Gustavo Ajché, originario de Totonicapán, comenzó a trabajar en entregas de comida a domicilio en Nueva York hace 20 años, recién llegado a EE.UU. Actualmente lidera a la organización Deliveristas Unidos, de la cual es cofundador. Tiene 5 mil miembros y en abril tuvo un logro histórico en la ciudad. Esta es la historia.
En abril de 2024, la alcaldía de Nueva York anunció regulaciones para que los trabajadores de entregas a domicilio o «deliveristas» tuvieran un mejor salario con reglas claras y condiciones dignas de trabajo. Fue la respuesta al movimiento Deliveristas Unidos, que reúne a unos 5 mil trabajadores de este servicio en el cual trabajan unas 65 mil personas, solo en esa ciudad. El líder y cofundador de la organización es un migrante guatemalteco: Gustavo Ajché.
Gustavo Ajché nació en la aldea Chimenté, Totonicapán y creció en la Avenida Petapa, zona 12 de la capital de Guatemala. Es decir, desde niño conoció la migración, en busca de mejores oportunidades. También atestiguó malos tratos a su mamá que era vendedora de comida en el mercado El Guarda y así empezó a tejerse su conciencia sobre el respeto y la dignidad.
En 2004 llegó como migrante a Nueva York, sin saber inglés, sin conocer en absoluto una de las más grandes ciudades del mundo. Un primo lo recomendó para un empleo: entrega de comida a domicilio en bicicleta.
Su primera entrega de pizza
«Era mi primera entrega y me perdí. Tardé mucho en llegar y entregué la pizza donde no debía», relata Gustavo Ajché a SoyMigrante.com. En cada viaje, en invierno o verano, con calor sofocante o con lluvia, conoció las necesidades, las carencias y los peligros del delivery.
«Aquella primera entrega era a unas 30 calles del restaurante. En bicicleta, que es el medio más funcional en una ciudad de tanto tránsito. Fui preguntando y llegué. En la puerta del edificio había unos muchachos que me dijeron: ¡Hey, la pizza es para nosotros! Se las entregué. Regresé a la pizzería. El encargado estaba molesto. Me dice: -¡Hey, qué pasó con la pizza! el dueño está llamando y ahorita va el otro muchacho a dejar otra.
-Pero sí la entregué, le dije.
-¿A quién?
-A unos muchachos que estaban en la puerta del edificio…
«Un trabajador de la cocina me dijo: ¿Eres nuevo aquí, verdad?» (Sí, era nuevo en el trabajo, en la ciudad, en USA).
«Era mexicano, pero me echó la mano y me empezó a enseñar como era la nomenclatura de calles, los barrios, cómo buscar los apartamentos en los edificios. Porque aquí hay una entrada para los residentes y otra para la mensajería. Me ayudó la gente, sin conocerme. Y yo, poniendo coco, como decimos los chapines» cuenta.
Construcción, más entregas y cambios
La pizzería cerró y Gustavo tuvo que buscar otro trabajo. Lo encontró en la construcción. Por la tarde siguió haciendo delivery en bicicleta.
Necesitaba completar su ingreso. Pero además, se integró a una organización comunitaria como voluntario. «Tomé algunos cursos de liderazgo, participación, motivación».
No imaginaba lo que aquello le iba a servir con el paso de los años. Se volvió un experto en rutas de la ciudad y en el servicio personalizado. Pasan los años y se volvió un experto en las calles neoyorkinas.
Con el cierre de pandemia en 2020, el trabajo de entrega a domicilio se multiplicó. Surgieron o se potenciaron muchas apps digitales, lo cual generó oportunidades, pero también empezó a limitar las ganancias de los deliveristas.
«Colabó voluntariamente junto con unos amigos en una campaña de entrega de despensas a las familias. Semanalmente se hacía unas 500 entregas. Llegaban los camiones con ayuda del gobierno, donaciones de iglesias y organizaciones. Le llevaba comida y esperanza a la gente», cuenta Gustavo quien en aquel momento trabajaba solo en construcción.
Oportunidad en la adversidad
La alta demanda de servicio a domicilio llevó a un boom de apps de tal servicio. «Compañeros de entregas me contaron que había muchos asaltos, que las apps habían reducido porcentajes de ganancia para los deliveristas sus ingresos se cayeron. Y la encargada de la organización me sugirió organizarnos». A la primera reunión llegaron unos 75. Se acordó convocar a una primera manifestación pacífica. Esperan que participaran unos cien».
«Yo no pude ir porque me tocó trabajar en la construcción. Pero llegaron como 700. Tenían las mismas necesidades de mejorar su ingreso, tener más seguridad, y hasta de poder contar con permiso de ir al sanitario, pues había restaurantes a los que les hacíamos delivery, pero no daban permiso de entrar a su baño. Así de difícil era la situación del deliverista».
«La marcha no tuvo cobertura de prensa. Pero al otro día, empezaron a llamar los periódicos. ¿Quiénes son ustedes?¿Por qué se organizaron? ¿Qué piden? A algunos compañeros les dio miedo y se retiraron, pero a mí no me gusta dejar a nada a medias. así que seguimos adelante. No pedíamos nada que no fuera justo». Poco a poco hubo otras caminatas, para reclamar un salario mínimo a las empresas de apps.
Actualmente Deliveristas unidos tiene unos 5 mil afiliados, pero los beneficarios de sus acciones son más de 65 mil trabadores de reparto en Nueva York, de todas nacionalidades incluyendo americanos». El modelo de Nueva York ahora está siendo estudiado por otras organizaciones en Estados Unidos.
«Me siento orgulloso de que sea un chapín, un latino, el representante de este sector de trabajo»
Nueva York es la cuarta ciudad con más migrantes guatemaltecos en Estados Unidos, con 158 mil 600.
Así le nació desde niño la conciencia
Cuando vivía en Guatemala, de niño, Gustavo recuerda que se hacía una pregunta. ¿Cómo luchar contra las injusticias? Porque había visto repetirse muchas veces una injusticia contra su mamá, María Taló.
«El activismo es no quedarse callado. Porque por mucho tiempo ví como trataban mal a mi mamá, que en paz descanse. Cuando ella vendía refacción ahí en el Mercado el Guarda, la acompañaba y había gente que la trataba mal por ser indígena. Era una injusticia porque nadie es más que nadie, ni tiene derecho a humillar a alguien o a abusar de su humildad».
Ella falleció a causa del coronavirus en 2021. Fue un momento muy difícil, porque no pude ir a Guatemala para su sepelio. Ahora solo queda mi papá Mariano Ajché y espero algún día poder volver a verlo.
«Cuando falleció mi mamá fue un momento difícil y recordé que siempre me decía:¿Cuándo vas a volver? Creo que ya no me vas a ver», relata Gustavo. «Tenía tantas ganas de regresar para volver a verla. Fue muy triste enterarme. Pero ese día que recibí la noticia, después del trabajo, llegaron tantos amigos deliveristas a darme apoyo, un abrazo. No estaba solo».