En su niñez, Arminda Zuniga padeció la pobreza en Jutiapa, Guatemala. Sobrevivió. A los 22 años se marchó a Estados Unidos en busca de trabajo y oportunidades. Pero de nuevo tuvo que luchar contra múltiples dificultades. Hoy tiene su propia compañía: Arminda's Housecleaning.
Arminda Zuniga es madre y abuela. Sus hijos y nieta son la luz de sus ojos. Durante más de 30 años ha trabajado en limpieza de casas y desde la pandemia fundó su propia compañía: Arminda’s Housecleaning.
«Se gana bien pero no es fácil encontrar personal, sobre todo por la estrategia que yo tengo para trabajar. Hacemos hasta 120 casas por mes y los clientes nos recomiendan. Por eso cuido a mis muchachas», cuenta la migrante guatemalteca, nacida en Jutiapa, donde padeció pobreza y abandono. Aprecia a sus trabajadoras y las cuida, capacita y aconseja.
Quizá porque recuerda que ella a los 22 años ya estaba «pedida y dada» en matrimonio, como se acostumbra en algunos pueblos. Pero ella tenía un sueño más grande. Y juró nunca abandonar a sus hijos cuando los tuviera. Migró a California en 1990. donde se enfrentó aun entorno adverso y con un idioma extraño. Esta es su inspiradora historia.
Sin dinero, sin experiencia y esperando a su hija
«Llegué en 1990 y fue bien difícil la situación cuando llegué a Los Angeles a la casa de un mi hermano. Pero él no estaba bien. En ese tiempo estaba en drogas y pasaba muchas necesidades. Empecé a trabajar en baby sitting«, relata Arminda Zúñiga, originaria de Jutiapa, Guatemala.
«Vivía en un apartamento donde él rentaba la sala con muchos muchachos, como 20, y yo me quedaba en medio de todos los hombres. En ese entonces, no había comida. Comía una sopa de vaso al día porque mi hermano no tenía dinero. Le embargaban hasta la TV, no podía pagar la renta…»
Arminda tenía 22 años. Se enamoró y se casó con un compañero de trabajo. Se marchó un tiempo a vivir en Guadalajara, México. Seis meses. Pero la convivencia fue difícil. Padeció violencia. Y embarazada de su primera hija, Arminda volvió a cruzar la frontera de EE.UU.
Un ángel en Los Angeles
«Al llegar no tenía a donde ir. Me quedé en la calle con una bolsita de tienda, con algo de ropa y nada de comer. De pronto una persona a quien no conocía, me abrió las puertas de su casa, me dió un cuarto y comida, hasta que nació mi hija y yo pude empezar a trabajar».
Al comparar a dicha persona con una especie de ángel que ayuda a los migrantes, Arminda, cuenta: «Yo estaba ahí parada en la calle. Con hambre, sin saber qué hacer. Esa persona pasó, me vio solita, me preguntó quién era y por qué estaba allí. Le conté. Me llevó a su casa, me dio una habitación sin cobrarme renta, sin cobrarme comida. Me llevaba el doctor, me llevaba comida. Yo quería trabajar pero no podía, porque aquí en Estados Unidos no te dan trabajo si estás embarazada».
Arminda ya era mamá, tenía una bebé y siguió cuidando bebés. Pero no duró mucho en eso porque le absorbía demasiado tiempo y la paga era poca. Había trabajo en limpieza de casas. Y con ese limpio y digno trabajo se ha abierto camino por tres décadas.
«Pero antes era diferente, porque yo me estaba ocho horas en una casa, como una doméstica. Ahora, con mi empresa y mi equipo de muchachas hacemos 8 a 10 casas diarias, depende el día», cuenta.
La pandemia que para muchos migrantes significó pérdida de horas laborales, fue un verdadero salto para ella. Creó su compañía Arminda’s Housecleaning, porque ella sola no podía abarcar tantos pedidos.
«Me gusta hacer un buen trabajo. Limpio y desinfecto con cuidado. Uso los productos de desinfección que a cada cliente le gusta. A unos les gusta sin olor, a otros sin amoníaco. Revisamos hasta el último detalle y lo hacemos rápido», explica. «Hay que diferenciar: hay housekeeping, es lo que yo hice muchos años. Uno pasa todo el día en las casas. Housecleaning es directo al tema de limpieza y el tiempo es según la cantidad trabajo que se necesite para la casa».
Antes y después de Arminda's Housecleaning
La discreción es estratégica, dice Arminda
Además de la rapidez y la desinfección, hay dos estrategias clave. Una es la discreción y otra la personalización. «A las muchachas que trabajan conmigo les dijo: tenemos que callar. Solo vamos a hacer el trabajo sin hacer comentarios, ni estar platicando ni contarle a ninguno.»
«Tú no debes decir ¡Uy que sucia esta casa!, no, porque usualmente estamos rodeadas de cámaras. Los dueños nos monitorean, nos oyen. No hay nadie en la casa, pero nos graban o nos ven desde su oficina. Están chequeando qué hacemos, qué abrimos, qué cerramos».
«Desde que te preguntan cuánto cobras por limpiar su casa debes saber qué decir. No puedes decir ¡Tu casa está muy sucia, por eso te cobro X cantidad!, no. Debes decir: ¡Tu casa necesita mucho trabajo para quedar bien! Esa es la palabra»
Arminda aprendió inglés. Hoy lo domina totalmente pero el aprendizaje tenía una certeza. «Este país no es el tuyo. Este país tiene un idioma, los clientes tienen un idioma y es el inglés». Y de hecho es parte de la estrategia: «Al limpiar una casa solo se habla lo necesario y en inglés. A muchos clientes no les gusta que hablemos español porque piensan que comentamos algo de ellos o de su casa, aunque no sea así».
Desinfección cuidadosa y personalizada
Arminda ha desarrolado «estrategias para desinfectar». Según el perfil de la persona dueña de la casa, si tiene mascotas (y qué tipo de mascota), si le agrada o no cierto olor; si tiene niños o si tiene alguna discapacidad. Desde la pandemia, todos quieren que se elimine riesgo de virus y bacterias. Y es incluye nuestra propia ropa», cuenta.
El código de la honradez
No solo hay que ser honrado, hay que serlo y demostrarlo, indica Arminda. Y es el requisito fundamental de su empresa: «A mis trabajadoras las selecciono con cuidado. Les advierto en las casas siempre ponen ´trampas’: dejan una joya, dinero en bolsas debajo del colchón, debajo de la cama o de la almohada, en la basura. ¡Cuidado!».
«Sea una moneda, sea un reloj fino, un Iphone, nosotros le tomamos una foto así como encontramos los objetos o dinero, lo juntamos en una cajita o en una gaveta y al finalizar la limpieza se le envía el informe al cliente: Mira se encontró esto y esto: con pruebas o sea las fotos. Y eso genera una confianza y nos gana más clientes».
Así, de casa en casa, de habitación en habitación, de desinfección en desinfección, Arminda ha brindado hogar, alimento y estudios a sus tres hijos.
«Lo que viví en mi niñez, cuando mi madre me dejó con unos familiares que no nos cuidaban, me hizo jurar que yo siempre velaría por mis hijos. Y así lo he hecho. Así lo sigo haciendo como madre sola», expresa Arminda quien no se deja vencer por nada. A pesar del abandono de su mamá, logró perdonarla y estar en paz con ella. Arminda valora a su familia y tiene una nieta que es la luz de sus ojos y su gran sueño es verla crecer también.