Migrante guatemalteca originaria de San Francisco El Alto, Totonicapán, es cofundadora de Tikal Café, que abrió en pandemia y que inauguró su segundo local en Nueva York, con un concepto vegetariano y ambientalmente amigable.
«Todos somos soñadores, pero no siempre llevamos a la realidad… La clave es perder el miedo, porque el miedo es el peor enemigo porque no te deja dar el paso adelante. Porque uno dice, peor si no me sale bien, peor si esto, peor si aquello. Pero si vas a caer después del suelo no hay y te tienes que volver a levantar. Nunca sabes si ganaste si no lo intentas»
Esas palabras de Carol Paxtor, emprendedora y migrante guatemalteca, originaria de San Francisco El Alto tienen la fuerza de la experiencia y también el ejemplo de su mamá. Fue así como en la pandemia, a pesar de tener ingresos por ayuda del gobierno, Carol no se cruzó de brazos y emprendió el proyecto de Tikal Café, con otros dos socios.
¿Comenzar un negocio en pandemia? Parece una decisión inconveniente. Pero la respuesta y la actitud de Carol ante eso se sintetiza en el párrafo de inicio a esta nota. Aquí va la historia que explica tal manera de pensar.
Fe contra toda adversidad
«Si no hubiera sido por la pandemia, Tikal Café tal vez no existiría. Lo fundamos tres meses después de que empezó la pandemia. Sí, en plena crisis. Yo lamento tantas pérdidas que tuvieron muchas personas en esa época. Muchos no se han vuelto a levantar, pero para nosotros fue una oportunidad», cuenta Carol Paxtor.
Ella llegó a Estados Unidos a los 19 años, junto con su mamá. Por más de una década laboró en limpieza de casas y también en restaurantes, en atención de mesas. Logró integrar ambas ocupaciones: limpieza de 7 de la mañana a 3 de la tarde, y de las 4 de la tarde a las 11, a atender mesas. Estuvo en un lugar de comida mexicana, después uno de asiática.
«Económicamente no me iba mal, pero cuando empezó la pandemia, mis clientes de «housekeeping» se mudaron a otros estados o compraron casas fuera de la ciudad. Los restaurantes cerraron. Nos afectó a todos y yo me pasé dos meses viendo series en TV. Parecía ideal tanto tiempo libre. Yo pago mis impuestos, soy ciudadana y por eso recibí la ayuda del gobierno. Sin embargo me empecé a deprimir de no hacer nada. Es esa necesidad de trabajar que uno aprendió desde pequeña y de seguir adelante».
Superar barreras por un café
Darwin Pérez, amigo migrante guatemaltecode Carol, también trabajó en restaurantes. Es chef. En mayo de 2022 surge la idea: «Hagamos algo. Aquí en esta área (Bushwick, Brooklyn, NY) no hay un lugar bonito para tomar café. ¿Por qué tenemos que ir hasta Manhattan para ir a tomar un buen café o estar en sitio limpio, agradable?» Así surgió el sueño de Tikal Café, con un menú vegetariano. Salieron a buscar un local . Carol se encargó del diseño interior, el menú, las bebidas.
Pero no fue fácil lograr la entrevista con el dueño del local elegido para el café. «Por fin nos dio cita después de 20 llamadas». Le presentamos el proyecto, con algunas fotos de diseños, el menú y le dijimos que ese negocio aportaría a mejorar el ambiente de esta zona de la ciudad. «¿Y cómo le van a poner?», preguntó. «Tikal Café, porque me siento orgullosa de mis raíces guatemaltecas».
«Me gusta, me suena bien», dijo. En septiembre empezó la construcción y el 28 de febrero de 2021 abrió sus puertas. En junio de 2022 abrimos el segundo Café Tikal».
Carol está habituada a la perseverancia. Cuando llegó a EE.UU., cruzó el desierto de Arizona. Se había graduado de Bachiller en medicina en Quetzaltenango, pero había tenido una bebé a los 17 años y tenía que trabajar para sacarla adelante. No había muchas opciones. Migró. Vivió penuria, sufrió discriminación. Pero no se desanimó. Aprendió inglés porque sabía que solo así podría abrirse paso».
Ubicación de los dos locales de Café Tikal
Hoy existen 2 Café Tikal pero no fue fácil
Las grandes expectativas desaparecieron en pocos días. «Hubo días en que vendíamos 5 dólares, 10 dólares. Yo me desesperaba, tirábamos productos. ¿En qué me he metido, Dios mío?, decía. Habíamos invertido nuestros ahorros y no estaba funcionando», cuenta desde el local de Café Tikal en Brooklyn.
Solo un pensamiento le sostenía: «Rendirse no es una opción. Y seguimos adelante, perdiendo dinero. Le pagábamos a los empleados porque ellos son claves», cuenta Carol. ¿Qué le hizo resistir a la adversidad?
«A mí lo que me hizo resistir todo eso es que no está en mi naturaleza perder. Yo no acepto un no». Y poco a poco empezó a llegar más clientela, se regó la voz del excelente café, de los exquisitos platos vegetarianos, del bonito ambiente». En junio de 2023 se abrió el segundo Café Tikal, con un concepto de bar.
Además, Carol también es socia de una taquería llamada Ilegal, que fundó junto con su amigo el chef Darwin Pérez y con la comunicadora, influencer y también empresaria Karina Onofre.
Carol tuvo su gran inspiración en su mamá, quien tenía sentido de negocios y mucha paciencia: «En una ocasión que se fue a meter a la tienda de los chinos y compró mil sombrillas. Cuando se iba a trabajar y veía el clima, como que iba a llover, metía 10 sombrillas en la bolsa. Al salir del trabajo, estaba lloviendo y en pocos minutos las vendía todas. Y los fines de semana, cocinaba plátanos, se iba a las construcciones a venderlos. como había frío y estaban calientitos… no le quedaba ni uno».
Un gran sueño siempre crece más
Carol Paxtor cree en Dios y le agradece todo cuando ha logrado. Considera que la mejor forma de demostrarlo es ayudando a los demás. «Por eso mi meta e generar empleos, que mis colaboradores estén cómodos en su trabajo. Porque yo sé lo quees racismo, sé lo que es sufrir, sé lo que es que te hagan de menos… pero si yo puedo generar oportunidades, lo haré con respeto a la dignidad».
Prácticamente todo lo que se utiliza en Tikal Café es autosostenible. «No usamos plástico, tratamos de que todo sea biodegradable. Es más caro, sí, pero es nuestro aporte al planeta también».
Cierra diciendo que hay que perder el miedo, sí, pero hay algo que nunca se debe perder: «Nuestra humildad y nuestro temor a Dios porque si perdemos eso yo creo que la vida no tiene sentido».