La Academia Guatemalteca de Futbol USA fundada por el exseleccionado guatemalteco Miguel Coronado, originario de Mazatenango, fomenta el deporte, el liderazgo y también la excelencia académica en Los Angeles. Pero en sus inicios este sueño migrante, literalmente, no tenía cancha.
El futbolista Miguel Estuardo Coronado llegó a Los Angeles en 2015 con el sueño de crear su academia de futbol. Había estado allí en varias ocasiones cuando participó en juegos amistosos con equipos guatemaltecos. Pero esta vez era distinto. Y pronto la realidad lo derribó con duras jugadas que ningún árbitro marcó.
Conseguir una cancha para los entrenos no fue nada fácil. “Uno ve muchos campos de futbol sin uso en California, pero no están para renta. Yo no sabía eso”, cuenta el deportista migrante originario de Mazatenango, Suchitepéquez, quien el próximo 29 de marzo cumple 55 años.
En sus primeros días no tenía trabajo, no tenía vehículo para transportarse. Pasó de ser muy conocido en Mazatenango por su trayectoria en varios equipos de futbol y también en la Selección Nacional, a sentirse solo en una ciudad inmensa: a las pocas semanas de estar en Los Angeles le avisaron que su mamá había fallecio. “No pude regresar, pero yo no quería estar aquí. Fue un dolor inmenso, un pesar tan grande y tan lejos. Entré en depresión”, revela Coronado. Y esta es su historia.

Un viaje decisivo
Miguel Coronado, nació y creció en Mazatenango. Desde niño el fútbol fue su pasión, impulsada por su papá, que también fue futbolista. Su talento lo llevó a ser parte de equipos guatemaltecos como Antigua F.C., Comunicaciones, Aurora, por supuesto Suchitepéquez y también fue Seleccionado Nacional.
“Después de la etapa de jugador me dediqué a ser entrenador y preparador físico. Mucha gente me conoce en Mazate. Y gracias a Dios también aquí en Estados Unidos muchos compatriotas me recuerdan, me saludan. No nos conocemos pero como si fueramos amigos de siempre”, relata.
Por una confluencia de situaciones, incluyendo una economía complicada Miguel se vio obligado a migrar a Estados Unidos. “Había viajado muchas veces a este gran país como parte de mi trabajo, venía a jugar partidos y luego volvía a Guatemala. Pero esta vez no había retorno y no tenía idea de lo que debía enfrentar”

Una noticia devastadora
La adaptación a un nuevo país y sistema fue un proceso arduo para Miguel. Tenía clara la meta de la academia, aunque fue un poco más complicado de lo que esperaba debido a los horarios escolares de Estados Unidos, muy distintos a los de Guatemala, así como a la disponibilidad de tiempo de los padres de los niños.
Además un factor básico que no fue fácil de hallar: “Al inicio no encontraba cancha ni espacio donde poner la academia. Hubo muchas piedras en el camino. Pero tenía que comer, pagar apartamento. Compatriotas se me acercaba, me conocían por el futbol, pero me preguntaban como estaba si ya tenía empleo, si me podían ayudar…”.
Esta solidaridad le hacía olvidar un poco el triste momento en que se despidió de sus padres María Imelda y José Miguel. “Mi madre estaba enferma cuando migré, pero jamás pensé que no la volvería a ver en vida. A los pocos días de haber llegado me avisaron que había fallecio. Sentí que todo se hundía. Pasé 15 o 20 días en depresión. La familia de la casa donde me estaba quedando me dejaba los platos de comida y no quería aceptarlo”.
“Pero mi padre me habló fuerte. Me llamó y me dijo: ‘Yo sé que es duro pero la vida es así. Vos has sido fuerte, has avanzado, has superado barreras: me extraña que no vas a salir adelante. Yo tampoco tengo a mis padres, pero la vida debe continuar, tenés que luchar’. Y eso me levantó”, relata el deportista.
En la cancha de la vida
Miguel empezó a trabajar en carpintería y construcción. Era algo nuevo para él. “Compatriotas me reconocían, me hablaban, me preguntaban si ya estaba trabajando y me metían a una obra. Al final del día llevaba las manos llenas de ampollas, con dolor de espalda, cansado, sintiendo que al otro día no podría ir. Pero tenía que ir: por el compromiso de sacar adelante a la familia en Guatemala”. Miguel lamentó no haber estudiado una carrera. “Mis padres me lo decían: nunca dejes de estudiar, aquí te apoyamos. Me gradué de Maestro y empecé en la Universidad pero ya no seguí por dedicarme de lleno al futbol”, relata.
Por fin encontró una cancha para rentar y así nació la Academia Guatemalteca de Futbol USA. Empezaron a llegar niños y jóvenes hijos de migrantes guatemaltecos y de otros países. “Seguía trabajando y por la noche se brindaba el entrenamiento. Aquí el futbol es deporte pero también es comunidad, es reunión, es hermandad con más hispanos”, cuenta.
Dificultades no han faltado, ya por costos, ya por disponibilidad de espacio, pero la Academia ya lleva 9 años en acción y ahora tiene un espacio fijo: “Creo que es un regalo de Dios anticipado, porque… cuántos años no pasé yo sufriendo por las canchas.” En diciembre de 2024 la Academia cumplió 9 años y como dato curioso, en el logotipo figura la silueta de la emblemática foto de Miguel con la mano en alto que figura en la parte superior de esta publicación.
Inculcando grandes sueños y objetivos concretos
Como parte de la instrucción que brinda, Miguel dice a sus estudiantes que el futbol no solo es conjunto de habilidades sino un aprendizaje integral para la vida: “El futbol es una pasión y una alegría, por eso involucramos a las familias. A los estudiantes les decimos que jueguen bien, pero también que se preparen, que tengan buenas calificaciones, que sueñen con ser futbolistas pero también con una carrera académica profesional”.
Miguel anima a sus estudiantes para que participen en eventos educativos y que rindan al máximo en su aprendizaje. La pasión y energía en la cancha también se debe reflejar en el día a día ante todos los desafíos, es su consejo.
El sueño no termina: “Algún día vamos a llevar equipos de niños guatemaltecos nacidos en EE.UU, a Guatemala y traer equipos juveniles de allá, a presentarse. Necesitamos que el futbol guatemalteco crezca. Aquí hay bastantes talentos que necesitan de una bandera”, expresa.
Miguel no solo enseña fútbol, sino también perseverancia, disciplina y, sobre todo, esperanza. Su historia es la de un hombre que, a pesar de la adversidad, nunca dejó de seguir su pasión. Como él mismo afirma: “La verdad, fue difícil, pero ahora sé que todo lo que he vivido me ha fortalecido y mi madre querida, siempre está en mi corazón dándome todo el ánimo”

Guatemaltecos demuestran excelencia y valores en acción
