"Estamos viendo cosas que nunca habíamos visto", dice la abogada migratoria Cinthia Mazariegos, fundadora de Reu Law Firm respecto de políticas y acciones emprendidas en USA. "Pero seguimos defendiendo derechos", dice.
Hija de migrantes guatemaltecos originarios de Retalhuleu y nacida en Chicago en 1984, la abogada migratoria Cynthia Mazariegos Fernández creció en un hogar muy chapín en una ciudad multicultural. Es fundadora de Reu Law Firm, con oficinas en Chicago y Guatemala.
Lleva más de una década defendiendo a migrantes frente a un sistema que se ha vuelto cada vez más hostil. “Estamos viviendo bajo Trump 2.0”, dice. “Hay cosas que nunca habíamos visto”. En esta conversación, durante una visita a Guatemala, repasa sus raíces, sus años de formación y la fuerza que la sostiene para seguir ayudando a su comunidad.
¿Dónde naciste, Cynthia?
En Chicago, en 1984. Mis papás migraron en el 83, por la guerra civil en Guatemala. Mi papá, David Mazariegos, era estudiante de Medicina. Mi mamá, Dalila, Mazariegos. Ambos originarios de Retalhuleu. La violencia política obligó a que mi papá migrara para salvar la vida.
¿Cómo fue crecer en un hogar guatemalteco en Chicago?
En los 80 era raro, porque allá en Guatemala había personas que se odiaban por la guerra, pero aquí en Chicago se encontraban, compartían y se ayudaban. Se rompía la rivalidad. Crecí rodeada de guatemaltecos e hispanos. En mi casa había tamales, pepián y fiambre.
Desde los 6 años empecé a venir a Guatemala. Conozco casi toda Guatemala. Pero batallé con algo: Los gringos decían que no era americana por mi origen y mi color de piel; cuando iba a Guatemala, me decían que no era guatemalteca porque no hablaba bien el español.
¿Cómo empezó tu interés por el derecho?
Desde niña decía que iba a ser abogada. Yo miraba ciertas situaciones injustas y quería defender a la gente. Mi papá siempre nos inculcó el servicio a los demás. Cuando salí de High School quería entrar a Loyola University.
Una maestra me dijo: “Gente como tú no va ahí”. No sé si quiso decir “pobre” o “hispana”, pero le dije: “Yo allí voy a ir”. Mis padres me apoyaron con todo. Obtuve el título de Latin American Studies.
¿Y lograste entrar?
Sí. Era una escuela jesuita. Me quedaba a 45 minutos de la casa, tenía que tomar un bus, un tren y caminar. Era la única hispana, de 500 estudiantes.
A menudo me trataban mal, me hacían bullying por mi color de piel. Me decían que mi mamá era la de la limpieza, que no debía estar allí. Y no estaba becada: mi padres me pagaban la colegiatura de la universidad.
Yo lloraba. Después de un par de meses yo le decía a mis papás que ya no quería seguir. Pero ellos me dijeron: “No. Te quedas. ¿Vas para ser amigos o para estudiar?”. Y yo le dije: “¡Estudiar!”. Aquella firmeza fue clave para que yo me enfocara, dejara de poner atención a aquella gente y me propuse: “Yo voy a ser la abogada que hable español y para defender a quienes sufren discriminación”. Me gradué en Leyes de la Universidad De Paul, de Chicago.
¿Cuándo empezó tu convicción de ayuda a los migrantes?
En De Paul tuve un curso de Social Justice, e hice trabajo comunitario en el Centro Romero, de Chicago, fundado por refugiados salvadoreños. Fui a pedir trabajo y me dijeron: “Cipota, nosotros no tomamos cipotas”. Pero les rogué, les dije que trabajaría mucho y al final me aceptaron.
Ayudaba con casos de asilo, TPS, redactaba testimonios, entrevistaba gente. Trabajaba con un abogado que solo hablaba inglés, así que yo traducía para los clientes. Un día le dije: “¿Por qué no tenemos un abogado que hable español, si toda nuestra gente habla español?”. Me respondió: “Es que no tenemos”. Entonces dije otra vez: “Yo voy a ser la abogada que hable español”.
¿En qué momento inicia tu labor profesional como abogada migrante?
Me gradué en 2012 y obtuve mi licencia en 2013. Algo más me impulsó: darme cuenta que la justicia no siempre es justicia. Porque a menudo no trabaja para la gente hispana, porque no hay quien los defienda en inglés y español.
Las leyes pueden ser muy complejas, pero también hay oportunidades y derechos, para pelear casos en cortes. Y eso es lo que empecé a hacer y sigo haciendo.
¿Qué te ha enseñado la práctica como abogada migratoria?
Que tienes que tener humanidad. Nadie es solo un caso más. Nadie es solo un número más. Cada persona es alguien que merece tu completa atención.
¿Qué tipo de casos atiendes?
De todo tipo. Veo muchos de mujeres indígenas guatemaltecas que solicitan asilo por violencia. Al entrevistarlas, muchas lo ven como algo “normal”. Y cuando les pregunto, me dicen: “Sí me pegaba”. Entonces tengo que explicarles que eso no es normal.
También me toca ayudarles a reconstruir su historia, para el expediente, a veces basándonos en qué cosecha era o en sucesos como huracanes. Todo eso para que su testimonio de solicitante de asilo tenga sentido para el juez.
¿Cómo ves la situación migratoria actual en Estados Unidos?
Horrible. Vivimos bajo Trump 2.0. Hay cosas que nunca habíamos visto. Bajo el primer Trump sufrí mucho porque mi esposo no tenía estatus migratorio; ahora ya lo tiene, pero aun así la situación es peor. Hay más ataques, más represalias. Hay días en que digo: todo lo que hago no importa, igual los van a deportar…. hay días muy duros. Pero hay que retomar el ánimo.
¿Qué es lo que te anima a continuar?
Cada vida cuenta. Cada persona tiene una dignidad, una familia, seres queridos. Veo que soy la única que puede defender a esa persona en ese momento. Y tengo que poner la mirada en que la justicia puede llegar. Vamos a pelear el caso en la Corte Federal, y ahí sí vamos a ganar.
¿Y cómo enfrentas el desgaste emocional?
Mi papá y mi pastor siempre me dicen: ora más, no te desanimes. Pero sí, es duro ver gente llorar todos los días. Tengo el caso de una mujer guatemalteca, indígena, que habla mam, dulce, pequeñita. No hizo nada malo, pero la arrestaron por la fuerza y apuntándole con pistolas.
Ella sigue detenida desde el 4 de junio. Y seguimos tratando de liberarla. Porque solo está aquí en USA para trabajar, para salir adelante, no ha hecho nada malo.
¿Tu papá sigue siendo tu consejero?
—Sí. Trabaja conmigo. Él siempre me inspira. Recuerdo que me decía: “Si entiendes inglés, tienes la responsabilidad de ayudar a los que no lo hablan”.
¿Cómo es hoy Reu Law Firm?
Tengo mi compañía en Guatemala y en Chicago. Cinco empleadas allá y cinco aquí. Todos tenemos el corazón de ayudar. Este equipo se encarga de recopilar la información de las personas, su testimonio, corroborar datos y crear un expediente sólido para poder ayudarle a que se quede en Estados Unidos. La gente no viene aquí por un gusto, viene porque necesita salir adelante, porque huye de la violencia y de la pobreza.
¿Cuál es tu gran sueño?
—Seguir impulsando organizaciones como Guatemaya Alliance, que impulsa la mejora educativa y social en las comunidades de Huehuetenango, Ahí puedo contribuir a hacer un bien que no depende de las leyes.
@attorneycynthiagruporeu Si es detenido por inmigración, dígale a su familia, lo más pronto posible, su número de a y dónde está detenido para que se le haga más fácil el abogado poder visitarlo y trabajar en su caso. #immigrationlawyer #abogadodeinmigracion #abogadadeinmigracion #ningunserhumanoesilegal #KYR ♬ original sound - Attorney Cynthia M Fernandez













