Las ferias guatemaltecas tienen varios elementos infaltables, pero desde lejos siempre se mira la rueda de sillas o "ruedas de Chicago", que siempre se llena de sonrisas... y gritos.
Imponente, giratoria y llena de luces, la rueda de Chicago no solo ha sido una atracción de feria, sino también un símbolo de innovación, emoción y nostalgia para millones de personas en el mundo. Su historia comenzó en el siglo XIX, con un objetivo ambicioso: sorprender al mundo.
Aunque obviamente su origen no es guatemalteco, sí ha pasado a convertirse en un auténtico símbolo de que hay una feria patronal en el pueblo, la colonia o la ciudad. Desde lejos se mira, de día o de noche.
Un invento para competir con la Torre Eiffel
La primera rueda de este tipo fue construida para la Exposición Mundial de Chicago en 1893, organizada para celebrar el 400 aniversario de la llegada de Cristóbal Colón a América. El objetivo de esta feria era demostrar el poder industrial y cultural de Estados Unidos. Sin embargo, había un gran reto: superar el impacto que causó la Torre Eiffel en la Exposición Universal de París de 1889.
La tarea recayó sobre el ingeniero estadounidense George Washington Gale Ferris Jr., quien diseñó una estructura nunca antes vista: una enorme rueda giratoria de acero con capacidad para transportar a más de 2,000 personas a la vez. Su rueda medía 80 metros de altura y se convirtió en la atracción principal de la exposición.
Así nació la primera “Ferris Wheel” o rueda de Ferris como se le llamó en honor a su creador. Sin embargo, en otros ámbitos, pasó a ser llamada Rueda de Chicago.
¿Por qué se hizo tan famosa?
Desde su debut en Chicago, la rueda cautivó al público por su tamaño, su movimiento majestuoso y la vista panorámica que ofrecía. No solo era una atracción mecánica, sino una experiencia emocional: subir a la cima significaba ver el mundo desde otra perspectiva.
La rueda Ferris se convirtió en un ícono cultural y pronto se replicó en otros países. Su popularidad creció con las ferias, los parques de diversiones y los centros turísticos. Hoy existen versiones modernas y colosales en ciudades como Londres (London Eye), Las Vegas (High Roller) y Dubái (Ain Dubai), todas inspiradas en aquella original de hace más de 130 años.
La emoción de subir a una rueda
Más allá de su historia, lo que ha hecho que la rueda de Chicago siga siendo popular hasta hoy es la emoción que provoca: la mezcla de vértigo, expectativa, nostalgia y romanticismo. Es común que familias, parejas o viajeros la elijan como punto clave para una experiencia inolvidable.
Para muchos, representa una pausa en el tiempo: el suave giro, la vista desde lo alto, el sonido del viento y la sensación de flotar por unos minutos. Es también un símbolo de niñez, de aventura y de conexión con los sentidos. Las ruedas instaladas en Guatemala varían según la feria, pero tienen entre 30 y 40 metros, con entre 20 y 25 sillas. Suelen ser movidas por un motor de camión modificado para ser estacionario.
Un legado que sigue girando
Aunque la rueda original fue desmantelada en 1906, su legado vive en cada nueva versión que se construye. En Chicago, una nueva noria moderna fue instalada en Navy Pier en 2016, como homenaje a aquella que cambió la historia del entretenimiento.
Hoy, más que una atracción mecánica, la rueda Ferris es una invitación a soñar, a sentir y a mirar el mundo con otros ojos.
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