El pintor maya kaqchiq'el Andrés Curruchich fue el gran iniciador de un movimiento que hoy se ha multiplicado y diversificado: el arte popular indígena, enfocado en reflejar la cultura, el paisaje y la vida local.
Nacido el 19 de enero de 1891, Andrés Curruchich Cúmez emergió de su comunidad kaqchikel no solo como agricultor, sino como el pionero de la pintura popular guatemalteca. Desde joven, se ganó la vida encalando paredes, labor que lo llevó a pintar la fachada de la iglesia local y retocar imágenes religiosas.
Esta experiencia despertó en él un talento innato que lo impulsaría a capturar la vida cotidiana de su pueblo con pinceles, inicialmente sobre madera, jícaras, plumas y luego sobre lienzo de manta de algodón. En la década 1920 empezó a plasmar escenas populares.
Su primer cuadro fue vendido en 1930 durante una feria en la Ciudad de Guatemala. En las décadas siguientes se consolidaría como el artista indígena que abría caminos para nuevas generaciones.
En la década de 1940, el párroco de San Juan Bautista se encargó de divulgar más su talento y en 1951 se celebró su primera exposición en una galería de la ciudad capital.



Sus obras persisten
El Museo Ixchel del Traje Indígena, en la Universidad Francisco Marroquín, resguarda una colección significativa de sus óleos —hasta 48 obras— que retratan escenas como la cosecha de maíz, el corte de cabello, el mercado, las procesiones de Semana Santa, las posadas navideñas, danzas, cofradías, rituales de bendición, bautizos, bodas y entierros, con anotaciones de Curruchich, aunque sin fechas exactas.
La obra de Andrés Curruchich refleja con color y autenticidad la indumentaria y costumbres de su comunidad, contrastando incluso con los comerciantes foráneos.
A mediados del siglo XX, su legado traspasó fronteras: expuso en San Francisco y Nueva York en 1958 (Nueva York, en el Museo del Barrio), en una muestra titulada Village Life in Guatemala. En reconocimiento a su aporte cultural, el gobierno de Guatemala le otorgó la Orden del Quetzal en el grado de Gran Oficial, en 1960. Fue un gesto público que celebró a este artista que retrató desde adentro la vida de su comunidad.
Su legado perdura
Curruchich falleció en 1969 en su querido San Juan Comalapa. Su legado, sin embargo, perduró: entre sus discípulos estuvieron su hijo Vicente Curruchich, Francisco Telón y Santiago Tuctuc.
En 1985, estos artistas fundaron el primer grupo de pintores que llevó su nombre, dando continuidad a la tradición artística local. Hoy, su influencia sigue viva a través de su nieta María Elena Curruchiche (y Rosa Elena Curruchich, su otra nieta artista), quienes continúan pintando, preservando y expandiendo esta herencia cultural indígena.
San Juan Comalapa ha sido reconocida como la “Florencia de América” debido a la abundancia de talento pictórico que brotó de su territorio con Andrés Curruchich como raíz fundacional.
Hoy, cientos de artistas, incluidos numerosos con trayectoria destacada, trabajan en la comunidad, en una vibrante corriente artística que sigue creciendo.
¿Dónde admirar la obra de Andrés Curruchich?
Impacto y autenticidad artística
La pintura de Curruchich va más allá del estilo naïf; su obra conjuga una presencia íntima con claridad narrativa, y su paleta refleja tierras, telas y matices vividos en su entorno. Su capacidad para retratar lo cotidiano —lo festivo y lo familiar, lo ritual y lo social— le otorga no solo valor estético, sino también documental y cultural, como “testigo visual de una Guatemala indígena en transición”.
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