"Sendero de Fuerza y Encuentro"
En el tranquilo paisaje de Sololá, un hombre camina con determinación hacia el campo. Lleva sobre su hombro un azadón, herramienta fundamental para su labor, y en la otra mano un machete que refleja la fuerza y habilidad necesarias para trabajar la tierra. Su traje típico de Sololá, compuesto por colores vibrantes y patrones tradicionales, y su sombrero de ala ancha, que lo protege del sol, son símbolos de la cultura y el arduo trabajo en la región.
A lo lejos, una mujer aparece en el sendero, también vestida con su traje tradicional. Sobre su cabeza lleva una pequeña maleta, quizá rumbo a un encuentro o regreso a su hogar. Sus pasos se dirigen hacia el hombre, creando una sensación de encuentro en medio del vasto paisaje.
El fondo de la obra está dominado por la majestuosa presencia del volcán de Atitlán, cuya silueta se recorta contra el cielo, mientras el lago de Atitlán brilla en la distancia. Los cultivos verdes y los árboles rodean el camino, creando una sensación de vida vibrante que contrasta con las piedras grises que flanquean el sendero. Un árbol de durazno crece cerca de un paredón, aportando un toque de color y vitalidad al paisaje rural.
Esta obra captura no solo el esfuerzo físico del trabajo en la tierra, sino también el vínculo humano que surge en el encuentro de dos personas que caminan hacia su destino. La escena refleja la armonía entre la naturaleza, el trabajo y las relaciones humanas, inmortalizando una tradición de Sololá que sigue viva en cada paso dado por sus habitantes.