La niñez de Guatemala ha enfrentado múltiples cambios, entre ellos la manera de distraerse, los celulares cambiaron las cosas, pero recordemos un poco los juegos que unían y llenaban de risas.
En un mundo sin pantallas, ni celulares, ni videojuegos, la infancia guatemalteca estaba marcada por risas en las calles, patios y plazas. Los niños se divertían con juegos que no necesitaban de juguetes sofisticados, sino únicamente de la imaginación, el movimiento y la convivencia. Eran tiempos en que bastaba un grupo de amigos y un espacio abierto para pasar horas enteras compartiendo.

Juegos que marcaron a generaciones
Tenta
Uno de los favoritos de todos los tiempos. El objetivo era simple: un niño corría para atrapar a los demás tocándolos con la mano. El primero en ser tocado se convertía en el siguiente que “tentaba”. La dinámica era rápida, divertida y se podía jugar en cualquier rincón, desde la calle hasta el patio de la escuela.
Escondite
Nada generaba más adrenalina que escuchar el conteo hasta diez mientras los demás corrían a esconderse. El reto estaba en encontrar el mejor escondite y regresar corriendo al punto de inicio antes de ser descubiertos. Un clásico que fomentaba la astucia y la rapidez.

Arrancacebollas
Un juego de fuerza y risas. Los niños se tomaban de las manos formando una fila, mientras otro intentaba arrancarlos uno por uno, como si fueran capas de cebolla. El reto físico y la emoción de resistir hacían que este juego fuera inolvidable en recreos y reuniones familiares.
La ronda
A través de canciones tradicionales, los niños se tomaban de las manos y giraban en círculo. Más que un juego de competencia, era un espacio de integración, donde las letras, las risas y el movimiento creaban comunidad. Era muy común en celebraciones escolares y actividades religiosas.
Electrizado
Con solo entrelazar las manos, los niños formaban una cadena humana. Alguien lanzaba un “toque” imaginario, y todos debían mover las manos como si les pasara corriente. Las carcajadas no faltaban, sobre todo cuando alguien se equivocaba en la secuencia.

Una infancia de interacción
Estos juegos no necesitaban nada más que a los participantes: no había fichas, pelotas ni objetos; lo esencial era la creatividad y la convivencia. A través de ellos, los niños aprendían a socializar, a trabajar en equipo, a competir sanamente y a disfrutar del movimiento.
Eran tiempos en que las calles y patios escolares se convertían en escenarios de historias que se repetían generación tras generación. La interacción directa creaba lazos de amistad más allá del juego y dejaba recuerdos imborrables.
Hoy, un legado que sobrevive
Aunque los celulares y los videojuegos han transformado la forma en que los niños se entretienen, estos juegos tradicionales aún sobreviven en comunidades y escuelas que los mantienen vivos. Muchos adultos recuerdan con nostalgia esas dinámicas que no solo eran diversión, sino también un reflejo de la creatividad de la niñez guatemalteca.
Porque, al final, en aquel mundo sin pantallas, la infancia se jugaba en grupo, con risas, persecuciones y canciones que siguen latiendo en la memoria.
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