La migrante guatemalteca Jessica Cliche dirige el área educativa y de proyección comunitaria del Centro la Paz en Chattanooga, Tennessee. Anhela que más guatemaltecos migrantes, sobre todo mujeres y madres, se abran puertas de desarrollo educativo y laboral.
Jéssica nació en EE.UU. y creció en Guatemala desde los 4 años. Llegó a Estados Unidos de nuevo hacia el año 2000 y actualmente dirige el área de formación educativa y proyección comunitaria del Centro La Paz, de Chattanooga, Tennessee. Su afán diario como educadora es generar oportunidades de aprendizaje y superación para hispanos, lo cual incluye cursos de inglés, emprendimiento, finanzas, cuidado infantil y más. Su propia búsqueda de vida es una ruta de inspiración.
Jessica estudió en el colegio Bethania, en Guatemala. Egresó como maestra de primaria. Siguió la universidad, pero “nunca terminé las carreras. Me cambiaba. Creo que no tenía la madurez suficiente pero sí sentía que quería crecer y hacer algo. Pero no sabía todavía qué era. Entonces, esto fue una aventura que decidí tomar cuando me mudé para acá a Estados Unidos”.
“Quería crecer y salir del círculo donde estaba. Ese círculo de lo que se espera que una mujer en la sociedad en Guatemala: que solo está para casarse, tener hijos. Y no me gustan las limitaciones siempre he sido un ave que quiere volar”.
"Pero no sabía inglés..."
-“Me vengo para Estados Unidos. No sabía inglés”.
-¿Venías a estudiar o a trabajar?
.“No, no sabía qué era lo que venía a hacer, solo sabía que tenía que hacer algo y claro, me tocaría tocar trabajar pero no sabía en qué. En primer lugar, mi meta era aprender el inglés porque lo había estudiado pero nunca fue una materia favorita mía, no le dí importancia y ahora me iba a servir”.
La sinceridad de Jéssica es elocuente y fresca. Porque genera empatía sobre todo en las mujeres hispanas migrantes que quizá no tienen claro lo que deben buscar en el entorno de la vida en Estados Unidos.
“Como cualquier migrante, mi objetivo era encontrar un trabajo porque es necesario. Mi primer empleo fue de niñera. Pasé seis meses. Después me mude de ciudad porque estaba en Texas y yo sentía que yo no estaba aprendiendo el inglés, porque estaba rodeada de hispanos. Entonces me mudé aquí a Chattanooga, Tennesse. En ese tiempo tenía familia acá”.
Un nuevo comienzo trae esperanzas pero no por ello es fácil ni rápido
Jessica llegó a una escuela llamada International Inclusion Center, que apoyaba a los niños migrantes que no hablaban inglés. “No podía trabajar como maestra porque nome había graduado aquí y seguía aprendiendo yo misma el inglés. Además tenía otros tres trabajos, como anfitriona en un restaurante y daba clases de español en algunas escuelas. También me contrataban para hacer la limpieza de algunas casas. Lo que cayera. También fui mesera”.
Pero la búsqueda de un objetivo es el camino. Y así lo muestra su aprendizaje: “Así me fui conectando y cambiaba de un restaurante a otro donde ganaba mejor. Pero ese camino fue formándose por medio de conexiones en la ciudad y en tres años ya dominaba totalmente el inglés y mis oportunidades eran diferentes” relata Jessica.
Así nace una convicción de servicio
En esa ruta de un trabajo, esfuerzo y apertura al cambio llegó una oportunidad. “Estuve en varios empleos como todo migrante. Pero el que me hizo reaccionar y descubrir en qué área me quería concentrar fue cuando empecé a trabajar en un hospital, aquí en Chattanooga. Mi trabajo era ayudar a los pacientes, a transportarlos en la silla de rueda a diferentes áreas del hospital”.
“Me dí cuenta de lo grande que era la comunidad de hispanos. Y que muchos no sabían inglés, por lo tanto no podían explicar bien sus síntomas. Pasé a un centro de salud en donde me tocó ser intérprete. Y ví que la comunidad guatemalteca era enorme y de las grandes necesidades. Me impresionó ver la variedad de idiomas mayas, tanta gente buscando la oportunidad laboral pero que habían descuidado su salud”.
Regresó a Guatemala varias veces, pero siempre volvía a Chattanooga. Así llegó a La Paz, en donde comenzó como facilitadora de programas de educación para padres y también para niñas.
¿Y cuál es el gran reto?
“Los guatemaltecos somos calladitos, como que no nos gusta que crean que causamos problemas o que nos vean como problemáticos, pero eso lleva a que no nos comuniquemos. Se enseña a que podamos decir lo que no nos parece y a proponer soluciones. La opresión ante las ideas ses vive en Guatemala, pero acá en Estados Unidos hay otro tipo de opresiones y se convierte en un problema y una barrera más grande, pero hay que romperla”.
Jessica lleva ya 15 años en La Paz y actualmente es directora de educación y alcance comunitario. Coordina los cursos y talleres, entre los cuales uno de los más concurridos es el de inglés. También brindan orientación migratoria, educación financiera y visión de crecimiento. Para migrantes que deseen consultar las oportunidades educativas abiertas en el Centro La Paz, pueden dar clic en este link o en la fotografía siguiente.
El gran sueño guatemalteco de Jessica
“Que los migrantes guatemaltecos e hispanos estén empoderadas. Que puedan aprovechar todas las ayudas que existen, para las familias y sus hijos”. Y ello es porque a pesar de el carácter reservado e introspectivo del guatemalteco, hay una característica positiva notoria: “Los chapines somos luchones, resilientes, solidarios. Los guatemaltecos son amorosos con la familia, se unen a causas nobles, y siempre están dispuestos al servicio. Yo lo he visto pero lo he escuchado de muchas personas al hablar de los guatemaltecos”
“Las mujeres guatemaltecas que vienen a La Paz, cuando reciben una orientación o una ayuda, siempre lo llevan a los demás. Avisan a sus amigas, no se lo guardan solo para ellas, porque quieren ayudar a quienes pasan sus mismas dificultades.”
La transformación de actitudes es difícil, opina Jessica, pero cuando el guatemalteco descubre todo su potencial, busca enseñar a los demás como conseguirlo y eso me parece valiosísimo.
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