El viaje de Nila Lares ha sido increíble: salió de su natal aldea Estanzuela, Joyabaj, Guatemala, sin saber a dónde iba; solo sabía hablar k'iche'. Hoy tiene claro su objetivo: servir a la comunidad migrante en Rhode Island. Esta es su historia.
Nila creció en la aldea Estanzuela, municipio deJoyabaj, Quiché, Guatemala al cuidado de su abuela Nila con quien creció después de que su mamá migrara a Estados Unidos cuando ella apenas tenía nueve meses. “Me llamo Petronila y mi abuela también: ella vive en mí, en mi mente, corazón y en mi cuerpo”, dice con emoción, dos décadas después.
En 2016, una década después de haber migrado, Nila pudo regresar a Joyabaj. Ya tenía 19 años y logró despedirse de su abuelita antes de su fallecimiento. “Fue bastante duro verla enferma y a la vez una alegría encontrarla de nuevo. Le dí gracias por todo lo que me cuidó”, relata Nila Lares, migrante guatemalteca que hoy se desempeña como coach de gimnasio y secretaria de la directiva del Centro Guatemalteco de New England, que impulsa tradiciones y cultura.
A los nueve años, sin entender del todo lo que significaba, Nila emprendió un viaje que cambiaría su vida para siempre. Había crecido entre verdes campos y bosques, en la aldea Estanzuela, Joyabaj, Quiché. Su hermana mayor le dijo que iban a “visitar” a su mamá. Nila creyó que volvería pronto. Era el año 2005
“Yo no tenía idea de a dónde iba. Fue un largo camino. Duró tres meses la travesía. Mi hermana tenía 15 años. Yo era la más pequeña del grupo de migrantes. Y Sí pasaron muchas cosas que aún no puedo creer que hayamos sobrevivido”.
Un inicio marcado por el silencio y el frío
La llegada de Nila a Estados Unidos fue “desconcertante”, dice. Era noviembre y el invierno la recibió con un encierro helado: “Me recuerdo mirar afuera de la ventana y sentirme fuera de lugar. Nieve, frío terrible. Me sentía triste. Sólo pensaba cuándo volvería con mi abuelita”.
El idioma fue otra barrera. Doble. En casa de la abuelita se hablaba k’iche’, pero en su escuela nada tenía sentido: “No entendía inglés, no entendía español. Me quedaba en silencio. Tenía que tocar aprender los dos idiomas”.
Fue en la escuela Charles N Fortes donde recibió apoyo clave: “Me trataron muy bien. Me dieron a una persona en español que se sentaba conmigo a traducir, a aprender”.
De limpiar baños a entrenar cuerpos y mentes
Años después, Nila se graduó de High School. Tras algunas desavenencias con su familia biológica, Nila fue adoptada por una pareja de artistas estadounidenses. Su madre adoptiva, quien dirigía una escuela, se convirtió en un pilar de apoyo: “Ella me dijo que me esforzara por lograr cuanto yo quisiera”.
Nila encontró trabajo en un gimnasio llamado The Edge Fitness Club. Comenzó como encargada de limpieza, pero su sueño la impulsó hacia arriba.
Su propia salud física fue su primer gran proyecto. “Yo pesaba 285 libras. Perdí 150, con salud y ejercicio”, dice con orgullo. La transformación fue también emocional: “Yo era mi peor enemiga, me criticaba por todo, me decepcionaba. Pero un día dije:¡Vamos, Nila! y me cambió la vida”.
Metas cada vez más altas
Hoy Nila es entrenadora personal certificada y estudiante universitaria de Servicios Humanos. “El gimnasio me enseñó que trabajar duro genera resultados. Lo he visto en mi cuerpo, pero también en mis estudios”, afirma. Su meta es clara: “Ser alguien mejor y servir a mi comunidad: Ayudar a otros a superarse, así como me ayudaron a mí”.
Nila ha participado en certámenes de condición física y levantamiento de pesas, con la mente puesta en lograr nuevas metas, así como cultivar la fortaleza interior.
Un sueño llamado comunidad
En efecto Nila participa como voluntaria en el Centro Guatemalteco de New England, Rhode Island, del cual es actualmente secretaria de la junta directiva. Apoya a los niños en talleres de pintura, y representa con orgullo su cultura con el traje típico k’iche’. “Siempre digo que hay que dejar que los niños creen y se expresen. Ahí crece la creatividad”. También quiere motivar a que más migrantes guatemaltecas se ejerciten.
Y eso es lo que marca su próximo gran sueño: “Tener mi propio gimnasio, algo pequeño… y seguir ayudando a la salud de mi comunidad. Que más mujeres mayas migrantes se ejerciten y tengan una condición física saludable, con motivación y nutrición”.
A Nila nunca se le olvidan las palabras de su maestra de quinto grado, Miss Valerio: “Aquí se hacen los sueños reales. Tú puedes lograr todo lo que pongas en tu mente”.
Hoy, con una historia marcada por la migración, la pérdida, el esfuerzo y la transformación, Nila Lares no solo ha creído en sí misma: ha aprendido a hacer que otros también crean en el poder de los sueños.
Grandes metas, grandes vidas con ánimo guatemalteco
