Edgar atravesó México junto con su hermana Isabel. “Ella dijo que se iba. Salió, pero cuando iba por Huehuetenango, le dije: te alcanzo y me fui. Pasamos por Gracias a Dios, San Cristóbal de las Casas, Tuxtla Gutiérrez, Coita, Veracruz, Distrito Federal… Yo iba anotando todos los lugares, observando, inspirándome y escribiendo poemas de aquel recorrido”.
Un momento, ¿entonces sos un poeta?
Sí, desde niño me gustó leer y ya de adolescente empecé a escribir poemas. Una vez se los mostré a un profesor de la escuela y me dijo que no servía para poeta. Me sentí muy triste, regresé a la casa. Mi mamá estaba juntando fuego. Le dí el cuaderno y le dije: junte fuego con esto, que solo para eso sirve. Esa tarde lloré allá detrás del campo de futbol, porque a mi me gusta escribir”.
Tiempo después le llevó sus textos al poeta Humberto Akábal. “El maestro me dijo que necesitaba más lecturas, pero que tenía madera, que tenía la actitud y las ganas de crear. Que siguiera adelante y que nadie me dijera qué escribir o no. que fuera yo mismo a donde fuera”.