda por otra producción inesperada.
Es esa pasión por producir historias la que le mueve, al igual que a otros cineastas guatemaltecos migrantes.
“Un señor me financiaba la película pero quería que la hiciera en homenaje a un su hermano que había fallecido. La hicimos. Después grabamos la historia de la familia de un migrante que fue masacrada. Eso en verdad ocurrió y él buscó venganza. Y nosotros la convertimos en película”.
Walter Villatoro sigue adelante. Siempre hay una nueva temporada para su ingenio cinematográfico y para expresar su constante aprecio a los migrantes de todas nacionalidades en Estados Unidos, pero especialmente los guatemaltecos.
“Todos los migrantes podemos destacar si nos aplicamos en nuestro sueño, si tenemos fe en Dios y confianza en nuestro talento. Yo he conocido a personas admirables en Estados Unidos y también en Guatemala a donde siempre me gusta regresar.