En el encierro de pandemia, Zoy Herrera Florencio, migrante y emprendedora guatemalteca radicada en New York y no quiso perder tiempo. Trabajaba en ventas de productos de salud natural, pero la alerta sanitaria bloqueó todo desde finales de 2019. En un inicio, a su llegada a EE.UU. había laborado en una sucursal de un banco guatemalteco, pero no le quedaba tiempo de atender a su hija pequeña, por eso emprendió un negocio propio. Pero el Covid-19 interrumpió todo.

“Podía elegir quedarme viendo televisión todo el día, porque no se podía salir, no se podía ir a vender de puerta en puerta, pero decidí aprovechar todo ese tiempo para aprender: tomé cursos de diseño e impresión en tela y con el bono que dio el gobierno, en lugar de gastarlo, con él compré una máquina de cortar tela, una más moderna para coser y el equipo para elaborar mascarillas”, cuenta.

“Al inicio las cortaba y cosía a mano, luego compré una máquina de coser pequeña. Es que, ante la alta demanda se escasearon las mascarillas. Yo las fabricaba para irlas a regalar a las casas de todo el vecindario. Las dejaba en una bolsita en la perilla de las puertas. Regaladas. Era mi aporte a la comunidad porque yo le debo mucho a este país”.