Quizá recuerdes así un día en La Antigua Guatemala o tal vez no. Este es un simple paseo por instantes, rostros, piedras, muros, pero todos dicen algo... o tratamos de adivinarlo. Se vale interactuar e inventar algo más.
Desde que pones un pie en la Antigua Guatemala, su esencia de café con miel, de pan dulce Cuchi Cuchi y de panes con pierna, con chile relleno, tostadas de salsa y de frijol en el parquecito del Tanque La Unión o en la plazoleta de La Merced, toda su paz, alegría, hermandad y luz colonial se mete por los ojos, por la nariz, por las manos que tocan un muro tricentenario o los pilares del palacio de los Capitanes Generales.
Todo visitante, guatemalteco, extranjero o migrante que regresa unos días a su tierra amada, se encuentra siempre con una Antigua siempre nueva, con un recuerdo renovado de siglos y siglos que siguen a veces de pie, a veces en ruina.
Truena la marimba en los arcos del tiempo. Ayuntamiento lleno de visitantes, vecinos, transeúnes, curiosos, vendedores, guatemaltecos o extranjeros en busca del tiempo que se ha comprimido en una cápsula de tarde de domingo. Tun tun tun, el bajo lleva la melodía, pero la verdadera memoria está en las teclas del hormigo en incesante canción. Y si puede, por favor, deje una donación.
Antigua Guatemala: Símbolos imponentes que hablan de reinos y saberes que, como la mujer de Lot voltearon a ver al pasado y se convirtieron en piedra. Hablan en su mudez de cal y canto. Castilla y León fusionados con la tierra de los mayas. Pase adelante a conocer la antigua Universidad de San Carlos. Atrévase a verse en el espejo de antiguas pinturas y ladrillos hechos de barro que alguna vez fue montaña, llanura o volcán.
Pero todo esto va muy serio y al chucho que está frente a la Casa de la Cultura solo le importa qué habrá de comer en este día. Espera, con paciencia irracional. Su majestad no se quita y la gente tiene que rodear. Es manso, noble y leal, pero por si las dudas, mejor evitar. Al fin y al cabo, también hubo chuchos en los tiempos de gloria de la Muy Noble y Muy Leal ciudad de Santiago de los Caballeros.
Antes aquí nunca faltaban las lavanderas, hoy lo que no faltan son las ventas: de tostadas, de algodones, de atol y panes con lo que quiera. El agua, tan serena, le inquieta las manos a la nena. ¿Había visto ladrillos que reflejen el cielo? Aquí están. ¿Había visto palmeras tan esbeltas que se miren al espejo mientras bailan por el efecto mariposa? Solo lo creo porque lo veo.
Otro can, muy noble y muy leal, al menos hasat que se descuide el comensal. Vela, olfatea y espera. Quizá le den un pedazo de tostada al final. La grama es la alfombra más perfecta para descansar y como dice el dicho: el descanso de unos es el trabajo de otros, pero he ahí la oportunidad. Apuesto a que sí lo notó, ese día hubo procesión y el cucurucho comía antes o después de cargar.
Augusto Monterroso habló del movimiento perpetuo y estas pelotas «de tripa de coche» no paran de girar aunque estén quietas cerca del parque de Antigua. Mundos de alegría para un niño, cerdos muertos que por magia e ingenio se han convertido en mundos en pequeño atrapados en una red de sueños, de objetivos de venta, de esperanzas artesanas de vender algo tan sencillo, tan pequeño, que encierra tantos esfuerzos.
Solo en el parque de antigua puedes ver un nudo de lagartos caleidoscópicos. Fingen estar muertos hasta que un corazón de niño agarra el alambre. El color habla de su origen: un ingenio dedicado, un arte de alta eficiencia energética que no necesita de electricidad ni de baterías para que salga corriendo una sonrisa. La próxima vez que vayas, atrapa una.
Desde hace muchísimos años existe en Antigua, en el parque de La Merced, el efecto invernadero. Pero no ese que hoy tanto agobia y trae apocalíptico susto, no: es el vapor que se concentra encima, alrededor y enmedio de los elotes que permanecen cuerdos, hasta que les aplican mayonesa, ketchup, mostaza y mucho queso: entonces se vuelven elotes locos, un antojo tan guatemalteco.
Y ya con esta nos vamos, hasta otra ocasión. Pero de verdad, hay algo don que la Antigua le deja a uno en el corazón y las pupilas; tiene ese color, esos pasos inolvidables, esa compañía perfecta enmarcada en piedra., Hay esperanza, trabajo, canción y a veces hasta un antojo de algodón dulce bajo los árboles, frente a la fuente de las Sirenas. ¡Hay algo, don que no sabemos qué es, pero nunca se nos olvida de Antigua Guatemala!