Carlos Quilo es un migrante y emprendedor chapín en Los Angeles: elabora productos promocionales y suvenires al gusto del cliente; pero también el sabor de la comida chapina, con las recetas de su mamá y su abuelita le acompañan en su esfuerzo. Esta es su historia.
Carlos Quilo nunca se rinde: por más difícil que sea la circunstancia ha encontrado en el ingenio guatemalteco la respuesta o al menos la propuesta para seguir avanzando. Y así ha salido adelante.
Actualmente tiene dos emprendimientos: 1. La elaboración de artículos promocionales u obsequios personalizados de todo tipo (llaveros, portaplacas, vasos, tarros, tazas, playeras y un largo etcétera) 2. La preparación de toda clase de comida chapina (tamales, pepian, jocón, chuchitos, paches y otro largo etcétera que se expande a otros antojitos latinoamericanos). No tiene un restaurante pero su cocina siempre recibe pedidos. ¿Qué significa esto? Que Carlos Quilo ha salido adelante con kilos y kilos de ingenio, innovación y optimismo. Esta es su historia.
Empezar de cero, otra vez
Sufrir un grave robo y no tener otra forma de reponerse fue la detonante de la migración de Carlos Quilo hace 19 años. «Como a tantos guatemaltecos me tocó la parte más dura: salir de mi país para buscar oportunidades. Fueron comienzos muy difíciles, agotadores».
«En Guatemala comencé un emprendimiento, vendía vehículos usados. Pero la situación de violencia me golpeó y me tocó la mala suerte de que me robaran nueve carros. Ya me habían asaltado tres o cuatro veces. Estaba endeudado, en una situación bastante precaria».
Carlos llegó a Los Angeles y en ese momento no había sueño: solo le esperaba una nueva realidad, también dura y exigente: «El poco dinero que traes empieza a mermar y tienes que pagar una renta de apartamento, llegan los bills, las facturas de luz, de agua, de gas. Y uno sin trabajo, te expones a que te hagan de menos. Lamentablemente a veces son latinos los que te ponen bloqueos. A veces el racismo o clasismo se da incluso entre personas que venimos del mismo país. Pero Gracias a Dios no todos son así. Es más son una minoría pero te los encuentras».
«Cuando eres recién llegado y con necesidad, se te nota en tu forma de caminar, de hablar, de mirar. Empezar de cero es duro», relata Carlos en entrevista con SoyMigrante.com.
Una carrera que no vale (aparentemente)
«Finalmente conseguí un trabajo. En realidad eran dos empleos, porque si no, no te alcanza. Aquí no vale tu título de diversificado o de universidad, porque aquí vienes a trabajar de lo que sea», relata Carlos quien en aquel momento era Publicista profesional graduado de la Universidad de San Carlos, lo cual le dio conocimientos de locución, diseño gráfico y expresión escrita.
«Pero tenía que empezar de cero, porque mi título no valía. Intenté validar esos títulos, pero prácticamente había que estudiar otros cuatro o cinco años, volver a cursar todo. Y todo tiene un costo económico que no podía afrontar».
«Trabajaba en un Searse. Mi trabajo era ordenar la ropa uue la gente descompone o desordena. Es un trabajo de una y otra vez. Ganaba US$6.25 la hora, menos lo del seguro, el servicio médico y otras cuestiones. Al final del día me quedaban como 25 dólares en el día. Por eso tenía otro trabajo».
«Hice de todo, repartí volantes y vendí seguros por teléfono. En esto me iba bien, pero en eso salió una ley que prohibía vender por teléfono ese tipo de seguros y tenías que sacar una licencia».
«Entonces me metí a organizar eventos a amigos, compañeros de trabajo. Cumpleaños, alguna boda o un festejo familiar. Les armaba todo para que no se preocuparan de nada».
¿Y cómo surgen los artículos promocionales?
«La crisis del 2008-2009 fue devastadora. El mercado cayó, todo mundo entró en problemas económicos. Fue terrible. Entonces se me ocurrió comenzar a hacer playeras promocionales, para eventos o para pequeños negocios. Me hacían pequeños encargos y los entregaba. Así me empecé a hacer nombre y me llegaban otros pedidos».
«Compañeros de trabajo me decían: necesito unas playeras para un viaje familiar o para unas vacaciones. Papá, Mamá, Hijo, Hija, BEbé… algo así. Las personalizaba con muñequitos o nombres. Les daba buen precio, pero poco a poco se corrió la voz y me llegaron más clientes».
Carlos Quilo se expandió a la producción de todo tipo de accesorios promocionales: desde lapiceros hasta tarros cerveceros, prendas de vestir. Incluso comenzó a pensar en abrir una tienda pero en eso llegó la pandemia.
Muchos kilos de ingenio e ingredientes chapines
Al preguntarle: ¿Carlos y como saliste adelante en los meses de pandemia? responde con naturalidad.
«Como buen chapín uno se las ingenia. Me doy cuenta de que aquí sales a la calle y lo primero que encuentras es un taco o pupusas, pero no había platillos chapines disnponibles. Entonces empecé a preparar pepián, jocón, tamales, paches, chuchitos. Hasta revolcado de cerdo aprendí a hacer».
-¿Y de dónde salieron las recetas?
«Yo desde niño miraba a mi mamá y a mi abuelita preparar todos esos platillos. No los había hecho, pero les mandé a pedir las recetas de la familia. Escarbé la memoria y recordé algunos detalles del proceso, le preguntaba otros a mi mamá y así fue llegando el sabor de una familia de la zona 5 a Los Angeles2.
«Los primeros tamales los daba a dos dólares y a la siguiente semana ya me estaban preguntando si iba a haber más el sábado. Un amigo me encargaba 10, otro me pedía 20 y otro 10 más… y así llegaba a hacer 150 a 200 tamales por semana. Hay jueves de paches y miércoles de chuchitos, Ya no valen 2 dólares, pero se venden».
Sí, todos esos kilos del sabor e ingenio de Carlos Quilo continúan a la fecha, sin dejar de lado el negocio de los promocionales que también continúa ofreciendo a través de su perfil de Facebook.
«El menú sigue creciendo, porque hacemos ceviche chapín, deviche peruano, mexicano, salvadoreño… cada uno es distinto. Tenemos de camarón, de pescado, mixto. También hacemos kak ik (caldo de pavo de Alta Verapaz), chomín, tacos. Todo por encargo y con entrega a domicilio».
El anhelado regreso a visitar Guatemala
Carlos Quilo pudo regularizar su situación migratoria y regresó a Guatemala después de 16 años en 2020. «Fue algo especial, tenía un nerviosismo y una emoción. No sabía si me iban a dejar entrar a mi patria, pero ansiaba volver».
Carlos sigue adelante y deja a los lectores de soymigrante.com un mensaje:
«Yo siempre voy a exaltar a mi patria, a esos colores magníficos que me vieron crecer y les digo a mis compatriotas que cada caída que tienen es buena.
porque eso te va a enseñar a levantarte. Porque no te sirve de nada estar arriba sin haber aprendido de cuantas veces te has caído. Si en este momento estás en un momento difícil, amigo chapín, hermano guatemalteco, levántate, tú puedes tú sabes cómo levantarte porque nosotros somos como el Quetzal, volamos muy alto».