Un matrimonio migrante guatemalteco que se vio forzado a dejar su tierra por la crisis de la pandemia. Ella y él relatan vivencias y sueños.
Juan e Iris están a 4 mil kilómetros de su mayor tesoro: sus hijas. Su mayor fortaleza es compartir juntos el esfuerzo migrante. Trabajan en limpieza y mantenimiento de un complejo de 7 edificios en Nueva York. És el originario de Totonicapán. Ella, de San Pedro La Laguna Atitlán. Se conocieron estudiando la carrera de Derecho en Quetzaltenango, se enamoraron, iniciaron una vida juntos.
Pese a tener pénsum universitario cerrado se les dificultó encontrar
trabajo. Lograron colocarse en un par de empleos. Decidieron emprender un
pequeño negocio en 2019. Luego vino la pandemia, el cierre y no hubo ventas,
perdieron el alquiler de local, la inversión. Siguieron luchando pero..
Finalmentre decidieron migrar a mediados de 2021 en busca de oportunidades. El 18 de junio él llegó a Nueva York. El 18 de julio, ella también.
Un relato en las voces de Iris y Juan
Juan e Iris relatan a SoyMigrante.com algo de lo vivido en dos años.
Juan: “A los dos días de haber llegado empecé a trabajar en construcción. No tenía absolutamente ninguna experiencia. Vine a aprender de todo. El primer día me tocó sacar tierra de unas zanjas. Ni siquiera me había repuesto del cansancio del camino. Hacía un calor insoportable. Pero así tuve que comenzar”.
Iris: “En el camino nos tuvimos que separar. A mí me capturaron. Estuvimos detenidos 15 días en México. La verdad nos trataron bien, no me quejo. Nos daban comida, entre todos los guatemaltecos nos dábamos ánimo y nos daban 5 minutos para llamar a nuestras familias. Así me enteré que Juan ya había llegado.
Juan: “Cuando llegué aquel 18 de junio, no sabía nada de Iris. Llamé a Guatemala para ver si sabían algo. Recuerdo que era al día siguiente del día del Padre. Felicité a mi papá desde lejos. Es triste”.
Iris: “Nos regresaron hasta Guatemala. Pero para salir adelante teníamos que trabajar los dos. Así que lo intenté de nuevo. Logré llegar el 18 de julio”.
Él: “Lo mas duro es esa distancia, esa separación de nuestras niñas, nuestras hijas”.
Ella: “Las llamamos todos los días, les decimos que obedezcan a sus abuelos, que estudien, que aprovechen la oportunidad que estamos trabajando para ellas. Saber que ellas están a buen cuidado con nuestras familias nos da algo de tranquilidad”.
Él: “Nuestro plan es estar aquí 10 años, para lograr hacer un patrimonio, quizá un par de inmuebles para rentar. No nos queremos quedar aquí siempre”.
Ella: “Yo prefiero que mis hijas crezcan y estudien en Guatemala. Aquí en Estados Unidos veo un ambiente no siempre agradable. Aquí los niños se pasan encerrados mientras uno trabaja, viendo el teléfono o la TV todo el tiempo. No hay oportunidad de que salgan a jugar al aire libre. Allá en Guatemala tienen la bendición de ir a la iglesia, reciben cursos de música y deporte. Para eso trabajamos, para ellas”.
"Queremos lo mejor para nuestras hijas"
El: “También tenemos la gran bendición de trabajar juntos. Salimos juntos de casa, nos ponemos de acuerdo para encontrarnos en alguno de los siete edificios para compartir el almuerzo rápidamente. No siempre fue así, al inicio trabajamos separados”
Ella: “Mi primer trabajo fue en en un restaurante. Tenía que hacer ensaladas y jugos naturales, pero se hacía contra reloj. Cada platillo tiene un tiempo de preparación. Si me pasaba, venían los regaños. Si no quedaba bien, regaños. Fue un tiempo muy estresante. Sobre todo porque nosotros queríamos un futuro profesional en Guatemala”.
Juan: “Nos conocimos estudiando Derecho en Quetzaltenango. Lamentablemente ya no pudimos graduarnos. Los dos tenemos pénsum cerrado.
Iris: “Quizá lo logremos concretar cuando regresemos un día. Por ahora nuestra prioridad es darle lo mejor a nuestras dos hijas, que puedan estudiar en un buen colegio, que tengan todo lo que necesiten. Aunque estar lejos de ellas, ya tres años… no es fácil”.