En tres años ha tenido que aprender inglés, a conocer nuevos nombres de herramientas, a resistir el desvelo, a aguantar las temperaturas extremas, pero sobre todo a mantener la esperanza de regresar con su familia.
Adolfo Mejía no planea quedarse durante mucho tiempo en Estados Unidos. Como tantos otros migrantes guatemaltecos, busca labrarse un futuro, crear un pequeño patrimonio que le permita regresar a San Juan Sacatepéquez, Guatemala, donde vive su familia, a la que extraña con todo el corazón.
Mientras tanto, madruga otro días más a laborar en construcción: un oficio que tuvo que asumir de prisa y en el que comenzó como simple ayudante. “Aquí en Estados Unidos tienes que aprender rápido y hacerlo bien, no solo en la construcción, sino en cualquier oficio”, cuenta.
"En EE.UU. se deben tener objetivos"
Adolfo llegó en un viaje de turismo a Texas en 2020, cuando de pronto: la pandemia. No había vuelos ni forma de salir de Estados Unidos. Cuando comenzó la reactivación de labores empezó a trabajar para poder comer. Salió una plaza en limpieza de edificios: por ser un servicio esencial fue de los primeros trabajos que se recuperaron”.
Pero no le alcanzaba el dinero. “Mucha gente viene a EE.UU. creyendo que es barata la vida. No es así. He oído amigos que dicen: yo me quiero ir a hacer billete al Norte, pero aquí se gana en dólares y se gasta en dólares”. Luego añade el listado de gastos: “Primero tienes que tener en dónde vivir. Pagas un apartamento. Aparte de tu alquiler, tu electricidad, el agua, el gas. Los “biles” (recibos) empiezan a llegar. También tienes que arreglar el transporte. El “ride” (jalón) te lo pueden dar uno o dos meses, pero debes estar trabajando en la misma dirección con la persona que te lleva, pero ya después de un tiempo uno cae mal. Tienes que endeudarte para conseguir un vehículo. Y si la persona vino con un coyote, tiene que pagarle… además de lo que quiera mandarle a su familia de remesa. Ah y tienes que asegurar el vehículo, porque sin seguro no te dejan circular y si te agarran son una multas tremendas.
"Aquí se extraña de todo"
“No es fácil estar acá. Aquí se extraña todo. A la familia, a mis hijos, pero también salir a caminar libremente, ir a la tienda de enfrente. Aquí no hay. Si andas a pie hasta sospechoso es”, comparte.
“Y cuando toca trabajar hay que ir o hay que ir: con climas extremos de frío o calor. Una vez estuve limpiando vidrios: no es solo de pasar un trapo. Deben quedar nítidos. Pero hacía una temperatura de 104 grados Farenheit (unos 40 grados cenígrados), yo sentía que me desmayaba. El reflejo del sol en el vidrio creaba una sensación aún peor”.
“Por eso he preferido trabajar en construcción. Aprendí a instalar pisos de concreto, en seco y con agua. Pero es un oficio duro. Por ejemplo, si te contratan de un restaurante para colocar ese piso, solo tienes 24 horas. Comienzas a las 9 de la noche y sigues trabajando toda la noche, amanece. Ellos atienden en autoservicio y nosotros continuamos dándole. A las 9 o 10 del día siguiente debe estar terminado: no se duerme. Solo hay pequeños momentos para comer y a seguir. Es duro”.
Escalar el muro del inglés y los desafíos
Adolfo aconseja tomar cursos de inglés porque es indispensable. “En una ocasión estuve trabajando en limpieza de unos edificios de unos médicos. Una mañana se me acercó uno de los doctores para decirme algo. Hablaba y hablaba y yo no entendía nada. ¿Sabes que hice? Fingí que era sordomudo… fue una vergüenza pero no supe qué mas hacer. Después tomé unos cursos de inglés que me han ayudado mucho”.
Poco a poco, Adolfo avanza en su sueño de regresar a Guatemala, sin embargo lamenta que a veces haya personas que quieran aprovecharse de los migrantes. “Por ejemplo, una vez vendían un terreno a cierto precio, digamos 75 mil quetzales, pero al saber que quien lo iba a comprar era un migrante, o sea yo, ya pedían US$ 20 mil dólares, o sea casi el doble. Eso no debería ser así. Somos hermanos guatemaltecos y todos estamos luchando. Unos aquí y otros allá: debemos ayudarnos”.