Mientras hacía fila en un banco de alimentos en Vancouver, Canadá, sin empleo y sin dinero suficiente el migrante guatemalteco Antonio López pensaba en las felicitaciones por haber conseguido un permiso legal para emigrar a dicho país.
Como si fuera una escena de la película En Busca de la Felicidad, de Will Smith, Antonio López tuvo que hacer fila en comedores de asistencia social canadiense. No tenía empleo, sus títulos profesionales no valían nada, no tenía equipo.
«Vendí todo mi equipo, mi casa, mi carro, todo, para mudarnos a Canadá, en busca de un mejor futuro y mejores oportunidades para mis hijos». Conseguir un apartamento en dónde vivir fue el primer reto. No tenía muebles, ni camas. Durmieron en el suelo. Se aproximaba la Navidad de 2009. Pero no había vuelta atrás.
Se recordaba de los amigos en Guatemala que le habían dicho con admiración: «Te rayaste», al contarles que después de dos años había cumplido los requisitos para recibir una residencia legal en Canadá.
«Lo peor de todo es que el dinero se consumía aceleradamente. La vida en Canadá es mucho más cara que en Guatemala. Un amigo me ofreció un trabajo pero a los 5 meses tuvo problemas económicos y ya no pude seguir allí. No aplicaba a un fondo por desempleo porque se necesita haber trabajado seis meses. Yo no había llegado a Canadá para vivir de la beneficencia. Quería producir, quería trabajar. Buscaba un trabajo de «lo que sea».
Consejo: Estés donde estés, enfócate en lo que sí sabes hacer
Antonio buscó empleo y finalmente consiguió uno en limpieza de edificios. «El clima de Canadá es duro y había que ir aunque nevara, granizara o la temperatura fuera de 10 grados bajo cero. Le hice frente. Pensé en crear una empresa de limpieza para salir adelante, pero no funcionó. Fueron tiempos difíciles. No tenía carro y a veces tenía que ir a trabajar en bicicleta, bajo la lluvia o la nieve, casi me congelaba».
Al volver a buscar trabajo, me preguntaban qué tipo de empleo: Yo respondía «de lo que sea». Y alguien me dijo. No, no diga así porque le seguirán cayendo trabajos que no quiere hacer y peor, que no le permitirán crecer. Analice qué sí sabe hacer, qué domina. Obviamente no podía ser el diseño gráfico porque no tenía equipo, ni título, ni dinero para equipararlo ni tiempo para estudiar más. Lo único que sabía era hablar español».
«Busqué así y encontré una empresa importadora y distribuidora de flores que necesitaba un asistente administrativo que hablara español como idioma de origen para poder entenderse con los productores de Colombia y Ecuador. Trabajé cinco años allí. Hacía de todo: entregaba pedidos, recogía envíos, hacía cuentas, elaboraba arreglos. pero pude hacerlo».
Cuando tengas un objetivo: no lo dejes ir
Desde 2016, Antonio trabaja en una compañía que se encarga de recibir y acondicionar vehículos nuevos que llegan a una instalación portuaria desde Asia. «A algunos hay que instalarles neumáticos, a otros los retrovisores y otros elementos que no vienen ensamblados. Estoy a cargo de un equipo de 30 personas. Es un trabajo que me gusta, he aprendido mucho y sobre todo he podido sacar adelante a mis hijos», cuenta.
Al reflexionar sobre las dificultades vividas en los primeros años de su estadía, considera que todo migrante guatemalteco que se marcha a Norte América va en busca de las oportunidades de mejora que no encuentra en su país. Los guatemaltecos se caracterizan por ser trabajadores, pero a veces algo falta.
«Uno no puede buscar oportunidades de lo que sea. Se necesita enfocar la atención en la meta y en el crecimiento. Uno debe encontrar su potencial y cuando tengas un objetivo, no lo dejes ir. Yo quería abrirle nuevas oportunidades a mis hijos, ese era mi sueño. Así que si tienes un objetivo: no lo dejes ir. El hijo grande estudió música y trabaja en Amazon para Canadá. El mediano es diseñador de videojuegos y el más pequeño, a mí me gusta cocinar y él ahora es Chef».
Aunque su trabajo ya no está en el diseño gráfico o la fotografía, Antonio López disfruta de captar imágenes de paisajes canadienses
Confianza para el futuro
Finalmente, Antonio considera que uno de los elementos más valiosos de la cultura canadiense es la confianza. «Si a uno le avisan que un pedido llegará a las 3 de la mañana, hay que estar allí para recibirlo.
Si no, te lo dejan, con la factura encima, porque saben que al día siguiente enviarás un cheque. Cuando por fin conseguí un apartamento, acordamos términos con el dueño y nos dimos la mano. Le pregunté: ¿Oiga, vamos a firmar un contrato? y él me respondió: pero si ya lo firmamos con ese apretón de manos»
Ese concepto de tener palabra, de formalidad, de confianza es muy valioso para el futuro.