"Ya cumplí: saqué adelante a todos mis hermanos", expresa el migrante Milton Villeda, quien cuenta las semanas para volver a su aldea natal en Guatemala, por primera vez en 14 años.
A los 10 años Milton Villeda anhelaba con seguir estudiando pero tuvo que empezar a trabajar. Nació en la aldea Sacpuy de San Andrées, Petén, el mayor de 5 hermanos. «Lamentablemente mi papá nos abandonó cuando yo tenía 10 años. Ahí yo dejo de ser un niño y paso a ser sostén para mis hermanos. Me encantaban las matemáticas y era muy bueno. Fui abanderado pero empecé a trabajar para ayudar a mi mamá».
¿Y de qué podía trabajar un niño? «De lo más simple, pero siempre honrado: trabajar con machete, tapizcar maíz, frijol, chapear potreros. La gente me daba trabajo». A pesar del trabajo, Milton siguió estudiando, pero la situación económica no mejoró.
Empeñaron la escritura del terreno
La pobreza era agobiante y la falta de oportunidad de trabajo fijo cada vez más desesperante. Corría el año 2009 cuando un migrante mandó a traer a un hermano menor con un coyote. Llegado el momento del viaje el familiar tuvo miedo y se arrepintió. Ya no viajaría.
Milton le habló al paisano en Estados Unidos para que se lo llevara a él. Le ofreció pagar el viaje. «Me dijo, mira, te doy el viaje pero tienen que darme los papeles de la casa como garantía». Sin alternativa, así lo hicieron. «Fue un viaje de 18 días, 5 de ellos muy duros, en el desierto» cuenta. Al llegar a LosAngeles había otro desierto mucho más grante, lleno de gente: Milton no tenía ni un familiar ni conocido allí. Le habló al coyote si podía ayudarlo y le dijo que no.
«Un muchacho que venía en el grupo me dijo: viendo tu necesidad, le hablé a mi hermano. Te podemos dar un mes para que duermas en su casa, mientras consigues trabajo. Me ayudaron. Eran guatemaltecos. No sé como se llamaban, pero eran un hermano y una hermana, guatemaltecos. Creo que eran ángeles».
Milton fue al día siguiente a la «parada». Asi le dicen al lugar donde migrantes indocumentados se juntan a esperar que alguien los contrate por el día. Hizo construcción, mudanzas, de todo un poco. «Un compañero que conocí allí me avisó: hay trabajo en un restaurante. A mí no me gusta, dijo él, porque uno se la pasa encerrado. Te voy a llevar, probá y si te gusta te quedas».
"Pero yo no fui con la mentalidad de probar o de ver si me gustaba...yo fui con la mentalidad de quedarme trabajando, de echarle ganas y salir adelante para ayudar a mi familia y pagar la deuda": Milton Villeda
El dueño era un migrante japonés que tenía un restaurante coreano. Empecé lavando platos. Ocho meses lavé platos y hacía limpieza», relata Milton. «Después pasé a preparador: cortaba verduras y ayudaba a preparar alguons platillos.
Pero solo fueron dos meses. De ahí pasé a cocinero… y desde entonces llevo 13 años cocinando. Y desde hace ocho soy también soy gerente de los dos restaurantes, el coreano y el japonés»
La necesidad es la mejor maestra
Al preguntarle a Milton cómo aprendió la cocina y la sazón koreana y japonesa, la respuesta es breve y con una sonrisa: «Viendo». En el restaurante coreano, lo recuerda bien: «Ahí venden puras sopas. Sopas de res, sopas de pollo, sopas de pescado, sopa de codorniz. Después, en el japonés aprendí a preparar el sushi, el sahimi, el maki y el nigiri. Trabajo con todo tipo de pescado: atún aleta azul, atún aleta amarilla, anguila, salmón, albacor (bacalao), camarón….»
Actitud de calidad y calidad de actitud
Para Milton asumir responsabildiades y retos no es problema, es motivación. Al preguntarle lo que ha sido clave de su éxito dice:
«Esa es una pregunta bien importante. Lo primordial, uno tiene que amar su trabajo. Amar lo que hace y ser estricto. Bien estricto con uno mismo. Mis compañeros de trabajo, a veces ellos creo que me ven un poco enojón, un poco regañón, pero es que yo me tomo mi trabajo muy en serio. Que todo esté en orden, todo limpio, máxime en cocina. Aquí en EE.UU. hay mucha supervisión y todo debe estar al 100».
¿Algo del menú?
Llegó un 14 hace 14 años
Milton Villera recuerda aquel día que llegó a Los Angeles, sin conocer a nadie. «Era 14 de febrero, el día del cariño, del amor. Recuerdo que presté un teléfono y me regalaron 2 minutos. Mi mamá no tenía teléfono en Petén, llamé a una tía. para qvisar que estaba acá gracias a Dios».
14 años pasaron lento y pasaron volando. Milton planea retornar a Guatemala, a su pueblo para emprender un nuevo sueño: cumplir una palabra de amor: «Cuando yo me vine, dejé a alguien especial en mi pueblo. Hemos seguido hablando durante estos años y ella dijo que me iba a esperar. Y hasta la fecha me está esperando. Y primeramente Dios con ella me voy a casar. Además yo ya complí mi ciclo, saqué adelante a mis hermanos, ya pueden trabajar y defenderse» afirma.
Si algún compatriota guatemalteco quiere ir al restaurante donde labora Milton para conocerlo y felicitarlo, está en la ciudad de Perris,. California.
"Señor, solo te pido una oportunidad"
El día que salió de su aldea, Miltón oró. «Recuerdo que le dije a Dios: Señor yo no te pido una casa, solo te pido una oportunidad de llegar a EE.UU para hacer crecer a mis hermanos. Yo miraba el hambre que pasábamos… Y hasta aquí Dios no me ha fallado. Tengo mi casa, tengo mi negocio y tengo proyectos para salir adelante y generar oportunidades».
–Bueno Milton entonces, cuando vengas a Guatemala me invitas a la boda
-Don Gustavo, si usted está dispuesto a ir a la boda, lo invito a la boda. Porque si uno tiene un sueño hay que luchar, trabajar, esporzarse y ese sueño se va a cumplir.