Trabaja con una firma de arquitectura de Brooklyn, Nueva York, pero el camino fue largo y pasó por bodegas, cocinas y fábricas. Hoy ayuda a profesionales hispanos a hallar oportunidades. Esta es la historia de como el arquitecto migrante guatemalteco Luis Cortez construyó una nueva vida en USA.
Todos le decían al arquitecto Luis Cortez que se había sacado la lotería. Obtuvo una visa de residencia en Estados Unidos. Sabía inglés («o creía saberlo», dice él), tenía el título de arquitecto graduado en la Universidad de San Carlos. «Terminé la universidad en junio de 2011 y en agosto ya estaba por allá», cuenta.
Fue a Nueva York y ya se visualizaba trabajando para desarrollar edificios. Y finalmente lo lograría. Pero no sin haber trabajado descargando camiones, trabajando de operario en una fábrica de aromatizantes y hasta lavando platos en un restaurante, para poder llegar a fin de mes. También tuvo un trabajo inicial en construcción, pero no como arquitecto, sino como obrero.
Esta es la historia de como Luis Cortez tuvo que reconstruir y remodelar su vida y su carrera de arquitectura en EE.UU. Así como las increíbles fortalezas del guatemalteco que fue a descubrir allá.
¿Qué planeó cuando le dieron el permiso de residencia?
Justo cuando nos dieron la visa, todos decían: solo andate, vas a ganar en dólares, vas a estar bien y olvida tu carrera. Yo decidí quedarme a terminar mi carrera. Al graduarme todos me decían que mejor no, que para qué iba a ir, que iba a perder mi carrera si no me la convalidaban. Pero mi sueño siempre era trabajar en Arquitectura. «Terminé la universidad en 2011, en junio, en agosto ya estaba por acá en Nueva York?
¿Cómo fueron esos primeros días?
Como todo migrante, nada salió como estaba planeado. En mi mente sabía inglés o creía saberlo. Lo estudié. Pero al estar aquí no podía ni siquiera pedir en McDonalds. Me hablaba la gente y no entendía nada. Y eso me dificultó hallar trabajo, no de arquitecto: de cualquier cosa. Además, los gastos empiezan a correr desde que llegas. Tuve que trabajar en lo que cayera.
¿Y qué fue lo que cayó?
Llegué a Elizabeth, New Jersey, cuando empecé. Apliqué a una agencia de empleos y ahí lo mandaban a uno cada día a lo que sea. Estuve descargando camiones, también trabajé de operario en una fábrica ensamblando cosas de aromatizanes. Luego me moví a Brooklyn, trabajé en construcción, pero como operario. También fui ayudante de mesero. Esto me costó porque necesitaba dominar el inglés y no era bueno. Grababa en mi mente el sonido de lo que dijo la gente y se lo preguntaba a algun compañero hispano. Por ejemplo yo oía que me decían «mayaníz, mayaníz». Lo decía y el compañero me decía «te pide mayonesa». No fue fácil asimilar esa realidad. Uno se visualiza de una forma pero estás en otro nivel más bajo.
Como buen arquitecto, Luis Cortez tiene una viva pasión por la fotografía
¿Cuándo llegó el trabajo en arquitectura en NY?
Antes y después de mis jornadas de trabajos, aplicaba a puestos en trabajos de arquitectura. Me llamaron. De hecho tuve os entrevistas por teléfono. Me fue fatal. Por el inglés. Y porque mi teléfono no tenía buena señal, a veces atendía durante el otro trabajo. A los cinco minutos me decían Ok te vamos a llamar. Yo sabía que me había ido mal: era solo de cerrar el teléfono y llorar. Fueron meses duros.
¿Pensaste tirar la toalla en lo de la arquitectura?
¿Pa que me vine? pensaba yo. Mi presupuesto no me alcanzaba, tenía para unos tres o cuatro meses de plazo. Y ya llegando a diciembre vi que mi cuenta de banco llegando a cero y lo que ganaba no me cansaba para pagar la renta. Ese fue el momento más crítico. Pero gracias a Dios justo dos semanas antes de Navidad, surgió un trabajo en Arquitectura.
Que increíble
Sí, fue en esta compañía donde estoy ahora. Pero comencé en el sótano de la casa del dueño. No era una oficina formal. Él hacía proyectos por su cuenta. Me entrevistó. Creo que me fue fatal en inglés, pero me llamó y me dijo: no tengo suficiente para pagar tiempo completo, pero sí tres veces por semana para empezar. No tengo oficina, pero ahí está mi sótano.
Ese sótano estaba lleno de juguetes, no tenía aislamiento término y hacía un gran frío en las mañanas. Recuérdese que diciembre, enero, febrero en Nueva York son heladísimos. Yo tenía tres chumpas y me ponía las tres, todo el día.
¿Cómo fue esa primera Navidad?
Difícil, difícil no no pude ir a Guate no pude tener a mi familia. Una señora que me alquilaba un cuarto en su casa, me invitó a pasar la Navidad junto a su familia. Todos fueron bien amables conmigo.
¿Cuánto tiempo estuvo en el sótano?
Estuve dos años, pero recuerdo que un día el dueño compró un calentadorcito portátil y yo lo tenía a la par, siempre. Fue un día feliz. Después ya remodelamos el espacio, se contrató a otras tres personas, y después nos movimos a esta oficina donde estamos ahora.
¿Qué proyectos desarrollas actualmente?
De todo, desde renovaciones interiores hasta edificios nuevos. El más grande es un edificio de apartamentos y un pequeño hospital. También hay otros edificios pequeños, pero efectuamos remodelaciones de interiores, instalación industrial, comercial, un poco de todo.
¿Y qué has descubierto del trabajo arquitectónico en USA?
¿Lo principal? Que los guatemaltecos no tenemos nada que envidiearle a los americanos. Sí, los proyectos son de mayor tamaño. Pero nosotros los arquitectos guatemaltecos, en la carrera nos enseñan a hacer de todo: eléctrico, plomería, fundidos, acabados, todo. Acá solo hacen arquitectura como diseño y dirección, pero en un proyecto hay dos o tres ingenieros, uno para cada área. Nosotros los guatemaltecos sabemos hacer eso o al menos sabemos ver si lo están haciendo bien. Aquí todo es especializado. Los guatemaltecos sabemos hacer de todov
Entiendo que participas en una organización que ayuda a migrantes profesionales
Si, soy voluntario de una organización llamada Upwardly Global. Muchos arquitectos que conozco de otros países, sobre todo Latinoamérica, vienen con esa idea de que como no estudié acá, yo no sé nada, no sé el sistema o que no pueden aplicar su especialidad O creen que aquí están las mejores universidades y que son insuperables.
Pero yo les digo: los profesionales hispanos traemos licencia para trabaja: estamos preparados para hacer de todo, debido a las mismas limitaciones de nuestros países. Aquí sabés de electricidad, de plomería, de estructura y eso sí se lo agradezco a la Usac. Aprendemos topografía, materiales, resistencias. A mí me ha tocado ver planos de topógrafos de aquí y al revisarlos tienen errores a corregir. Sí podemos.
¿Cuál es el gran valor guatemalteco que te hace fuerte aquí?
El humor. El Guatemalteco a todo le saca chiste cuando no queda de otra. Toca lidiar con los problemas y no queda más que verle el lado positivo o chistoso. Quita la tensión y da solución. Pero bueno también tenemos la ética de trabajo, pero sobre todo de nuestra generaciones antes del 2000. A uno lo mandaban a estudiar aunque estuviera lloviendo o con anuncio de huracán. Si estabas enfermo, una pastilla y afuera.
¿Cuál es tu gran sueño?
Crear nuestra propia empresa de diseño con mi esposa. Ella también es arquitecta. Soñamos con un estudio fundado por chapines que crezca aquí en Nueva York.
El talento guatemalteco brilla
