Desde California, la ingeniera y nanocientífica guatemalteca Susana Arrechea lidera proyectos de centros comunitarios digitales con electrificacion solar y alfabetización informática de mujeres indígenas. Esta es su historia.
Hasta el cambio más pequeño, incluso a nivel de moléculas, puede significar grandes diferencias, no solo en nanociencia sino también en educación y proyectos sociales: esa fue la conclusión a la que se llegó al final de la conversación con la ingeniera química y nanocientífica guatemalteca Susana Arrechea, quien vive y trabaja en Richmond, California en la investigación de desarrollo y aplicaciones de la energía solar.
Y su historia es la de una guatemalteca que encontró en la tecnología no solo una carrera profesional, sino un camino para acercar oportunidades de educación, desarrollo y tecnología a las comunidades rurales del país. Dirige proyectos de centros comunitarios digitales y alfabetización digital de mujeres indígenas, labor por la cual recibió en 2024 el Premio Princesa de Girona, en España.
Su pasión por la ciencia es enorme y son varios sus logros a nivel de química molecular para hacer más eficiente la generación de energía solar. Pero si se le pregunta por su mayor ideal, ella vuelve siempre dice: mejorar la vida de las personas. Y esta es su historia.
“Lo que hago por transformar las comunidades rurales de Guatemala a mí también me ha transformado”, dice Susana Arrechea.
De la química tradicional a la nanotecnología
Susana Arrechea estudió Ingeniería Química en la Universidad de San Carlos de Guatemala con la convicción de trabajar algún día en productividad industrial. El buscar becas en el extranjero descubrió un nuevo universo: la nanotecnología aplicada a la energía.
Con una beca desarrolló su maestría y doctorado en Nanociencia en España. Una inmersión total. “Era una química más profunda, enfocada en energía, pero todo a nivel de moléculas, en laboratorio”.
Pero descubrió allí algo que había normalizado en Guatemala: “La baja presencia de mujeres en ingeniería, es parte de una desigualdad estructural: talento hay, pero también muchas barreras para que esa inteligencia llegue a las aulas: se necesita que más niñas y jóvenes tengan oportunidades de aprendizaje”, explica.
Comenzó a trabajar en investigación para páneles solares y también su utilidad práctica. Ya no solo medía moléculas o celdas solares más eficientes; buscaba entender “cómo esta energía fotovoltaica puede llegar a las comunidades, no solo desde la parte técnica sino también social, económica y ambiental”. Fue ahí donde empezó a imaginar cómo la ciencia podía ser una herramienta real para el desarrollo, sobre todo de los niños y jóvenes, en Guatemala.
Nueva luz para las comunidades
En 2015 conoció a un grupo de innovadores en energía solar en Estados Unidos. Para 2016 ya colaboraba como voluntaria para llevar sus ideas a Guatemala. Tras visitar escuelas y comunidades, identificó una necesidad urgente: no había conectividad porque no había electricidad.
En 2017 lograron lanzar su primer piloto en Santa Rosa, con apoyo de Microsoft. Instalaron páneles solares para poder poner a funcionar un centro comunitario digital, en donde se dieron cursos a mujeres y niños sobre uso herramientas tecnológicas.
“De eso surge crear la empresa”, cuenta. En 2019 cofundó New Sun Road Guatemala (Camino del Nuevo Sol, podría traducirse) una organización dedicada a instalar sistemas solares y centros de acceso tecnológico en áreas rurales.
La conectividad salva vidas y genera futuros
El año 2020 —con todo y pandemia— se convirtió en un punto de inflexión. “A veces pareciera que uno va un poco adelantado… hasta que ya se tiene encima una situación adversa”, reflexiona. La crisis sanitaria hizo evidente lo que ella llevaba años diciendo: la conectividad es esencial para promover la salud, para educar a la comunidad y salvar vidas.
En ese año iniciaron los Centros Comunitarios Digitales en Alta Verapaz. Hubo una pausa durante la pandemia, pero hoy funcionan 30 centros, y Susana espera que pronto sean 50. Niñas, niños y mujeres acuden a ellos para aprender: ya han surgido vocaciones científicas en ese trayecto.
“Esperamos instalar 17 centros más en el siguiente año para llevarlos a comunidades en necesidad”, afirma Susana, consciente de que cada instalación abre puertas educativas, laborales y sociales para miles de personas.
Siempre guatemalteca
Aunque su trabajo la ha llevado a vivir en España y actualmente en California, su identidad nunca ha estado en disputa. “Yo florezco cuando estoy en Guatemala”, confiesa. Recuerda cómo, al regresar de un viaje reciente de apenas tres días por Guatemala, rompió en llanto al subir al avión: “Amo estar con mi familia y mis hijas, pero de Guatemala siempre me llevo todo en el alma: el olor, la humedad, el aire”.
De hecho, como migrante, cuenta que siempre extraña los sabores de la comida de su casa, las tradiciones de temporada y por supuesto el contacto con la familia. Pero ella lo que ha hecho es trasladar ese sentido guatemalteco a su propio hogar.
Sus hijas, de hecho, abrazan esa identidad. “A veces ellas mismas dicen ‘Yo soy guatemalteca’, y eso a mí me llena de orgullo”, cuenta con una sonrisa. Ese sentido de pertenencia será siempre marca su Norte. O más bien su Oriente, donde siempre nace el Sol.
Actualmente, Arrechea combina su rol en New Sun Road Guatemala con trabajo especializado en New Sun Road Estados Unidos, donde impulsa proyectos de integración energética usando inteligencia artificial.
“Tenemos una tecnología que ayuda a comunicar paneles solares, baterías, la red nacional y vehículos eléctricos para optimizar el uso de energía”, explica.
Su gran sueño: impulsar pequeños cambios para grandes resultados
Susana Arrechea piensa en el futuro con la misma valentía con la que ha construido su carrera. Cuando se le pregunta por su gran sueño, sonríe antes de responder con honestidad:
“Me gustaría hacer un impacto al país… en promoción de la ciencia y la tecnología, que haya más científicos en Guatemala, más ciencia aplicada, más desarrollo para las comunidades rurales, porque allí es donde cada vida que cambia, cada inteligencia infantil que se cultiva puede hacer una enorme diferencia”.
Y por eso, la conclusión, señalada al principio se confirma: Pequeños cambios pueden significar enormes diferencias de mejora en resultados.
Más inteligencia guatemalteca sin fronteras













