Éxitos

Hector Mejía y café Zamora llevan el sabor de Santa Rosa a Óregon y más allá

A Héctor Mejía Zamora le iba bien en su negocio cuando migró a Estados Unidos. Tardó varios años en emprender su actual proyecto: un coffee shop en Portland, Oregon. Dificultades, sueños y avances se mezclan en su historia de éxito.

El emprendedor santarroseño Héctor Mejía Zamora fundó Zamora coffee shop en Portland, Oregón en 2019. Vende café cultivado en Santa Rosa, Guatemala, tostado, molido y preparado, al gusto del cliente. La pandemia 2020 fue un repentino alto que le puso a prueba. Pero no era su primera gran dificultad. De hecho a los 14 años perdió a su papá y comenzó a trabajar en la venta de banano.

«Yo logré mi sueño guatemalteco en Guatemala. Me iba bien, tenía buenas ventas, pero mi mamá y hermanos estaban en Estados Unidos. Pude migrar legalmente pero iba otra vez a empezar de cero», relata Héctor quien hoy distribuye su marca de café en tiendas de Oregon y lo envía a todo EE.UU. De hecho el café guatemalteco se abre puertas gracias a migrantes guatemaltecos.

Pero no pasó de la noche a la mañana.  Esta es la historia de su camino de esfuerzo, nque tardó casi cuatro años en empezar a producir (lo mismo que una mata de café tarda en empezar a dar fruto).

Café Zamora se vende en presentaciones de una y dos libras, molido o en grano; también, si gusta puede disfrutarlo en la tienda fundada en 2019 por el guatemalteco Héctor Zamora. (Foto Café Zamora)
Café Zamora se vende en presentaciones de una y dos libras, molido o en grano; también, si gusta puede disfrutarlo en la tienda fundada en 2019 por el guatemalteco Héctor Zamora. (Foto Café Zamora)

«Café Zamora lleva cinco años, pero empezó con un sueño hace  15, porque originalmente mi papá era el que él tenía la ilusión de eliminar el intermediario entre caficultores y tostadores, para que los cultivadores tuvieran mejores ingresos. Mi papá murió cuando yo tenía 14 años, entonces ese sueño se quedó guardado un rato en baúl», cuenta Héctor Mejía Zamora, emprendedor y migrante radicado en Portland, Oregon..

«Mi intención, antes de que él falleciera no era tanto de involucrarme en el café. Pero ya después de que él murió pues tuve que madurar más rápido y me metí a la comercialización de banano, que también se produce en municipios de Santa Rosa, donde nací».

«Yo le digo a la gente que pude vivir el sueño guatemalteco porque empecé mi emprendimiento de bananos con 300 quetzales, pero al cabo de mi primer año estaba vendiendo unos 120 mil quetzales al mes»

¿Qué le llevó a migrar a EE.UU.?

Mis papás llegaron aquí por el Conflicto Armado Interno de Guatemala en los años 1980. Yo no había nacido. En la década 1990 regresaron a Guatemala. Naci en Cuilapa, Santa Rosa, pero crecí en Santa Cruz Naranjo, caminando entre cafetales. Podía correr libremente en las calles, ir en bicicleta a todos lados, nadar en los ríos. 

Era linda esea vida de pueblo. Por eso mi ilusión es poder  generar esa experiencia que tuve:  la forma en la que la gente trabaja; todo es a la palabra, pero se cumple; ayudarse unos a otros y por eso quiero trabajar por mi comunidad.

¿Cómo falleció tu papá?

Mi papá se llamó Clodomiro Mejía y mi mamá se llama Hermelinda Zamora. Él falleció por un cáncer, fue un proceso largo. Tenía 42 años cuando empezó con quimioterapias, le debilitaron bastante. 

El problema fue que en medio del proceso de las quimioterapias, la vesícula se le inflamó y no se la pudieron extipar a tiempo, porque estaba muy débil. Fueron tres meses que fueron bastanteduros y de mucho dolor para él.

 
Clodomiro Mejía, en vida, padre del migrante Héctor Mejía Zamora. Se convirtió en su gran inspiración porque deseaba crear mejores condiciones para la compra y distribución de café a pequeños productores de Santa Rosa. Héctor se ha encargado de hacer realidad aquel sueño. (Foto álbum de Héctor Mejía)
Clodomiro Mejía, en vida, padre del migrante Héctor Mejía Zamora. Se convirtió en su gran inspiración porque deseaba crear mejores condiciones para la compra y distribución de café a pequeños productores de Santa Rosa. Héctor se ha encargado de hacer realidad aquel sueño. (Foto álbum de Héctor Mejía)

¡Cuánto lo siento! ¿Y cuándo se produce tu migración a EE.UU?

Seis años después. Al fallecer mi mamá, mi hermano mayor empezó los trámites en EE.UU. para solicitar a mi mamá. Cuando ella tuvo su residencia, empezó el trámite para pedirme a mí, pues aún era menor de edad. Pasaron 4 años más para se me diera a la residencia. Empecé un negocio con Q300 y al primer año vendía Q120 mil por mes. Me iba bien.

¿Recuerdas Héctor cómo fueron esos primeros días en Estados Unidos?

Sí. Fue un shock. Yo no me quería venir para este país, porque yo ya estaba viviendo el sueño guatemalteco con el negocio que tenía. Pero estaba al revés: yo era como «migrante» en mi propio país porque mi madre y hermanos estaban en USA.

Tenía éxito que me hacía preguntar a qué podía venir a EE.UU. Debía dejarlo todo. No sabía inglés, nunca le había puesto importancia.  Y al llegar sentí que no tenía lugar aquí, que era un error haberme venido.  

A los 14 años, Héctor Zamora empezó a vender bananos. Inició con Q300 y al año sus ventas se habían multiplicado. Tiempo después llegó la opción de migrar a EE.UU., pero debía dejar ese primer gran éxito atrás.
A los 14 años, Héctor Zamora empezó a vender bananos. Inició con Q300 y al año sus ventas se habían multiplicado. Tiempo después llegó la opción de migrar a EE.UU., pero debía dejar ese primer gran éxito atrás.

'¿Y qué negocio fue ese que iniciaste con Q300?

Mi papá comercializaba banano. También lo cultivaba. Las plantas le daban sombra al café, que era un ingreso extra. Cuando fallece mi papá, yo no sabía bien cómo vender en el mercado de La Terminal, pero compré Q300 de banano y otra parte a crédito. Eché 18 quintales al picop de papá. No sabía quién me lo iba a comprar. 

Cuando llegué, un señor pensó que yo era un proveedor que estaba esperando. Yo le aclaré que no era esa persona pero igual me dijo: «Déjelo: necesitamos el producto» y me pagó de contado. Esa vez gané Q300 extra, pagué lo que debía, compré otra carga  y a la otra me quedaron Q600 de ganancia. 

Pero no fue suerte, fue también respeto. Mi comprador era indígena, pero yo lo ví como cliente y socio de negocios. Entonces me dí cuenta que lamentablemente existe gente que discrimina.  Pero yo lo traté como igual, como debe ser: con respeto. Y por eso me hicieron parte de su comunidad de negocios. 

Ellos mismos me abrieron más puertas en la Terminal y en la Central de Mayoreo, Cenma. Me presentaban a otras personas y le decían. «Te presento a Héctor, este patojo es honesto, trabaja y es respetuoso. EStamos trabajando con él, te lo recomendamos. Es cumplido y tiene palabra» 

Y con eso fui creciendo. Al final del año vendía Q120 mil por mes.

 

¿Cómo superaste el cambio?

En EE.UU. me sentía un poquito perdido, pero reflexioné. Estaba siendo prácticamente un mal agradecido. Muchas personas se quieren venir acá y dejan todo, arriesgan todo. Y yo tenía papeles, tenía mi familia acá, tenía un lugar donde vivir…

Comencé a aprender inglés en serio, a involucrarme en la cultura local. Descubrí que Portland, Oregon es uno de los mejores mercados para café de calidad. Empecé a aprender más sobre la cultura del café; supe lo que mi papá estaba tratando de hacer: impulsar el café de Santa Rosa en EE.UU. sin intermediarios, para apoyar a los caficultores.  

¿Cómo surge Zamora Coffee Shop en Portland?

Después de tres años en Portland. ya había ahorrado bastante dinero, según yo, para regresarme pa Guatemala. No trabajaba en café sino en un laboratorio de lentes, ya era parte de la gerencia. En las tardes y noches conducía para Lift y Uber.

En un viaje conocí a una persona que era dueña de un coffee shop. Lo estaba vendiendo con toda la maquinaria. No era mi plan, pero me animé.  En otro viaje de Uber había conocido a un tostador de café. Esos dos viajes con dos personas me abrieron puertas y los ojos. Era el inicio de Zamora Coffee.

Yo había pensado más ser importador y comercializador; el último paso del plan era poner el coffee shop, pero pasó al revés: empecé con la tienda de café: y pues ahora cosechamos, procesamos, exportamos, importamos, tostamos, empacamos, servimos café en bebidas, distribuimos a tiendas, vendemos en línea y ahora estamos buscando cómo enlatar café para llevar.

¿Tomaste algún curso?

Sí, de hecho fui a los cursos que da la Asociación Nacional del Café, Anacafé, en Guatemala. Estudié varios cursos con ellos y fueron muy valiosos. Me dieron la base, las medidas para expressos, americanos, el volumen de espuma de la leche, las técnicas como pourover, frenchpress, V60 y más.  Hacen una gran labor.

¿Qué fue lo más difícil al emprender negocio?

Tuve que seguir manejando Lyft y Uber para financiar todo. El primer año fue de bastantes gastos. 

Si alguien quiere emprender en este campo, mi consejo es que empiece trabajando en un coffee shop, porque aprendes las recetas, pero también la administración, el flujo de cash, créditos, pago de local. Yo lo aprendí en carne propia y gasto propio. Pero el gran balde de agua fría con hielo fue la pandemia. Había abierto en mayo de 2019 y en marzo todo cerró.

Pero a la vez, eso me puso presión para acelerar la venta de café molido y en grano en línea; a vender a otros negocios distribuidores. Hoy, por hoy, está la tienda y está el café Zamora en paquetes que enviamos a todo estados unidos.

¿Sólo café de Santa Rosa?

Por ahora sí, porque  queremos apoyar a los caficultores locales de Santa Rosa, Guatemala. Queremos absorber más grano de los productores santarroseños, para que estén tranquilos, para que inviertan en su tierra, en abonos, mano de obra y cuidados, para llegar a un alto estándar de calidad. 

Todavía estamos en una etapa muy temprana, les soy honesto, porque hay muchas variaciones en el grano.

¿Cuál es tu gran sueño guatemalteco y americano?

Trabajar con café de más regiones. Para cualquier persona que se me acerque, soy un libro abierto. Lo que he aprendido, lo quiero compartir. Y si ellos quieren empezar su emprendimiento con un sistema similar y podemos apoyarles, hablemos. 

Llevamos cinco años y se siguen abriendo puertas. El café de Guatemala tiene mucho potencial, pero muchos no lo conocen aún aquí en EE.UU.

El camino de crecimiento continúa

Héctor Zamora sigue madrugando como lo hacía en Santa Rosa a los 14 años. A las 4 AM ya está tostando café del día, para abrir a las 7.30 su coffee shop. Su local lo comparte, para ahorrar costos, con una tienda de Bagels. 

En el transcurso del día imprimen etiquetas, preparan pedidos de café en grano. La presentación de 2 libras ese la que más se vende. Ahora está empezando a distribuir a través de supermercados y otros restaurantes.  En este 2024, Zamora Coffee Shop será patrocinador de un equipo regional de baseball, pues está incursionando en el mercado de bebidas frías enlatadas, cuya mejor época es el ya próximo verano.

Héctor Zamora sigue caminando en las montañas de Oregon con el corazón puesto en las montañas y los caficultores de su natal Santa Rosa.

Además de promover un mejor cultivo de café de calidad en Santa Rosa, Zamora Coffee también impulsa actividades culturales en Oregon, como un puente entre comunidades. Así lo expresa Héctor Mejía Zamora, fundador, quien dedicó el nombre de la marca a su mamá Herminia Zamora.
Además de promover un mejor cultivo de café de calidad en Santa Rosa, Zamora Coffee también impulsa actividades culturales en Oregon, como un puente entre comunidades. Así lo expresa Héctor Mejía Zamora, fundador, quien dedicó el nombre de la marca a su mamá Hermelinda Zamora.

Café guatemalteco también es migrante

Periodista, escritor, docente universitario. Nació en Guatemala, 1971. Egresado de la Carrera de Comunicación Universidad Rafael Landívar. Ha trabajado en varios medios de comunicación, entre ellos Prensa Libre, entre 1996 y 2022. Actualmente dirige el…