Chef guatemalteco Carlos Marroquín impulsa sabores guatemaltecos en Pittsburgh, Pensilvania, desde su food truck El Chucho. Fue invitado a un show de TV local para mostrar su sazón.
En una ciudad conocida por su diversidad gastronómica como Pittsburgh, un food truck guatemalteco ha logrado abrirse camino con sabor, carisma y mucha identidad, gracias al sabor popular chapín.
Se trata de El Chucho (ya el solo nombre lo delata), proyecto culinario del guatemalteco Carlos Marroquín, migrante originario de Escuintla y chef de formación, quien recientemente fue invitado a un programa televisivo local para presentar su propuesta de cocina chapina.
Único food truck guatemalteco en Pensilvania
Con una sonrisa amplia y un entusiasmo contagioso, Marroquín aseguró ante cámaras algo que ya muchos de sus clientes saben: “Somos el único camión de comida guatemalteca en la ciudad; tenemos tradición, creatividad y algo de toque internacional”. Y es esa mezcla lo que ha impulsado la popularidad del food truck, que se ha convertido en un referente para quienes buscan sabores auténticos y reconfortantes.
En la entrevista, el chef presentó algunos de sus platos estrella: frijoles blancos con carne de cerdo, una receta casera que aprendió de su madre en Guatemala; carne adobada, uno de los productos más vendidos del camión —“el adobo es muy popular en Guatemala, muy sabroso”, explicó—; y unos taquitos con repollo encurtido que captaron la atención inmediata de los presentadores. La reacción del público no tardó, confirmando que el entusiasmo por probar gastronomía guatemalteca sigue creciendo en la ciudad.
Una historia de viaje, sazón y reinvención
Detrás de El Chucho hay una trayectoria tan variada como el propio menú. Marroquín creció entre Escuintla y los fogones familiares, viendo programas de cocina después del colegio y replicando recetas en la cocina de su mamá.
Aunque llegó a iniciar estudios en agricultura, pronto comprendió que su futuro estaba en los sabores, no en los laboratorios, y optó por la escuela culinaria.
Su camino como migrante guatemalteco lo llevó a trabajar en cocinas de Los Ángeles, Filadelfia y Boston, hasta llegar a Washington D.C., donde formó parte del equipo de apertura de restaurantes reconocidos y luego integró el personal culinario de la residencia del embajador británico. Allí cocinó para miembros de la realeza, diplomáticos y figuras internacionales, una experiencia que marcó un antes y un después en su carrera, según relata en sus redes sociales.
Primero fue Pansylvania, luego El Chucho
Años más tarde, él y su esposa decidieron mudarse a Pittsburgh para estar cerca de la familia y crear un proyecto propio. Lo que comenzó como un pasatiempo durante la pandemia —vendiendo pan artesanal bajo el nombre Pansylvania y luego elaborando embutidos— evolucionó gracias al apoyo de amigos y primeros clientes.
El resultado fue un food truck que no solo introduce la cocina guatemalteca a nuevos paladares, sino que también celebra la memoria, la migración y la creatividad.
El Chucho se ha vuelto parte del paisaje gastronómico de Pittsburgh. Marroquín ha relatado en redes su agradecimiento por la acogida: el público local no solo probó su comida, sino que se convirtió en parte de su historia. Desde largas filas en mercados hasta encargos recurrentes, el truck ha generado una comunidad que sigue de cerca cada paso del negocio.
Embajador culinario de Guatemala en Pensilvania
El Chucho no solo sirve comida: sirve identidad. Para muchos guatemaltecos migrantes en el área, representa un pedazo de casa; para los estadounidenses, una puerta de entrada a una gastronomía todavía poco conocida en la región. Y para Carlos Marroquín, es la posibilidad de seguir construyendo un sueño que comenzó en la cocina de su infancia.
“Lo mejor está por venir”, repite a menudo. Si algo ha demostrado la respuesta de Pittsburgh, es que ese futuro —lleno de sazón, tradición y creatividad— ya está en marcha.
Sabor guatemalteco sin fronteras













