La repatriación desde Estados Unidos a Guatemala puede costar miles de dólares. Solo en lo que va del año el Ministerio de Relaciones Exteriores registra más de 180 migrantes guatemaltecos fallecidos y repatriados. Pero el proceso aún enfrenta muchos atrasos y gastos. Es un desafío abierto dignificar el último retorno de connacionales.
En vida el migrante guatemalteco aporta mucho a sus seres queridos en Guatemala. Pero cuando, desafortunadamente fallece en Estados Unidos, el proceso para repatriar sus restos a Guatemala está lleno de dificultades, comenzando por el alto costo que implica. Mejorar este proceso y ayudar a las familias de migrantes es un desafío que continúa abierto.
La repatriación de cuerpos desde Estados Unidos hacia Guatemala es una realidad y un desafío que viven muchos familiares de migrantes guatemaltecos, enfrentando no solo la pérdida de un ser querido, sino también los desafíos logísticos, económicos, legales y emocionales de traer de vuelta a casa a un hijo, hermano, padre o tío que murió fuera del país.
A veces ocurren tragedias viales, accidentes laborales o también situaciónes de salud con un desenlace lamentable. Este proceso, a menudo doloroso y complejo, se ha vuelto cada vez más frecuente debido a la gran cantidad de guatemaltecos que migran en busca de mejores oportunidades, pero cuyas familias viven aún en su municipio natal.
El gobierno guatemalteco, a través de su red consular, ofrece asistencia para reducir los costos o facilita el contacto con funerarias que ofrezcan tarifas más asequibles. No obstante, esta ayuda no siempre es suficiente, y muchas familias se ven en la dolorosa situación de retrasar la repatriación debido a la falta de recursos.
El inicio del proceso
El fallecimiento de un familiar en Estados Unidos suele ser un momento devastador para las familias guatemaltecas. En muchos casos, los seres queridos fallecen de manera inesperada, ya sea por enfermedad, accidente, o en circunstancias trágicas como en su intento de cruzar la frontera hacia Estados Unidos. El primer paso tras recibir la noticia es ponerse en contacto con las autoridades locales y las embajadas, tanto de Estados Unidos como de Guatemala, para iniciar los trámites de repatriación.
Aquí, la burocracia juega un papel crucial, ya que es necesario obtener los certificados de defunción, permisos de repatriación y coordinar con una funeraria para el traslado del cuerpo.
Muchas familias guatemaltecas carecen de los recursos o conocimientos para realizar estos trámites por sí mismas, por lo que recurren a organizaciones comunitarias o consulados guatemaltecos en Estados Unidos para obtener orientación.
Familiares de migrantes guatemaltecos a menudo recurren a colectas para sufragar gastos de repatriación
El alto costo de la repatriación
Uno de los mayores obstáculos que enfrentan las familias durante el proceso de repatriación es el costo elevado que implica trasladar el cuerpo desde Estados Unidos hasta Guatemala.
Los gastos pueden oscilar entre los 6,000 y 12,000 dólares, dependiendo del estado en que haya ocurrido el fallecimiento y las condiciones del traslado. Estas cifras suelen ser inalcanzables para familias de escasos recursos, especialmente aquellas que ya están sosteniéndose con remesas enviadas por sus familiares en el extranjero.
Para hacer frente a estos costos, las familias recurren a diversas estrategias: campañas de recaudación de fondos a través de redes sociales, colectas comunitarias o apoyo de organizaciones caritativas.
El viaje de regreso a casa
Una vez superados los trámites legales y económicos, el cuerpo del fallecido es transportado en avión desde Estados Unidos hacia Guatemala. El trayecto, aunque largo y costoso, simboliza el último viaje que muchos migrantes hacen de vuelta a su tierra. Para las familias que esperan en Guatemala, el momento de recibir el cuerpo es agridulce: por un lado, hay alivio al poder darle un entierro digno, pero por otro, la realidad de la pérdida se siente aún más cercana.
En Guatemala, las tradiciones funerarias son muy importantes, y muchas familias desean cumplir con los rituales correspondientes, velando el cuerpo y dándole un descanso final en su lugar de origen.
Este acto es visto como una forma de reconectar al fallecido con sus raíces, devolviéndole la paz en su tierra natal.
Un adiós marcado por la migración
La repatriación de cuerpos refleja, de manera cruda, el impacto de la migración en las familias guatemaltecas. Los migrantes que dejan su país en busca de una vida mejor, a menudo enfrentan situaciones de riesgo, ya sea por las duras condiciones laborales, el estrés de la vida indocumentada o los peligros del trayecto hacia Estados Unidos. Para quienes no logran regresar con vida, la repatriación se convierte en el único camino de vuelta.
Las historias detrás de estos fallecimientos son variadas: desde trabajadores que murieron en accidentes laborales, hasta migrantes que fallecieron por problemas de salud que no pudieron ser atendidos adecuadamente por su estatus migratorio.
En otros casos, son personas que perdieron la vida en el desierto o en el río Bravo, intentando cruzar la frontera en busca de una oportunidad. Sin importar la causa de su fallecimiento, lo que permanece es el dolor profundo de las familias que pierden a un ser querido lejos de casa.
La repatriación de un familiar desde Estados Unidos hacia Guatemala es un proceso difícil y cargado de emociones. Para las familias, significa no solo enfrentarse al dolor de la pérdida, sino también a la complejidad logística y económica que implica traer de vuelta a un ser querido. En este contexto, la solidaridad comunitaria y el apoyo de organizaciones y consulados son fundamentales para aliviar, en parte, la carga que estas familias deben soportar.
Cada repatriación cuenta una historia de migración, de sueños no cumplidos y de sacrificios, recordando a Guatemala que la diáspora tiene un costo humano muy alto. En ese último viaje de vuelta a casa, los migrantes fallecidos encuentran el descanso en su tierra, pero dejan tras de sí un vacío en las familias que dependen de ellos y en las comunidades que ven partir a sus hijos, muchos de los cuales nunca regresan con vida.