Considera el ser guatemalteco un “superpoder” y ve en los migrantes hispanos radicados de EE.UU. una hermandad sin fronteras. Se ríe de los estereotipos discriminatorios precisamente para desarmarlos a través de su participación en la serie Alternatino.
Figura en el reparto de The Menu, una película elogiada por la crítica y con buenas calificaciones en sitios de reseñas digitales: una peculiar y sorpresiva cena en la cual se exponen dramas existenciales, contrasentidos del lujo y el dinero, así como una crítica a la sociedad de consumo. Es su más reciente papel, pero Arturo Castro, nacido en Guatemala en 1985, ha interpretado muchos, en largo y cortometrajes, series de TV, programas de comedia y también ha locutado o actuado en anuncios televisivos. De hecho esta ocupación le permitió sobrevivir en los comienzos de su carrera que fueron duros.
El gozo, creatividad y naturalidad que muestra en cada trabajo quizá no dejan ver el gran esfuerzo y largo camino detrás de un talento que emigró a Estados Unidos para estudiar actuación. No fue sencillo ni fácil, tuvo que pasar dificultades, a menudo desalentadoras. Pero ahí radica la clave de su éxito. “Brother, cuando tenés un sueño, debés hacerlo tan grande tan grande que al compararlo con las barreras, estas parezcan pequeñas”, es el consejo que surge a la par de la expresión de orgullo por ser guatemalteco y de admiración a los connacionales “guatemaltecos e hispanos, porque todos somos hermanos” que migraron a EE.UU. en busca de oportunidades.
En The Menu actúas junto a un elenco estelar encabezado por Ralph Fiennes
Un maestro. Es increíble brother. ¿Y sabes qué= Soy el segundo guatemalteco que actúa con él. Primero fue Tony Revolori, en Hotel Budapest. Al filmar The Menu me dio varios consejos de actuación y también de carrera.
¿Cómo empezó el gusto por el arte escénico?
A los cinco años actué por primera vez, durante una obra en el Teatro al Aire Libre, del Centro Cultural Miguel Angel Asturias. Después estuve en el programa Conexión, de canal 7. Mis hermanas bailaban y cantaban, se metieron a clases y yo también. Pero quizá el momento que marca un antes y después fue cuando tenía 17 años (año 2002) cuando en la escuela de Angélica Rosa ella me puso a hacer el monólogo de Hamlet, ese que dice “ser o no ser”, pero en inglés antiguo, o sea el original. La verdad que en español o inglés no me hacía nada de sentido, me lo aprendí.
(Incluímos a continuación un extracto de dicho monólogo escrito en 1503, para tratar de ubicar al lector en la sensación descrita por Arturo)
Ser, o no ser, ésa es la cuestión.
¿Cuál es más digna acción del ánimo,
sufrir los tiros penetrantes de la fortuna injusta,
u oponer los brazos a este torrente de calamidades,
y darles fin con atrevida resistencia?
Morir es dormir. ¿No más?
¿Y por un sueño, diremos, las aflicciones se acabaron
y los dolores sin número,
patrimonio de nuestra débil naturaleza?…
Este es un término que deberíamos solicitar con ansia.
Morir es dormir… y tal vez soñar”.
William Shakespeare
A las pocas semanas falleció mi papá. Y no me lo vas a creer bro, pero entonces entendí lo que quería decir aquel personaje, sentir aquel dolor que yo sentía. Haberlo escrito hace 5 siglos y describir exactamente lo mismo que yo estaba sufriendo me dio la dimensión de lo que significa el arte: reflejar la condición humana y compartirla con los demás.
¿Cuándo migras a Estados Unidos?
En 2005 mi mamá saca un préstamo para pagarme una carrera en la American Academy of Dramatic Arts de Nueva York. Fue un cambio radical. Poco a poco empecé a hacer teatro para poder ganar algo de dinero, aunque eso conllevó un proceso migratorio de documentación. Renovar la visa de estudio por una de trabajo, hay que presentar tantos requisitos, hacer entrevistas. No fue fácil. Sin embargo, debo decir que en Nueva York me encontré un segundo hogar: los hispanos y los guatemaltecos que encontré, me hicieron encontrar un lugar allá.
Aún así existen prejuicios, estereotipos o papeles encasillados que vos mismo en algunos de tus sketches cuestionas o más bien te reís de ellos
Afortunadamente esto ha cambiado. Mi primer personaje fue el lavaplatos Juan. Pero poco a poco hay más tridimensionalidad y cuando empecé a hacer mis propios shows comencé a divertirme un poco con esos estereotipos para cambiarlos. Les hago burla exagerándolos. Los latinos somos trabajadores, tenemos talento y ganas de triunfar como todos. Los guatemaltecos tenemos además un sentido muy espiritual, tenemos el valor añadido de un contexto multicultural muy rico. El guatemalteco es chispudo y tiene esa profundidad de realismo mágico que han en nuestras tradiciones.
¿Es por ello que solés afirmar que el ser guatemalteco es un superpoder?
Sí porque me hace dar un 200% de mí: soy 100% guatemalteco pero también 100% neoyorkino. Todos podemos tener ese 200% o 300% o más para empujar nuestro sueño.
¿En qué momento consideras que comenzó a avanzar tu carrera?
Al principio tuve que hacer anuncios publicitarios, para comer y eso. En 2014 se me abre una oportunidad en Broad City, programa del canal Comedy Central. En 2016 surge Alterlatino y en 2017 fue la actuación en Narcos de Netflix. Se han ido dando los espacios y seguimos trabajando.
¿Cómo avanzan los proyectos para jóvenes en Guatemala?
En 2022 abrimos un laboratorio de computación en San Antonio Palopó. Ya son varios apoyos que doy. Tengo uno en Quetzaltenango, otro en la zona 6 de la capital y en Huehuetenango. Lo veo como devolver un poco de lo mucho que he recibido. Quiero que esos patojos tengan la oportunidad de triunfar. El talento lo tienen. Por eso me gusta el modelo de las escuelas de Ricardo Arjona, porque les enseñan contenidos escolares pero también arte.
Al ayudar, uno se ayuda. Algunos proyectos los hemos hecho a través de la Fundación Sergio Paiz Andrade, Funsepa. Si a través de esta ayuda yo puedo pasarle a alguien un poco de optimismo realista y un sentido de trabajo, eso me motiva a trabajar más fuerte, para que más individuos visualicen su sueño.
¿Hubo algún momento difícil en el cual pensaste en darte por vencido en el campo de la actuación?
Sí, bro, de hecho varios. Cuando empecé, vivía en un sótano de Brooklyn. También viví en Queens. Compartía con un compañero un espacio: él tenía la sala y yo el dormitorio. No había calefacción y era un frío de la gran chingada. Frío, frío, frío. Un día me tocaba ir a grabar una película estudiantil por la que me iban a pagar 100 dólares, por dos días. Eran las cinco de la mañana y yo estaba esperando el metro en una plataforma. Me pregunté qué hacía allí. Pero ví a otros migrantes que esperaban el metro, obreros de construcción y me inspiraron, porque es gente muy fuerte, que no se rinde. Recuperé el ánimo y aprendí que el tamaño de tus sueños tiene que ser mucho más grande que tu miedo a perderlo. Si querés aspirar de verdad a algo que se quede pequeño el temor.
Y también por eso apoyo proyectos educativos en Guatemala: al pensar que mi trabajo también iba a poder recaudar fondos para ayudar a más jóvenes me anima a seguir. O sea, el sueño tiene que ser algo más grande que vos mismo. No es solo yo yo yo, sino devolver lo que uno ha recibido. Así se vuelve más liviana la carga psicológica.
Te volvés un concepto, no una persona.