Tenía listo el boleto para regresar a Guatemala en 2008, cuando se abrió una oportunidad. Julio es contador, músico, migrante pero sobre todo un guatemalteco dispuesto a aportar.
Hay que aclararlo de entrada: Al migrante guatemalteco Julio Alvarado no le gusta presumir la obra benéfica que realiza de manera personal con sus propios recursos. No lo hace por notoriedad sino por convicción de ayudar al país. Por eso se toma el tiempo de viajar desde California, donde reside, hasta su natal Sacatepéquez.
Apoya un proyecto de marimba escolar en una escuela de Santo Domingo Xenacoj, Sacatepéquez. “Quiero que los niños tengan mejores oportunidades. Quiero que se eduquen. Deseo que aprendan, que sean profesionales para que no tengan que migrar. Sobre todo quiero que sean guatemaltecos orgullosos de sus raíces”, expresa durante una estadía de pocos días en Antigua Guatemala, su pueblo natal.
«Yo vivo en Estados Unidos desde hace casi 20 años pero me considero 100 por ciento chapín. 100 por ciento antigüeño», exclama con orgullo. Su trabajo en los últimos 15 años ha sido en contabilidad y administración, una oportunidad que llegó cuando estaba a punto de volver al país tras ser empleado consular entre 2005 y 2008.
Cuentas claras y ganas de trabajar
«Cuando cambian los gobiernos, no importa si usted trabajó bien o no. Cada gobierno lleva su gente. Yo trabajé apoyando a migrantes guatemaltecos e incluso facilitando el retorno de algunos que se habían asilado por la guerra. Pero en 2008 con el cambio de gobierno, nos despidieron. Compré mi boleto para regresar a Guatemala, pero un amigo me dijo si quería una recomendación para un trabajo». Yo había estudiado para Perito Contador, cuando hice el diversificado en Antigua Guatemala.
«Me dio una dirección y resultó ser una mansión. Era una señora que necesitaba alguien que llevara su contabilidad, pagos y administrar algunos alquileres. Yo le dije que ya me iba de regreso a mi país. ‘Intente una semana y si le gusta el trabajo, se queda, si no puede irse’. Y me quedé trabajando hasta la fecha. Encontré desorden en cuentas y me puse a poner cada cuenta en su lugar. Usé libros físicos para llevar ingresos, gastos, pagos. Tenía que hacer retiros de dinero y siempre entregaba cuentas. La señora me decía: ¡eres muy honrado! Y yo le decía: eso aprendí en mi casa. Ella trabajaba en Disney y le iba muy bien. Ya no tenía que preocuparse por la contabilidad. Me dio carro, me pagaba bien.. Por eso yo digo que la honradez siempre abre puertas».
Apoyo personal a buenas causas
Julio Alvarado es una persona altruista y siempre está dispuesto a apoyar a quien lo necesite, en la medida de sus posibilidades. El primer proyecto fue en un pequeño terreno. «Tenía un amigo de Santo Domingo Xenacoj que le regaló un pedacito de terreno a una señora de muy escasos recursos que apenas sobrevivía de lavar ajeno. Yo le aporté la construcción de su casa, así callada la boca. Pero como no solo se trata de dar, sino de generar oportunidades, la apoyamos para que creara su negocio de verduras. Le dimos un pequeño capital y con él las adquirió y salió adelante».
Sin embargo ha tenido sinsabores.
El afán de aporte de Julio le llevó a participar en reunir recursos para apoyar a las víctimas de la tragedia del Volcán de Fuego en 2018. «Conseguimos un equipo de médicos a ayudar. Ellos donaron equipos e insumos para la jornada y los enviaron al país Pero cuando llegamos, muchos de esos aparatos se los habían robado. Equipos de 5 mil o 10 mil dólares no aparecieron. Y al reclamar, nos echaron a la policía».
Con la música y la niñez en el alma
Hay varios lugares de Estados Unidos, los migrantes siempre ayudan. Entre todos juntamos ayuda, sobre todo en situaciones de emergencia. El problema es que cuando las mandan, en las bodegas de las instituciones del Estado llegan hijos de diputados e hijos de alcaldes para registrar, sacan las cosas de marca. Se llevan zapatos, pantalones y le dejan a la gente solo tallas grande. Por eso yo prefiero aportar lo poco que puedo, pero a un lugar donde yo veo que sirve la ayuda.
«He estado apoyando a una orquestina de niños indígenas de Xenacoj, que tienen amor a la marimba y mucho talento. Cada vez que regreso vengo a tocar marimba. Yo llevo el bajo, porque eso aprendí en la Estudiantina de la Merced, a la cual pertenecí por 15 años… antes de ser migrante»